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No tenía fuerzas para rendirme, así que decidí emprender activamente una búsqueda eidética, es decir, de lo esencial. Pensé que el cambio que afrontaba merecía un decorado literario, y de ahí el blog. En él reflejo pensamientos, reflexiones y emociones que he vivido durante mi estancia en Tanzania enseñando inglés y suajili a niños de preescolar en un colegio rural de la organización Born To Learn, en India como profesor de francés para la Professional School of Foreign Languages de la Fundación Vicente Ferrer, y actualmente en Malí cooperando con CONEMUND en proyectos de seguridad alimentaria y equidad de género. Mi objetivo cabe en una palabra: Compartir.

sábado, 20 de diciembre de 2014

El cromosoma inventado


Estaba a punto de convertirme en lombriz cuando aquel hombre entró en el vagón del metro. Apareció sin hacer ruido para sonar en nuestros interiores; pretendía remover conciencias y revolver bolsillos y carteras con el eco de sus desgracias. 

Su discurso comenzó sereno y lejano, y con efecto Doppler emocional se fue acercando a nuestros corazones. Su voz rota construía un imperio arrasado: su vida. 
Aquel hombre arrugado estiraba elocuentemente sus miserias para tejer con hilos de penas una bandeja mendicante en forma de nido que atrajese el vuelo de la caspa de nuestros bolsillos. 

La ruina económica, la familia numerosa, el hambre, el cáncer de su mujer, su artrosis, las estrellas del techo de su habitación, el frío de las noches, la falta de calor de sus días, la ausencia de oportunidades, el principio de síndrome de Down de su hijo...

¡Un momento!- Me pregunté- ¿Ha dicho principio de síndrome de Down? ¿Principio de? 

Aquel actor -sin duda desgraciado más allá de sus palabras- acababa de despeñar su verdad por el barranco de su simplicidad. Su cuento de humo se acababa de convertir en ventosidad. 

Se puede tener principio de casi cualquier cosa, pero el síndrome de Down no tiene principio ni final de nada, sencillamente se tiene o no se tiene, se es o no se es, hay copia extra del cromosoma 21 ó no la hay. Hablar de "principio de síndrome de Down" es conceptualmente tan absurdo como hablar de principio de muerte de un cadáver o como decir que el agua presenta principio de humedad. ¿Qué pintan los grises en un asunto booleano?

Mis monedas perdieron sus alas, mi condolencia se transformó en colmillo y mi pena padeció repentinamente de principio de descojono, así que vomité una carcajada que retumbó como un impertinente contrapunto de insensibilidad en las crédulas mentes de la gente del vagón. Me resultó bochornoso tener razón. 

Mi parada llegó:
- "¿Principio de síndrome de Down?" - interrogué al levantarme a un joven que estaba sentado en frente. 
- "¡Ni de coña!"-sentenció-. "Eso no existe". 
Y con una sonrisa, me exculpó. 

Lo más abyecto y ruinoso de algunas mentiras no es que no sean verdad, sino que no vayan bien vestidas cuando se presentan en sociedad. 

lunes, 8 de diciembre de 2014

Organismo desorganizado


Tenemos unos cincuenta billones de células en nuestro organismo, y aunque parezca increíble todas ellas saben exactamente lo que tienen que hacer. Epiteliales, musculares, neuronales... cada una con su función individual y orgánica. Una maravilla inigualable cuya magnificencia nos suele quedar eclipsada por un grano en la cara o por un juanete. 

Las células hacen diferentes trabajos pero son todas igual de inteligentes porque todas se enorgullecen de lo que hacen y ninguna pretende ser lo que no puede ser. No hay mayor indicio de inteligencia que reconocer los propios talentos y limitaciones. ¿Acaso hay células musculares que quieran ser neurona? ¿Y neuronas que prefieran ser epitelio? ¿Algún ojo que apunte a ser dedo? ¿O un pie que aspire ser oreja?

En cada célula y órgano de nuestro cuerpo coincide su ser con su querer, pero no pasa lo mismo en la sociedad, en la que cualquier cosa puede suceder. De hecho, en este desorganizado organismo de seis mil millones de células resulta que estamos gobernados por heces pensantes que se creen células-madre, representados por ecos sin voz, guiados por dedos-veleta, educados con libros de papel-moneda y sostenidos por infrahombres que han alcanzado tal nivel de autoengaño que se jactan de su humillante prefijo

Nos pasa esto desde que la flora intestinal invadió el cerebro y las neuronas tuvieron que mudarse al recto. 

viernes, 5 de diciembre de 2014

Soledad ideológica


Con lo que hasta ahora ha pasado en la historia de la humanidad me vale y me sobra para tener pistas suficientes sobre cómo es el ser humano. Todo lo que este bípedo ramplón haga, piense o diga a partir de ahora estará ya escrito en el pasado, y aunque siempre cabe la posibilidad de que por alguna puerta entornada de las circunstancias entre algún soplo de originalidad, no espero gran cosa de este gibón engreído que inventa y agarra verdades inconcusas con el garfio de sus complejos.

Se me pasa muy rápido el tiempo en occidente, y lo agradezco porque allende emotivos reencuentros con gente que es importante para mí, cuando levanto la mirada vuelvo a ver lo que tanta repulsa me ha venido generando en mis últimos tiempos; nada nuevo en realidad: se premian la vulgaridad, el oportunismo, la frivolidad, la apariencia… Sólo veo bustos dedicados a la insustancialidad.

