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No tenía fuerzas para rendirme, así que decidí emprender activamente una búsqueda eidética, es decir, de lo esencial. Pensé que el cambio que afrontaba merecía un decorado literario, y de ahí el blog. En él reflejo pensamientos, reflexiones y emociones que he vivido durante mi estancia en Tanzania enseñando inglés y suajili a niños de preescolar en un colegio rural de la organización Born To Learn, en India como profesor de francés para la Professional School of Foreign Languages de la Fundación Vicente Ferrer, y actualmente en Malí cooperando con CONEMUND en proyectos de seguridad alimentaria y equidad de género. Mi objetivo cabe en una palabra: Compartir.

sábado, 21 de julio de 2018

Espíritu


Quizás el concepto de “energía” sea al mismo tiempo el más fácil y difícil de definir. El más fácil porque todo, absolutamente todo, es energía, y el más difícil por la misma razón, es decir, porque es imposible no utilizar algo que no sea energía para definir la propia energía. En cuanto a la clasificación, es de esperar que sea variada, prácticamente interminable. A continuación va una lista de tipos, que seguramente no son todos, para dar una idea de lo surtido de este fenómeno: eléctrica, lumínica, mecánica, térmica, eólica, solar, nuclear, cinética, potencial, química, hidráulica, sonora, radiante, fotovoltaica, iónica, geotérmica, mareomotriz, electromagnética, hidroeléctrica, magnética, calorífica y hasta metabólica, de la cual cada uno de nosotros representa una pequeña central.

Pero para mí lo verdaderamente abrumador de todo esto no es la globalidad ni la taxonomía tan amplia del concepto. Lo que de verdad me parece asombroso es que independientemente de la clase de energía que se esté considerando, cada una puede convertirse otra, es decir, que es siempre posible pasar de un tipo de energía a otro. Esto que todos sabemos desde pequeños y que tenemos sucintamente asimilado en el famoso y vulgarizado principio de conservación de la energía según el cual ésta no se crea ni se destruye, sino que sólo se transforma, encierra maravillas acerca de las cuales quiero reflexionar a continuación de una manera eminentemente física, un poco metafísica y un mucho espiritual con el siguiente ejemplo. A saber:

Cuando el agua de un río cae y en su caída mueve una turbina hidráulica -es decir, un molino- el molino gira. Si éste en su giro hace mover un imán en las proximidades de una bobina, entonces se produce el efecto hidroeléctrico, es decir, que se genera electricidad a partir de la fuerza del agua al caer. Los detalles físicos de este proceso, la maravillosa Ley de Lenz involucrada en él y las ecuaciones correspondientes las obvio porque nada van a aportar a la reflexión que pretendo hacer ahora. De hecho, no me hace falta profundizar más porque lo que acabo de describir me parece ya de una enjundia casi inabarcable. 

Analizando detenidamente lo que ha pasado, resulta que el agua al caer se ha convertido en un montón de electrones. El agua, sí, el agua, lo que bebemos, lo que cae del cielo, lo que forma los ríos, donde nos bañamos, lo que compone nuestro cuerpo en un porcentaje de aproximadamente el 75% ha dado lugar, simplemente dando un salto y moviendo un molinillo, a electricidad, es decir, a un torrente de electrones que echan una carrera a una velocidad cercana a la de la luz a lo largo de un cable. ¿Cómo es esto posible? ¿Qué diría uno de esos electrones si supiera que está bailando al ritmo de una música que toca el agua?

Los ejemplos fascinantes que diariamente nos pasan por delante sin que le demos ninguna importancia ni nos llamen la atención sobre su maravillosa naturaleza son innumerables, tanto como los tipos de energía. Si encendemos la luz a partir de esa electricidad que hemos obtenido del molino, ¿no son fotones de agua lo que vemos? Y si al calor de la estufa eléctrica que nos calienta le tenemos que explicar de dónde viene, ¿de dónde sino del agua le tendríamos que decir que ha nacido? ¿Y qué nos diría el agua misma si le contáramos que no es gota, ni río, ni mar, ni lluvia, sino que es nube, o sea, gas? Y llegados a este punto, ¿cómo le explicamos al electrón que corre por el cable que, dado que el agua es nube y que él es agua, él también es nube y, por tanto, vapor? "¡Electrón apresurado, tenue y vaporoso, conócete: vienes del cielo, tu padre es el río y tu madre la mar!" ¿No alucinaría el electrón?

¿Y cómo le explicamos al Hombre que no es cuerpo, ni mente, ni tiempo? ¿Quién le dice que sólo es espíritu, que morir es lo mismo que nacer, y que esta vida no es sino una frase subordinada entre dos comas que pertenece a un discurso eterno e irrebatible? ¿Y cuántos milenios más cabe esperar que tarde en entenderlo? ¿Se lo cuento yo, exexcéptico entre los exexcépticos con la crisma rota y la mente vencida por la caída de un caballo de ideas cansado de tanto y tan velozmente cabalgar?

- 3 de septiembre de 2015 - 

viernes, 13 de julio de 2018

¿No os pasa?


No sé si a vosotros os pasa, pero a mí hay veces en que no sé qué que llevo dentro se despierta y es como si un volcán de energía desconocida erupcionara salvajemente, y siento entonces cómo el fuego recorre todo mi ser, y noto cómo me quemo, y ardo, y me fundo en lo que tengo a mi alrededor. Y de repente pierdo el sentido de la ubicación y dejo de verme como algo contenido en mi cuerpo y diferenciado del resto de las cosas, y dejo de apreciar límites entre los objetos porque todos me parecen los unos apéndices de los otros, pero todos el mismo. Y cuando en ese estado cierro los ojos, no veo oscuridad, sino partículas multiformes y multicolores que se asocian y se disocian, y que se juntan y se funden y se multiplican y reaccionan entre sí de manera ordenada según unas leyes que de manera inexplicable entiendo, pero no con el cerebro, sino con otra cosa que no sé lo que es, descentralizada pero propia y de todos a la vez. Y resulta también que sin saber por qué me entran muchas ganas de llorar de alegría, como si hubiera descubierto que no hay nada que descubrir porque todo está en mí. Y cuando estoy así soy tan feliz -sin verdaderamente entender nada de lo que me pasa- que me veo por todas partes, me entran unas ganas enormes de amarlo todo, y en los perros veo hermanos, en las plantas mi sangre, en los pájaros mi deseo, y quiero besar serpientes y abrazar leones y nadar con tiburones, y el tiempo desaparece, y como siento tanta paz y nada me preocupa creo que algo dentro de mí se asusta -quizás mi ego, que no se encuentra- y a continuación, de repente, el volcán se apaga, empiezo a ver objetos diferentes, a discriminar sistemáticamente todo lo que hay a mi alrededor y a sentirme como algo separado de todo lo demás, y luego aparece alguien sin cara con cuerpo de reloj que me da mucha tristeza y me dice que ahí estamos, el mundo y yo, y que nos tenemos que pelear, a ver quién gana. Y ya de vuelta a la realidad de las fronteras paso a pensar en lo que estaba sintiendo antes, pero como ya no lo entiendo, ni lo recuerdo bien, ni puedo explicarlo con precisión me acabo convenciendo de que era irreal. El mundo de los objetos múltiples -éste- me dice que deje de pensar tonterías y de escribir cosas que van a hacer creer a los demás que me drogo, y que además van a preocupar a los que me quieren. Así que me olvido y me voy, pero cruzo los dedos y me miro de reojo deseando volver. ¿No os pasa?

- 20 de Agosto de 2015 -