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No tenía fuerzas para rendirme, así que decidí emprender activamente una búsqueda eidética, es decir, de lo esencial. Pensé que el cambio que afrontaba merecía un decorado literario, y de ahí el blog. En él reflejo pensamientos, reflexiones y emociones que he vivido durante mi estancia en Tanzania enseñando inglés y suajili a niños de preescolar en un colegio rural de la organización Born To Learn, en India como profesor de francés para la Professional School of Foreign Languages de la Fundación Vicente Ferrer, y actualmente en Malí cooperando con CONEMUND en proyectos de seguridad alimentaria y equidad de género. Mi objetivo cabe en una palabra: Compartir.

domingo, 27 de julio de 2014

Los baobabs son neuronas vegetales


Los viajes en el tiempo existen, como existen también los viajes a ningún momento. Por ejemplo ahora escribo desde un punto indeterminado del pasado, y sé que es pasado porque puedo ver cómo se despiertan los recuerdos a mi alrededor.

En la puerta de mi casa me esperan gallinas y cabras mirándome como si les debiera dinero, y también un par de perros sin nombre que me acompañan a coger agua al río; de camino, las escuálidas vacas interrumpen indolentemente su cansino pacer para dedicarme un insonoro saludo matutino con su mirada. Desde que me ducho en cuclillas con un vaso de plástico me siento pescador de detalles, y se me escapan pocos, por quietos que estén y pequeños que sean. Creo que mi propia vida se está convirtiendo en un gran detalle.

¿O quizás estoy en un punto indeterminado del futuro? Nunca había visto antes estos baobabs; son inmensas neuronas vegetales con un denso telodendron de preguntas lanzadas al aire, como si la Tierra misma quisiera también saber el porqué de las cosas.

Me he venido a vivir al rincón rural más surrealista de Tanzania para nadar en una independencia con tintes de soledad que, sin embargo, me acompaña de recuerdos y preguntas sobre mi futuro -ese con el que hace tiempo que no me hablo-. Es difícil sentirse solo cuando todos los niños quieren hablar contigo. Nunca antes mi nombre ha sufrido tal desgaste, ni mi ego -ese con el que intento no tratar- tantas caricias. Pasearme por las calles de Newland es como mover un poderoso imán entre virutas de metal que sonríen.

No faltará quien considere este viaje-búsqueda como una cobarde huida, ni quien no vea lo enriquecedor de la experiencia sólo porque viene servida con un cascarón de aparente miseria, pero para los ciegos que no ven más allá del cascarón y para los que sólo viajan con la opinión montados en un "pero" que siempre esconde sus miedos y ensombrece las valentías ajenas también tiene El Quijote, ese viajero atemporal, un jugoso párrafo de desquite:

"No te enojes, Sancho, ni recibas pesadumbre de lo que oyeres, que será nunca acabar. Ven tú con segura conciencia, y digan lo que dijeren; y es querer atar las lenguas de los maldicientes lo mismo que querer poner puertas al campo. Si el gobernador sale rico de su gobierno, dicen de él que ha sido un ladrón, y si sale pobre, que ha sido un parapoco y un mentecato".

domingo, 6 de julio de 2014

Los números de lo imposible


Si nos creemos la teoría del Big Bang, o, por decirlo más vulgarmente, si nos creemos que esto empezó un día y terminará otro, o incluso si aceptamos que el Universo es eterno (lo cual resulta en sí increíble porque no pienso que nuestro entendimiento pueda verdaderamente asumir la idea de eternidad, como no pienso que pueda hacerlo con la de infinitud de ningún tipo), en cualquier caso, podemos hacer un sencillo cálculo para tener idea de nuestra ridícula potencialidad. Me explico:

El Universo llevaría expandiéndose algo así como 13.700 millones de años, la Tierra se habría formado hace unos 5.000 millones años, y el ser humano -quizás por entonces más humano que ahora- habría empezado su bipedación hace unos 2 millones de años. Ni que decir tiene que estos datos son aproximados. Sería de una presunción casi molesta, incluso científicamente, defender estas cifras como atinadas más allá de una mera suposición dentro de una mera teoría. Me parecen, sin embargo, números interesantes para hacer el siguiente razonamiento y ulterior cálculo. Por favor, que nadie de los que se tienen por "de letras", se me espante, ya que la idea es tan fácil de entender, como rotunda es la conclusión que de ella se saca. 

Si el Hombre pretendiera entenderlo todo, así, a secas -todo- entonces debería ser capaz de entender lo que ha pasado desde que el Universo es como es. Eso quiere decir que en el tiempo que el hombre lleva existiendo, que son 2 millones de años, deberíamos saber ya lo que ha pasado en estos 13.700 millones de años anteriores. Por decirlo de otra manera, cuando el primero de nosotros apareció aquí las calles cósmicas ya estaban puestas hace más de una decena de millones de años.  Si dividimos un número entre otro nos sale un ratio de 6.850 (13.700/2=6.850). Es decir, que la especie humana tendría que abarcar un espacio temporal de conocimiento que dura 6.850 veces su propia existencia para poder decir de verdad que sabe dónde está, quién es y de qué va todo esto. 

Para entender con un ejemplo lo que esto significa, supongamos ahora que la vida de un hombre dura 100 años. La estimación es generosa, y la suposición de que ese hombre quiera saberlo todo sobre su propia vida lo es más, pero incluso así para el razonamiento que me propongo me valen suposición y estimación.

Si la edad del Universo es 13.700 millones de años, la edad del Hombre como especie 2 millones de años, y por tanto el ratio entre ambos números 6.850, entonces para el Hombre intentar saber todo lo que ha pasado desde el Big Bang hasta hoy es como como para una persona que va a vivir 100 años saberlo todo sobre su propia vida con sólo 0.014 años (100/6.850=0,014). Así pues, es tan razonable esperar que alguien en concreto, o el Hombre como especie, lo sepa todo, así, a secas -todo- como que a un bebé de unos días le hagamos preguntas sobre lo que es, por ejemplo, una deuda hipotecaria, cómo se hace una raíz cuadrada o en qué consiste una sinapsis y nos dé respuestas correctas sobre ello. Aparte de que sería un bebé muy listo resultaría muy repelente, y desde luego daría mucho miedo. 

Quizás no habría sido necesario sacar estos rimbombantes números a colación ni hacer un par de divisiones para demostrar palmariamente que sólo podemos aspirar a ser una nonada cósmica, pero ya llegados a este punto se me ocurre un recomendable imperativo sobre la actitud a seguir ante esta imposibilidad cognitiva: 

Desconfía del que dice saber la verdad (aunque sólo sea por las razones temporales arriba expuestas), sigue al que dice que la está buscando. La enjundia del juego no está en llegar a saberlo todo porque esa estrella es inalcanzable, sin embargo perseguirla puede ser apasionante; si eres humano nunca podrás visitar una estrella, pero sí te podrás guiar por ella.