Hay gente que me da más soledad que la soledad misma y cuando les escucho exponer sus ideas -su forma y su fondo- siento un frío paralizante que se me aloja en las tripas; es como que se me congelaran las ganas de aprender, como que una gigantesca roca picuda con forma de frase se me atragantara y me impidiera respirar: "¿para qué continuar aprendiendo en vista de lo que hay ahí fuera?"- me pregunto a veces-. La soledad viene siempre acompañada de la esperanza de dejar de serlo, pero la compañía de gente que asola no deja lugar a esperanza alguna, es la confirmación del fin, la muerte de las ideas que no se pueden compartir, un anestésico para la pasión.

Declaro que mi reino tampoco es de este mundo; quizás sea el de cada uno de nosotros individualmente, pero desde luego no es el de todos grupalmente, y afirmo que aspiro a ser quemado en alguna hoguera, como Giordano Bruno, pues a nada más excelso puede aspirar alguien condicional e inconformista. Las dudas, columna vertebral del pensamiento libre, se ven hoy en día como inseguridades con tufo a herejía social que además le hacen a uno pasar por prepotente y desubicado. “Eres trigo demasiado limpio” –me espetó la mirada de reojo- y mirando al frente me ignoró.

Dije que me interesaba el ser humano, y por eso hago lo que hago -y sobre todo por eso ya no hago lo que hacía- pero nadie me garantizó que lo que descubriera fuera a ser siempre bonito. Encuentro consuelo y motivación en que me faltan varios miles de millones de personas por conocer, y sé que es posible que el entusiasmo que cada una de ellas pueda generar en mí quizás me dé más vida que la que yo mismo pueda llegar a albergar, pero no soy nada optimista más allá de la individualidad. El grupo hace siglos que hace aguas en un mar de impostadas certezas. El que no quiera morir de sed entre los hombres ha de saber beber de todos los vasos.

viernes, 28 de noviembre de 2014

Hombre del año


Esta mañana a la hora de levantarme se ha celebrado en mi casa, concretamente debajo de mi manto, la entrega de los premios que de cuando en vez otorga mi psique masculina a los hombres del año. El recién levantado Moroto, aún encapuchado en sus matutinas ojeras, ha ejercido de improvisado maestro de ceremonias. 

Entre los galardonados, José Antonio Hoyos, que recibió el premio como mejor intérprete de mí mismo de manos del también yo mismo, Morowi. José Antonio bromeó con el curioso e inexistente itinerario que siguió el premio de una mano a otra y declaró además sentirse agradecido a todo su organismo y especialmente a su cerebro, de quien dijo ser la parte más importante de su motivación para llegar a donde ha llegado. Agradeció así mismo a la organización de ideas que en él reside el gran esfuerzo realizado durante toda su vida para llegar a disfrutar de tan preciado galardón y de una celebración tan influyente como esta que hoy por la mañana me homenajea.

También resultaron premiados los protagonistas de etapas casi olvidadas pero evidentemente decisivas en mi propio yo como mi pasado adolescente, mi etapa universitaria –sin duda la más densa para mi hemisferio cerebral izquierdo en cuanto a ratio de conceptos aprendidos por unidad de tiempo- y mi período laboral liberal, donde, según yo mismo declaré “no fue la mejor etapa de mi vida, pero resultó muy útil para saber lo que no quería, lo cual es mucho saber”.

Mención especial merece el polémico premio honorífico entregado por mí mismo a lo peor de mí mismo, porque aunque recibió severas críticas por parte de lo que no soy yo, se sintió muy agradecido y dio pruebas de evidente emotividad cuando al final de su discurso declaró: “También soy yo, y aunque no me gusto e intento mejorar, me acepto”, provocando por ello un espontáneo movimiento de mi palma derecha que de manera armoniosa y concertada se enfrentó en repetidas ocasiones con la palma izquierda dando lugar a un introspectivo aplauso libre de toda presunción. Fue sin duda uno de los momentos más emocionantes de la ceremonia.

Peguntados todos los premiados sobre las sensaciones de estos reconocimientos, coincidieron en declarar que lo más importante es seguir trabajando para que cada mañana se celebren acontecimientos como este que en tan gran medida ayudan tanto a lo que soy yo como a lo que me rodea, porque de sobra es sabido -o debería serlo- que en la vida todo es uno. 

Después de la gala, ha quedado acordada una siesta vespertina para disfrutar con una sonrisa estúpida -de cuya comisura no se descarta la caída de ridícula baba- de la adjudicación de estas prestigiosísimas preseas y para brindar por las bondades que otorgan la seguridad en uno mismo y la autoaceptación. 

Terminado el acto tras la ducha, en los albores de un nuevo día, todas las agencias del subconsciente en anuencia con las del consciente han destacado las enormes dosis de optimismo que se desprenden de gilipolleces como esta que acabo de escribir, pues no cabe duda de que aceptarse y valorarse es gratis, que escribir también lo es y que reírse de uno mismo es una de las actividades emocionalmente más rentables a las que el surrealismo absurdo autocontenido puede conducir. 

jueves, 27 de noviembre de 2014

Por sus noes le conoceréis


No salta, hace que el suelo se caiga.

No vuela, esquiva planetas.

No dice, espira ideas.

No piensa, hipnotiza mareas.

No pide, sonríe quejas.

No eyacula, segrega sinalefas.

Así se identifica a Don Quiere Ser Poeta.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Trinos del pájaro transparente de vuelo irregular

¡Cuánta flaqueza por amor, y con qué firmeza odiamos!

Un libro para pensar y algo que respire para amar. Lo demás, postre.

¿Te herí? No fui yo, fue mi pronombre impropio.

¡Ojo con el sufijo “-ista”, que pudre palabras! Pruébalo con paternal, oportuno y capital.
-José Luis Sampedro-

“En mi hambre mando yo”.
-Salvador de Madariaga-

“Debajo de mi manto, al rey mato”.
-Cervantes-

Me vendo por dinero, sí, pero por todo, para que sólo me compres una vez.

