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No tenía fuerzas para rendirme, así que decidí emprender activamente una búsqueda eidética, es decir, de lo esencial. Pensé que el cambio que afrontaba merecía un decorado literario, y de ahí el blog. En él reflejo pensamientos, reflexiones y emociones que he vivido durante mi estancia en Tanzania enseñando inglés y suajili a niños de preescolar en un colegio rural de la organización Born To Learn, en India como profesor de francés para la Professional School of Foreign Languages de la Fundación Vicente Ferrer, y actualmente en Malí cooperando con CONEMUND en proyectos de seguridad alimentaria y equidad de género. Mi objetivo cabe en una palabra: Compartir.

jueves, 25 de febrero de 2016

La pepita y el ordenador


El otro día, a cuento de nada, discutía con otra persona sobre si un mosquito tiene inteligencia o no. Para mí la cuestión estaba y está bastante clara, y para mi contertulio también, aunque ambas opiniones son contrarias. 'Si un ser humano pudiera construir un controlador de vuelo con las mismas prestaciones que las que tiene el cerebro de un mosquito –afirmaba yo- probablemente sería declarado como el hombre más inteligente del mundo.' 'Un mosquito –me decía la otra persona- no piensa ni habla, así que de inteligente nada.'

Hoy, pensando en mis argumentos y en los suyos, he llegado más lejos en mi enfoque. Resulta que estaba trabajando con el ordenador comiéndome gustosamente una naranja, y mientras masticaba me he encontrado en la boca con una pepita. En vez de escupirla, la he cogido delicadamente y la he puesto encima del teclado. Al hacer esto me he dado cuenta de que el asunto de la inteligencia del mosquito no era más que un caso particular de una pregunta que puede ser aún más abierta: ¿dónde hay más inteligencia, en una semilla de naranjo o en un ordenador?

Y mirando a los dos detenidamente -al ordenador y a la semilla, a la semilla y al ordenador- la respuesta ha volado como un pajarico hacia mi corazón y ha fecundado mi alma con la gracia de un colibrí. Cuando experimentas esa polinización de la verdad no tienes dudas porque tampoco tienes preguntas, y además el verbo molesta, pero aun así me pregunto: ¿es que de verdad hay alguna duda?

Me he dedicado a plantear esta pregunta 'por ahí', y parece que sí, que en general hay dudas. Y lo peor no es cuando hay dudas, sino cuando no las hay, ya que muchísima gente está convencida de que un ordenador, o un iPhone, o lo que sea que haya hecho el hombre alberga más inteligencia que una semilla de cualquier fruto. Es más, hay muchas personas que ven la comparación como una estupidez por muchas razones: a través de la semilla no se puede hablar con otra persona, la semilla no muestra vídeos, no calcula, no puede conectarse a internet... En resumen, que al igual que el mosquito, la semilla no piensa ni es un producto del pensamiento humano, así que no puede ser inteligente.

He constatado que la mayoría de la gente tiene una idea de inteligencia puramente racional y localizada, es decir, relacionada sólo con la capacidad de pensar. Así pues, concluyen que no puede haber inteligencia en algo que no tiene cerebro. ¿Es esto así? A mí me parece que negar la vastísima –en realidad infinita- inteligencia que nos rodea y compone es un sinsentido como lo sería que los dedos de una mano negaran la mano misma en la que están y que ellos mismos conforman. ¡No creemos en las manos, gritaron los dedos! ¿Qué clase de 'paranoia digital' sería esa?

¿Es que construir un ordenador requiere inteligencia pero crear un árbol no? Un ordenador es un ejemplo sublime de lo que es capaz la mente humana, la mente humana es un ejemplo exquisito de lo que es capaz la vida, y el debate que nos ocupa sobre la semilla y el ordenador es una demostración clarísima de lo poco que leemos dentro de las cosas y de lo muy enganchados que estamos a considerar que sólo hay inteligencia en las ideas, los pensamientos y la actividad cerebral. Llama la atención cómo a una de las más grandes maravillas de lo que existe le cuesta tanto reconocer las maravillas de lo que existe. No te líes, humano, la inteligencia está por todas partes, y eso hasta un mosquito lo sabe.