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No tenía fuerzas para rendirme, así que decidí emprender activamente una búsqueda eidética, es decir, de lo esencial. Pensé que el cambio que afrontaba merecía un decorado literario, y de ahí el blog. En él reflejo pensamientos, reflexiones y emociones que he vivido durante mi estancia en Tanzania enseñando inglés y suajili a niños de preescolar en un colegio rural de la organización Born To Learn, en India como profesor de francés para la Professional School of Foreign Languages de la Fundación Vicente Ferrer, y actualmente en Malí cooperando con CONEMUND en proyectos de seguridad alimentaria y equidad de género. Mi objetivo cabe en una palabra: Compartir.

sábado, 20 de diciembre de 2014

El cromosoma inventado


Estaba a punto de convertirme en lombriz cuando aquel hombre entró en el vagón del metro. Apareció sin hacer ruido para sonar en nuestros interiores; pretendía remover conciencias y revolver bolsillos y carteras con el eco de sus desgracias. 

Su discurso comenzó sereno y lejano, y con efecto Doppler emocional se fue acercando a nuestros corazones. Su voz rota construía un imperio arrasado: su vida. 
Aquel hombre arrugado estiraba elocuentemente sus miserias para tejer con hilos de penas una bandeja mendicante en forma de nido que atrajese el vuelo de la caspa de nuestros bolsillos. 

La ruina económica, la familia numerosa, el hambre, el cáncer de su mujer, su artrosis, las estrellas del techo de su habitación, el frío de las noches, la falta de calor de sus días, la ausencia de oportunidades, el principio de síndrome de Down de su hijo...

¡Un momento!- Me pregunté- ¿Ha dicho principio de síndrome de Down? ¿Principio de? 

Aquel actor -sin duda desgraciado más allá de sus palabras- acababa de despeñar su verdad por el barranco de su simplicidad. Su cuento de humo se acababa de convertir en ventosidad. 

Se puede tener principio de casi cualquier cosa, pero el síndrome de Down no tiene principio ni final de nada, sencillamente se tiene o no se tiene, se es o no se es, hay copia extra del cromosoma 21 ó no la hay. Hablar de "principio de síndrome de Down" es conceptualmente tan absurdo como hablar de principio de muerte de un cadáver o como decir que el agua presenta principio de humedad. ¿Qué pintan los grises en un asunto booleano?

Mis monedas perdieron sus alas, mi condolencia se transformó en colmillo y mi pena padeció repentinamente de principio de descojono, así que vomité una carcajada que retumbó como un impertinente contrapunto de insensibilidad en las crédulas mentes de la gente del vagón. Me resultó bochornoso tener razón. 

Mi parada llegó:
- "¿Principio de síndrome de Down?" - interrogué al levantarme a un joven que estaba sentado en frente. 
- "¡Ni de coña!"-sentenció-. "Eso no existe". 
Y con una sonrisa, me exculpó. 

Lo más abyecto y ruinoso de algunas mentiras no es que no sean verdad, sino que no vayan bien vestidas cuando se presentan en sociedad. 

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