¿Una lata en el camino? ¿Una esfera sobre otra? ¿Un honesto en el poder?

Cometa sin cuerda no vuela. Libertad sin pico no medra.

Libertar rima más con cavar que con volar. 

¡No nos engañemos más. Admitamos que todo es un engaño!

Cuando no hay entendimiento, la libertad de expresión es libertad de flatulencia. 

¿Quieres escribir algo grande? Ama y sufre intensamente con un lápiz en la mano.

Saber más no te hace superior, te hace deudor. Debes transmitirlo.

jueves, 20 de noviembre de 2014

¿Bailas?

"Y aquellos que bailaban eran considerados locos por los que no podían oír la música".
-Friedrich Nietzshce-

Leer a Ortega me emociona y leer a Nietzsche me estremece. Si con las ideas del primero mis neuronas hacen el amor, podría decir que con las del segundo hacen algo parecido a una viciosa orgía. Nietzsche me embruja con una prosa que apuñala. Me da hasta miedo sentir la escondida claridad de su mensaje y experimento una mezcla de placer intelectual con espanto emocional; quizás sea el pavor a las ideas desnudas, a las totalmente desacomplejadas, a las que no reprimen nada.

A continuación unos extractos de "Así habló Zaratustra": 

“Llamo Estado al lugar en donde envenenan a todos, donde buenos y malos se pierden; donde se llama vida al lento suicidio de todos. Todo lo que dice es falso y todo lo que tiene es producto del robo. Muerde con dientes robados y hasta sus entrañas son falsas. Reconoceréis siempre al Estado porque es una torre de Babel del bien y del mal. Roba las obras de los inventores y los tesoros de los sabios, y a ese robo lo llama cultura.

Aunque no lo apreciemos, el mundo gira en torno a los que inventan nuevos valores, pero la gente y la fama giran en torno a los comediantes. Para ellos demostrar es derribar y convencer es sacar a la gente de sus casillas. A la verdad que sólo es percibida por los oídos más sensibles la llaman mentira y futilidad. Son incondicionales que te apremian a que les digas sí o no. Es mejor que huyas de esas gentes tan apresuradas que en medio de la plaza te asaltan con su ¿sí o no? ¿Cuándo se ha visto que la verdad marche al lado de un incondicional? Todos los pozos profundos experimentan con lentitud; han de esperar mucho tiempo para saber qué es lo que cayó en sus aguas profundas. Todo lo grande se da lejos de la plaza pública y de la fama; los inventores de nuevos valores han vivido siempre lejos de ellas.

¡Mirad cómo trepan esos ágiles monos! ¡Todos esos locos me parecen unos monos trepadores y fanáticos! Su ídolo, ese monstruo frío, huele mal, y lo mismo les pasa a todos los que le rinden culto. ¿Es que vais a asfixiaros con el aliento que despiden sus hocicos? Zumban en torno a ti para alabarte pero su alabanza es impertinente porque lo que buscan es estar cerca de tu piel y de tu sangre”.

La democracia de hoy en día es una falacia de monos trepadores que preguntan vacuidades capciosas a las que sólo se puede responder sí o no. Cuando respondes, se quedan con tu alma y mercadean fanáticamente con ella para dar de comer a un monstruo que se sienta en un trono de fango. ¿Y aún me preguntáis qué hay que hacer? ¿Y aún teméis qué ocurrirá después?

martes, 18 de noviembre de 2014

Anatema cualitativo contra la cantidad


¿Crees que tú, ridículo azucarillo, vas a cambiar la salinidad del mar? ¡Desengáñate!, la calidad ha sido apuñalada y muere desangrada bajo las botas sucias de una asesina con millones de cabezas que sin embargo no tiene ni un solo cerebro: la cantidad.

Disfrazada de apacible consenso se ha acostumbrado a pasear entre nosotros, a besarnos con su fétido aliento y a pisar el cuello de todo lo que no venga de la mano de muchas manos. Ha desdefinido el concepto de brillantez encarcelándolo en una repugnante celda de falsas luces en la que el brillo se pudre por falta de oscuridad, la oscuridad del pensamiento libre, ese al que sólo se llega solo.

¡Y desengáñate otra vez, azucarillo inútil! Corren eternos malos tiempos para el pensamiento libre; no se acomoda en un trono sino que yace tirado en una humillante letrina a la que van a parar todos los excrementos de los que sienten en común, de los que consienten, del asesino a sueldo de voluntades que es el trajeado consenso. La libertad sigue coloreando banderas pero es temida, condenada, y escupida.

¿Quieres escuchar lo que todos creen? ¡Vete de aquí, me hastías, no hablo para ti!

¿O quizás buscas un mensaje nuevo y te atreves a libreser? ¡Vete de aquí también, deshazte de tu cobardía y estrangula a tu soledad! Cuando se esté muriendo mírala a la cara, y cuando sientas que te suplica, aprieta un poco más. Eso que experimentarás asesinándote es lo que buscas, es un destello de tu pura verdad. ¡Bienvenido a ti!

La cantidad como argumento de verdad y calidad es nefanda y emética. No contéis conmigo como víctima ni verdugo en vuestra matanza genocida de individualidades alicortas. 

jueves, 13 de noviembre de 2014

Frasecicas de después de la siesta


Los eufemismos son ideas mayúsculas cobardes que se esconden detrás de letras minúsculas inocentes.



No pongo títulos en mi currículum vítae, pongo los nombres de mis amigos.


El mejor cumplimiento del leonino “hasta que la muerte os separe” es poder decir "te quiero" a un amor que ya no lo es.


¿Y qué si no tiene sentido? Si lo tuviera sería un sinsentido sin sentido.


¿Me pides un consejo? Te aconsejo no pedírmelo.


Echar de menos es la forma que tiene el alma de contar sus batallitas.


Resiliencia es el nombre artístico de la supervivencia.


He calculado haber tenido unos 6.000 orgasmos entre compartidos y autoinducidos, pero esta láctea cifra no me lleva a ninguna vía. Se ve que por ahí no van los tiros…


Vivir. ¿Hay algo más mortal?
Morirse. ¿Hay acto más vital? 

lunes, 10 de noviembre de 2014

Planeta madre

Desde que viajo por el mundo buscando buscar, sin un deseo concreto, sólo deseando desear, me he dado también muchos paseos íntimos por el “planeta madre”. El planeta madre es mi madre. Más que un planeta es una estrella, o mejor, una explosión estelar, una supernova que irradia un amor deslumbrante en una longitud de onda perceptible desde cualquier parte del universo independientemente de la galaxia personal en la que esté embarcado. Es mi big bang. 

Cuando hablo con ella y le intento explicar que mi intención es perseguir el conocimiento y la realización personal a través de los viajes y la integración en diferentes culturas, que no tengo miedo al futuro porque no aspiro a ser longevo sino a ser sabio, y que donde ella ve estabilidad en el confuso concepto de trabajo fijo yo veo unos clavos en mis pies, me mira como que me hubiese vuelto loco (y quizás con razón, aunque la verdadera locura sea ser cuerdo en un mundo de locos).  

Me pregunta: “Jose, hijo, ¿por qué no te buscas un trabajo normal y te dejas de andar por ese mundo afuera buscando eso que dices que no entiendo?”. Y yo le respondo: “Porque no puedo, mamá, porque lo que hago no es una elección sino un maravilloso tobogán por el que me estoy cayendo, y no lo puedo evitar. Porque no soy ingeniero de telecomunicaciones por la universidad, mamá, soy filósofo por necesidad”.

Y es curioso porque justo donde yo encuentro el clímax de mi razonamiento, la flecha de mi vida ahora, mi identidad dialéctica, encuentra ella el tártago de su dolor, la aflicción por no entender, la tribulación de quien ve que se le aleja una tabla en un naufragio, el ahogarse en soledad de un amor de madre.

Pero en este naufragio -que lo es para ella y, vía umbilical, también para mí- me doy cuenta de algo que se puede sentir aunque difícilmente explicar: mi madre no es alguien que ve la tabla que se aleja, ni el agridulce orgullo sazonado de dolor por mi ausencia; no es quien me cuida y quien siempre me piensa; no es la imposible incondicionalidad hecha verdad. Es mucho más que eso. En realidad me doy cuenta de que no hay naufragio en el que ella se pueda ahogar porque mi madre, mi amada madre, es el mar. 

viernes, 7 de noviembre de 2014

La sombra


Bajo el arquetipo de la sombra, Carl. G. Jung ubicaba aquella parte de la personalidad que rechaza incluirse en cualquiera de los moldes que le propone la conciencia e incorporarse productiva y felizmente a los formatos con los que se presenta el mundo exterior, la realidad de ahí fuera, lo que la vida nos ofrece. 

Esa sombra crece cuando no encontramos para nuestra intimidad la adecuada vía de acceso a ese mundo exterior, cegando así el cauce por el que la vida discurre. Y cuando esto ocurre, cuando el hombre no logra trascender de sí mismo a través de una tarea que llevar a cabo en el mundo, esa fuerza íntima que era depositaria de verdad -de nuestra intimísima verdad- se vuelve venenosa; como si fuera agua entre las piedras que, sometida al frío de la parálisis psíquica, se hace hielo y destroza la estructura en la que se encuentra. Sus efectos son devastadores, y lo son en dos direcciones: contra el mundo y contra uno mismo.

Ahora bien, no lejos de donde hay sombra es que hay luz. El mismo Jung decía que “la sombra no sólo consiste en tendencias moralmente desechables, sino que muestra también una serie de cualidades maravillosas, a saber, instintos de empatía, reacciones adecuadas, percepciones atinadísimas y brillantes de la realidad, impulsos creadores, etc.". Es decir, que esa parte sombría de nuestra personalidad que atrapada en lo interior alimenta tanto nuestros comportamientos antisociales como los autoagresivos, si conseguimos encauzarla convenientemente hacia el mundo exterior, puede llevar a galvanizar lo más talentoso y excelso de nosotros mismos.

Hay un efecto muelle en la personalidad cuando uno se encuentra con su sombra y a partir de ella busca la luz que la produce. Llegar a lo más hondo del pozo de uno mismo puede no ser más que el primer paso para construir una lanzadera desde la que dispararse con la fuerza de un meteorito a la conquista de la estratosfera.

Y esto no lo dice Carl Gustav Jung; lo digo yo, y sé de lo que hablo. 

domingo, 2 de noviembre de 2014

Reunión no imposible


Ayer, paseando por mi ciudad con aire de turista, fijándome en los detalles urbanos que había visto antes miles de veces pero en alguno de los cuales no había reparado, esperando a que los semáforos se pusieran en verde para cruzar aunque estuviera solo y no pasaran coches -como queriendo encontrar la sintonía fina de la urbe, como considerando todo mi entorno un “recién pintado, no tocar”-, sintiendo que caminaba dulcemente sobre mi propio pasado de niño y adolescente, con el alma vestido de clara serenidad y respirando el aire puro que desprende mi ego cuando mis ideas se echan la siesta, me ocurrió algo inesperado y sorprendente:

Al doblar una esquina tropecé con un hombre que apareció de repente y a ambos se nos cayeron las gafas al suelo por el encontronazo. Sin siquiera antes mirarnos, las recogimos y nos pedimos disculpas por el golpe, y resulta que lo hicimos todo a una, es decir, que quisimos ocupar el mismo lugar en el espacio en el mismo instante (por eso nos chocamos), nos agachamos casi como siguiendo una coreografía (a la vez) y nos disculpamos con las mismas palabras pronunciadas simultáneamente. Cuando nos miramos descubrí que, aparte de sus gafas, que eran exactamente iguales a las mías, la cara de ese hombre me resultaba también más que familiar: parecía yo. 

-  ¿Quién eres? –Le pregunté-.
-  Soy el sentido de tu vida –Me respondió-.

Creí que estaba soñando y me reí, pero se me atragantó la risa porque su cara, peinado, ropa, barba, y hasta mueca, idénticos a los míos, me hipnotizaron ante la aparente absurdidad que estaba viviendo. Demasiado elaborado y casual como para ser una broma –pensé- así que aceptando el surrealismo de la circunstancia, decidí seguirle la corriente y acomodarme al inexplicable contrapunto que estaba viviendo. En sólo unos segundos, los que tardó en apagarse y volver a encenderse mi risa tonta, concluí que si estaba en un sueño no parecía una pesadilla, y si era real resultaba morbosamente interesante. En cualquier caso vislumbré una gran oportunidad para hacerle unas cuantas preguntas a aquel singular personaje que parecía encarnar mi propia pluralidad. 

- ¿Y cómo así por aquí? –Pregunté con aire de asumir la circunstancia con naturalidad-.
-  ¿Y dónde quieres que esté siendo quien te he dicho que soy? –Me dijo con más naturalidad aún, quizás la que yo quería tener y sólo lograba fingir-.

¡Esto es increíble! –exclamé para mí mismo-. Sí, lo es -me dijo él- respondiendo a mi conmoción. Yo también estoy sorprendido de verte. Los sentidos de la vida no solemos encontrarnos con los vivientes por los que existimos. Algunas vidas incluso llegan a su final sin haber conocido su sentido, así que es una gran casualidad que podamos mirarnos, identificarnos y comunicarnos.

-  Bueno, vamos a sentarnos a tomar algo y hablamos, ¿no? – Le dije-.
-  Me parece muy bien –respondió-.

Así que nos fuimos caminando a una terraza, nos sentamos, partimos el sol y nos pusimos a charlar tranquilamente. La conversación que tuvimos fue tan extraordinaria como los circunstantes que la protagonizaron, pero no la voy a contar porque con quien me encontré fue con el sentido de mi vida, no con el de la tuya.

¿De qué habrías hablado tú si te hubiera pasado a ti?

sábado, 1 de noviembre de 2014

Neurosis y excelencia


«Eduard Munch sabía que estaba neurótico. Incluso tenía consciencia de que su obra estaba condicionada por su neurosis, por lo cual, como artista, no quería curarse de la misma; y es que, como dice Ortega, “cuando alguien es pura herida, curarlo es matarlo"».
(Javier Martínez Gracia)

“Quizás sin esa exaltación de la sensibilidad nerviosa que llega hasta la locura no hay genio superior en las artes que requieren ternura”.
(Kandinsky)

“Si en algún momento he sido feliz por un medio distinto de la literatura y lo que estaba relacionado con ella… precisamente entonces he sido incapaz de escribir”.
(Kafka)

“El hombre con sentido común y con sentido práctico, probo trabajador, buen ciudadano y buen esposo, no fue jamás un gran poeta”.
(Marcel Réja)

“El peculiar maridaje entre irrealidad y arte hace que el artista tienda a ser un inadaptado, y, a menudo, un perturbado mental”.
(Javier Martínez Gracia)

“La neurosis hace al artista, y el arte cura la neurosis”.
(André Malraux)

“Una neurosis la superas, de ti mismo no te curas”.
(Sastre)

“Qué profunda paradoja: esa angustia que permite crear y, precisamente por eso, existir, conduce igualmente a la muerte y al borde del abismo”.
(Brenot)

«En la vida de los grandes creadores y los personajes excepcionales se da con frecuencia la pérdida temprana de un ser cercano, ya sea física o funcionalmente, lo cual obliga a un trabajo psicológico subsiguiente por encima de lo normal. Para el psicoanálisis, el acto creador nacería de la necesidad de reparar la pérdida de un “objeto” amado que en realidad no se ha podido amar».
(Brenot)

viernes, 31 de octubre de 2014

Condenado a ser


Si la vida fuese eterna no tendría ningún mérito nada. Cualquiera podría decir que en el futuro sería como el mejor de los mejores en la disciplina que fuera, y diría verdad, porque si el tiempo es infinito, entonces necesariamente uno pasaría por ser el mejor y el peor en todo, y esto no es una opinión sino una realidad de la matemática estadística: Si se tira una moneda al aire infinitas veces saldrán tantas caras como cruces. Por la misma teoría, si viviéramos eternamente todos seríamos alguna vez Ghandi y Hitler, y Santa Teresa de Calcuta y Leopoldo II de Bélgica, y Jesucristo, y un mendigo borracho y Rockefeller, y hasta algún don nadie. Y todo ello sin dejar de ser una sola persona, porque en cada hombre están todos los hombres, y porque potencialmente cada uno de nosotros puede ser cualquier cosa.

Pero afortunadamente el tiempo vital no es infinito y el juego consiste por tanto en ser alguien mientras dura la aventura:  

¿Quién quieres ser?
¿Por qué no empiezas ahora a trabajar en ello?
¿Qué hay más importante que ser quien quieres ser?
¿Con qué infraproyecto te están engañando para que creas que el de ser tú mismo se puede postponer o ignorar?
¿Eres un cobarde o simplemente eres tonto?

La vida es terrible porque es finita pero es maravillosa por la misma razón. Tiene el irresistible atractivo del que acaba de llegar y del que se está yendo. Así también, el Hombre es un ser extraordinario por su potencial pero despreciable por su conformismo.

¡Humano, estás condenado a vivir! ¡Escupe de una vez tus ridículos miedos y deja de atragantarte de cobardía. La vida del más allá es una patraña precocinada para dar validez a un pagaré de felicidad que en realidad nunca cobrarás!

Si no te atreves a ser o si te has puesto la corbata del don nadie y te ves elegante, deberías ser polvo inerte. La moneda que cae de canto es que no quiere jugar. Sal de ti al universo y no te escondas más porque toda verdad silenciada se vuelve venenosa; ¿por qué no cuentas la tuya ya?

sábado, 25 de octubre de 2014

Historia de la lanza que quería ser escudo


Cansada de desgarrar tejidos, de clavarse en los corazones, de vencer batallas y de bañarse en sangre, la lanza renegó de su éxito y - aun consciente de su arrollador poder- empezó a odiar la violencia y pensó que una actitud más noble sería sólo defender.

Entonces miró al escudo y como él quiso ser porque le parecía más digno proteger.
Se dobló, se plegó, serpenteó y hasta se partió, pero no lo pudo conseguir, pues para transformarse se tenía previamente que destruir. 
Se fundió, pues, y la fragua recreó un escudo con lo que antes lanza fue. 

Orondo ahora, se sentía honrado con defender, hasta que cansado de tanta guerra y tanto impacto sobre él empezó a pensar si no sería mejor ser otra vez lanza para acometer en lugar de escudo para padecer.

Y el brazo que lo blandía, sintiendo sus cuitas le consoló:
“No te culpes, escudo o lanza o lo que quiera que seas, por no saber lo que quieres ser. Yo, por ejemplo, soy humano, guerreo y muero por vencer y ni siquiera sé por qué la guerra es". 

martes, 14 de octubre de 2014

Personas


Recapitulando sosegadamente, casi diría que asépticamente, es decir, sin involucrarme demasiado en los recuerdos, sólo intentando entenderlos, me doy cuenta de que las etapas más significativas de mi vida tienen nombre de persona y sólo apellidos secundarios de lugar y circunstancia. Por supuesto todo está relacionado, porque las personas que conocí eran como eran por el lugar y las circunstancias en las que las conocí, pero el puntero que al final queda en mi mente, el verdaderamente poderoso y determinante, señala a las personas.

Casi a la misma altura en cuanto a las fuentes de aprendizaje situaría los libros leídos, pero eso al fin y al cabo es como hablar de personas, ya que los lugares y las circunstancias no saben escribir y las ideas no son ideas hasta que alguien las concibe y las comparte, ya sea actuando, hablando o escribiendo.  

De la enorme variedad de personalidades con las que he tenido la oportunidad de compartir algo, y de la más o menos importante herencia que haya podido tomar de ellas y ellas de mí, he llegado extraer algunas ideas que bien podrían parecerse a conclusiones en cuanto a lo que me parece importante a la hora de seguir creciendo y favorecer el crecimiento ajeno en este juego sin instrucciones de duración indeterminada y finalidad velada que es la vida.

A todos nos gusta el halago. Nos gusta incluso aunque venga de alguien a quien no apreciamos en absoluto. Cuando se trata de una adulación, las palabras que nos dedican entran en nuestro entendimiento bailando dulcemente sobre una alfombra roja. De hecho cuando un imbécil me dedica un halago, ya no me parece tan imbécil. Esto me deja muy claro que hablar bien de los demás es una de las actividades más emocionalmente rentable e influyente que se pueda considerar.

Por otra parte, a la mayoría nos hiere que hablen de nosotros injustamente o con superficialidad, y en general decimos “a mí me da igual lo que digan de mí” con la misma sinceridad con la que los dentistas dicen “no te preocupes, que no te va a doler”.

Como en todas las actitudes, aparecen conceptos nuevos con el abuso. Así por ejemplo, hablar siempre bondades ajenas convierte la amabilidad en peloteo, y escuchar y considerar todo lo que dicen de nosotros transforma la atención en dependencia, pero hay un lugar en el pico de una montaña de la cordillera de nuestro yo donde se puede sentir que la incandescencia de la censura calienta pero no quema y donde el viento del halago acaricia pero no marea. Ese pico se llama equilibrio y todos sabemos dónde está, aunque sólo los más ágiles pueden ponerse de puntillas sobre él para disfrutar las lisonjas sin ensoberbecerse, para dedicar amables palabras incluso a quien con justicia más merecería ásperas reprensiones, y para ignorar a quien por enfermedad -el pesimismo- sólo habla de lo que falta.

En última instancia todo consiste en una escalada a esa cima, en un esfuerzo mental de lucha entre contrarios: querer puede ser ignorar el odio, agradar puede ser sólo no desagradar, y ser sincero puede consistir simplemente en no hablar. De hecho, las más profundas verdades son inefables; por eso se dicen callando. 

jueves, 9 de octubre de 2014

Saber


Conocer es al entendimiento lo que coger es a las manos. De hecho, tal es la semejanza entre conocer y coger que a ambas cosas podemos referirnos como aprehender. 

Hay gente que aprieta muy poco lo que coge y se les cae, y otros que aprietan tanto que lo rompen y se quedan con menos que si no hubieran cogido nada. Los primeros por flojos y superficiales y los segundos por brutos y dogmáticos, ninguno saborea la esencial naturaleza del saber que es compartir preguntas.

Los hay que consideran que saber es poder decir lo suficiente como para impresionar a primera vista a un par de crédulos neófitos, y los hay que saben tanto que prefieren no decir nada para no adulterar con simplicidades mal escuchadas la profundidad del conocimiento que tienen.

Los hay también -aunque son los menos- que se dan cuenta por lo mucho que saben de que en realidad no saben nada, y los hay así mismo que no saben no saber y por eso compiten permanentemente por demostrar que ya sabían, aunque se acaben de enterar.

Algunos mal entretenidos con esclerosis de entendederas se parapetan detrás de frases como “yo ya soy muy mayor para aprender”, cuyo efecto secundario más peligroso es la ranciedad. Y si de saber se trata, hay también algunos que todo lo quieren saber, pero no para entender sino para crear desentendimiento entre los demás; en este caso los conceptos se convierten en chismes y el saber en chismorreo.

En general, la actitud ante el saber y lo que uno entiende por saber determinan decisivamente nuestra visión de la vida y nuestra personalidad. El miedo a las dudas nos aniquila y enrigidece, mientras que guardar el conocimiento en cajitas con una cerradura en forma de interrogación nos hace plásticos y permite que nuestro alma respire.

Saber no es atesoramiento de datos sino una actitud ante los datos que no se tienen, de la misma forma que cultura no es saberlo todo sino saber dónde está lo que no se sabe.

La vitalidad no se alimenta de lo que ya hemos visto sino del deseo de abordar lo que no conocemos, así que la vejez sólo sería pérdida de curiosidad; por eso pueden encontrarse jóvenes senescentes y viejos recién nacidos.

sábado, 27 de septiembre de 2014

Bellezas


En lo visible está el uso, en lo invisible la función; ¿por qué sólo vemos lo visible?

De todas las estrellas que hay, ¿cuál miras cuando aparece una fugaz?

¿Hacia dónde va la vista en un mosaico en el que falta una pieza?
¿Por qué el agujero, sin ser nada –siendo literalmente un “no ser”- conquista todas las retinas?

¿Es menos agua la de un estanque que la de una cascada?
¿Por qué bebo de la primera pero admiro la segunda?
¿Por qué me rindo ante las bellezas que alegran la vista y me peleo con las que de verdad rinden la voluntad y satisfacen la necesidad?

Deseamos que nos vean como estrellas fugaces, piezas que se rebelan contra su mosaico, valientes temerarios y agua que vuela, pero necesitamos beber en una orilla tranquila, valentía con licencia para cobardear y un cielo cosido de estrellas fijas para podernos orientar. 


PS: A continuación dejo un enlace al blog de un amigo que ha venido a verme unos días a Tanzania: 
http://periodismoescueto.wordpress.com/2014/09/27/cosas-que-hacer-en-tanzania/

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Lluvia vegetal, miedo cerval




El techo de mi habitación es de asbesto, y como hay muchos árboles altos alrededor, cuando hace viento se caen las hojas sobre él y suena a lluvia. Cada noche me acuesto con el sonido de la lluvia de hojas y cuento las ideas que se posan en mi almohada con las hojas que escucho llover. Es un sonido hipnótico, paradójicamente irregular pero cadencioso. Es al oído lo que las llamas de la hoguera a la vista: llamas y lluvia son una pasarela para que las ideas se vayan desnudando y acomodando en mi subconsciente para hacer una orgía onírica mientras mi consciencia prejuiciosa y pretenciosa se deshace de cansancio y se va sin despedirse.

Anoche, medio dormido, con la orgía medio empezada y el conocimiento medio borrado, sentí crepitar misteriosamente las bolsas de plástico de la habitación en las que guardo cosas de las que no me acuerdo. Quizás llevado por lo que alguna vez antes he visto, por el entorno natural en el que vivo, o por los miedos del que duerme -pues no hay nadie más indefenso que el que se entrega al sueño- pensé que el ruido estaba provocado por una serpiente, y me lo creí.
Pensé que la habitación estaba llena de serpientes, y me lo creí.
Soñé que me mordían, y lo sentí.
Soñé que mis brazos y piernas se convertían en serpientes y que yo mismo era una serpiente, y lo viví.

Al despertarme, con la orgía terminada y la consciencia otra vez sentada en el trono de mi propio yo, vi un inofensivo y gracioso sapo que me miraba fijamente desde el otro lado de la mosquitera.

“Así que serpientes, ¿eh?”–me dijo riéndose batraciamente-. "Cuentas tus ideas por hojas llovidas y yo cuento tus miedos por serpientes soñadas. Todavía te quedan muchas por decapitar".

“¡Será cabrón el sapo listillo!” –pensé-. Y a continuación, de verdad, desperté.

domingo, 31 de agosto de 2014

Masajista de neuronas


Soy un árbol que en vez de raíces tiene pájaros que vuelan tierra adentro, unos pies-patria que reivindican su dependencia allá donde me llevan, y unas alas con pico-lápiz que hacen nidos de pensamientos para criar ideas nuevas que enraícen mis planeos subterráneos.

Soy un viajero con un objetivo imposible y me muevo buscando alguien que crea que puedo conseguirlo, un proyecto de artistita apóstata de su ego que pretende hacer de su vida una obra de arte con remiendos, y un torno que tuerce seda tejiendo calcetines de lombriz y formando madejas de recuerdos.

Soy un sostenerme en una caída libre, un imposible tangible, viento en una cueva, un consenso de cincuenta billones de células sin abstenciones ni votos en contra, y un Hombre de Vitruvio desmedido con el ombligo en un extremo.

Soy una flor metálica que espera ser polinizada por el insecto-aire para entender lo que es el aroma, un tejo que muere eternamente porque no deja de resucitar, y un error de Matrix por reprogramar.

Soy masajista de neuronas y una ilógica aplastante. Se me mide exactamente con estimaciones y se me entiende con precisión compartiendo mis preguntas; si me respondes, me matas.

lunes, 18 de agosto de 2014

Canturreos de un pájaro transparente


He visto acercarse un pájaro transparente de vuelo irregular que se ha posado en el alféizar de mis pensamientos. Me ha pedido que lo dibuje, pero cuando iba a empezar ha aleteado un adiós silencioso sin mover el aire y se ha vuelto a alejar.
¡Inspiración! –ha piado su nombre.
¡Quién sabe cuándo se volverá a posar!

Llevo siempre un pico encima para utilizarlo con sosegada violencia contra los tabúes que encuentro dentro de mí. Detesto las puertas cerradas entre nube y nube.

Mis cogitaciones juegan con lo infinito y lo eterno, pero mi cuerpo es limitado y caduco, así que mis ideas no son mías porque no caben en mí. Decir que una idea es propia es como decir que un pescador crea peces.
En el cerebro del Hombre sólo cabe una caña que se llama curiosidad y su alma no es sino un cebo para pescar que se llama necesidad.
El mar, lo que de verdad es el mar, eso está fuera y es otro cantar. 

jueves, 14 de agosto de 2014

Puntitos de vistita


Para algunos American Beauty es una película sobre un señor al que le gusta la amiga de su hija, el Quijote un libro sobre un chalado que tiene un amigo gordo y no sé qué de unos molinos, y la vida una cosa que pasa antes de morirse. 
Son puntitos de vistita. 

Promesa electoral
¡Prometo regular el tránsito de luz en la Vía Láctea y multar a los meteoritos por exceso de velocidad cósmica. Tenemos que conseguir que nuestra galaxia sea un lugar tranquilo en el que se respeten los derechos básicos gravitacionales y ópticos de toda la materia! 
Las he escuchado más absurdas que esta. 

Llamo a declarar
A las drogas, el sexo, el desierto de ideas, los altos índices de frivolidad, la endogamia intelectual, el amor, la lima del tiempo y el dinero. Estoy seguro de que alguno de ellos tiene que ver con este caso. 
Da igual el caso que sea. 

Con red se perdona mejor
Quien necesita entender para perdonar tiene un perdón con micropene porque limita la grandeza del perdón a la pequeñez de sus entendederas. 

sábado, 9 de agosto de 2014

Autorretrato con letras



Las mejores fotos se hacen con la retina, y el mejor Photoshop es el cerebro. No hago muchas fotos (con cámara, se entiende), pero a menudo intento dibujar con palabras los trazos rugosos que mi memoria guarda sobre las cosas que he visto. 

La paleta de colores está hecha de otras imágenes o de cosas que he escuchado, leído o pensado, así que mezclando unas con otras voy dando brochazos a la idea que quiere parirse en mi interior.

A veces la imagen primera sobre la que trabajo no es una realidad antes vista sino un deseo, o una frustración, o un sueño, o la sala de espera de un sueño, o todo a la vez, por eso a través de la escritura uno puede transcender siendo otro. Leyendo se pueden vivir vidas ajenas; escribiendo, se pueden crear.

Cuando me pregunto por qué escribo se me ocurren varias respuestas. Supongo que por una parte está la presunción de que me lean: a todos nos gusta que nos escuchen cuando decimos algo, incluso a los que sólo dicen tonterías, entre los cuales, a ratos, me incluyo. Por otra parte, me gusta la idea de tener un archivo de lo que pasa por mi mente, y de no escribir no lo tendría; releerse es como mirarse al espejo y lo gracioso es que a veces no te reconoces. 

O quizás la razón última de escribir sea que quiero seguir siendo cuando deje de ser, o sea, que quiero transcender. Escribiría, pues, por instinto de supervivencia, ya que escribiendo se acerca uno a la inmortalidad, aunque la mejor forma de ser inmortal es no haber vivido nunca. Como no puedo no vivir, porque confieso que he vivido, me automedico: escribo

"Me automedico: escribo", es una frase de Neorrabioso.

martes, 5 de agosto de 2014

¿Real u onírico?


Es tan alternativo el mundo en el que ahora vivo con respecto al mundo en el que vivía antes que no sé si este es un sueño de aquel o si aquel es una pesadilla de este.

Digo sueño porque no acabo de convencerme de que sean reales estos atardeceres solitarios en los que cada día acuesto mis ideas de colores, ni de que sea verdad que utilizo el mismo vaso de plástico para beber, enjuagarme, afeitarme y ducharme. Creo que debo estar soñando porque no me explicaría si no que todos a mi alrededor sean negros y no hable sino una legua bantú que antes de acostarme para empezar el sueño ni siquiera sabía que existía.

O quizás sea esta la realidad y lo único soñado sea la pesadilla de que algún día estos atardeceres circulares multicolor se transformen en una habitación con vistas a un semáforo, el vaso de plástico en conversaciones de plástico que no concluyan en nada plástico, y los negros y la lengua de la selva con la que habla la naturaleza pasen a ser ectoplasmas transparentes con maletín que negocian en una lengua oscura cómo repartirse la deforestación de un bosque de árboles que nacen en el cielo para construir muebles en los que encerrar pensamientos libres.

¿Qué es real? ¿Qué es onírico? ¿Sueño o soy el sueño de alguien?