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No tenía fuerzas para rendirme, así que decidí emprender activamente una búsqueda eidética, es decir, de lo esencial. Pensé que el cambio que afrontaba merecía un decorado literario, y de ahí el blog. En él reflejo pensamientos, reflexiones y emociones que he vivido durante mi estancia en Tanzania enseñando inglés y suajili a niños de preescolar en un colegio rural de la organización Born To Learn, en India como profesor de francés para la Professional School of Foreign Languages de la Fundación Vicente Ferrer, y actualmente en Malí cooperando con CONEMUND en proyectos de seguridad alimentaria y equidad de género. Mi objetivo cabe en una palabra: Compartir.

miércoles, 22 de enero de 2014

Dibuja algo, lo que quieras


“Dibuja algo, lo que quieras”, les digo a veces a los niños. El objetivo principal es sencillamente que cojan el lápiz y desarrollen la pericia necesaria para utilizarlo, porque para muchos de ellos es la primera vez que toman contacto con este instrumento, que, según he comprobado, puede cogerse de infinitas maneras.

Pero resulta que algunos de ellos cogen el lápiz, y lo cogen bien, pero no se atreven a dibujar nada. ¡Hay que ver el miedo que da el papel en blanco! Y lo interesante es que esto puede durar toda la vida.

En estas circunstancias de tan extrema virginidad escolástica una simple raya en diagonal ya daría que pensar sobre el niño, y no digamos un cuadrado, o un círculo. Dibujar un triángulo sería sorprendente, y si a alguno le diera por dibujar unas rectas paralelas o delimitar áreas tendríamos que pensar que viene con algún conocimiento de serie o capacidad intelectual innata digna de estudio.

El caso es que si se les propone un modelo, ya sea la raya, el cuadrado, el círculo, el triángulo o la forma que sea, su imitación es bastante fácil para todos. La diferencia radica ya en la ejecución de esa imitación, pero con la propuesta del modelo se pierde la espontaneidad de la creación libre. Me pregunto cuánto tiempo dura esta realidad del miedo a la creación libre en la mente de un niño. ¿Podría durar hasta su vejez?

Hay entendimientos que se llenan como sacos, pero que no tienen procesador alguno.
Hay morales que tienen dos agujeros caprichosamente prediseñados: lo que se ve mirando por uno se llama bien, y lo que se ve mirando por el otro se llama mal. Y punto.
Hay vidas que sólo tienen infancia, adolescencia, edad adulta, vejez y muerte, sin ninguna interconexión entre una etapa y otra, y con poca infancia durante la infancia, y sin infancia durante la edad adulta.
Hay cerebros para los que la rentabilidad es una cosa que sólo se puede expresar con los números que aparecen en los billetes. 

Hay tantos modelos prediseñados para el entendimiento, la moral, el itinerario que debe seguir la vida, y la rentabilidad de nuestra existencia, que resulta difícil hasta encontrar papel en blanco. Casi todos vienen con cómodos modelos para imitar. 

“Vive algo, lo que quieras”, les digo a veces a los adultos. El objetivo principal es que cojan su vida y dibujen algo, lo que sea, pero sin seguir la línea de puntos. Si algo viene retractilado, no es libertad. 

jueves, 16 de enero de 2014

Mister Robot


Después de un mes de trabajo regentando el hostal en el que paran los backpackers que van a subir el Kilimanjaro, el Mont Meru, o cualquiera de las montañas que dibujan esa cordillera que parece una "dentadura rota de gigante" (tal y como la describió Javier Reverte), los turistas que van de safari -algunos para verlo a través de la pantalla de su cámara, olvidándose de que los animales están verdaderamente al otro lado- y los voluntarios que colaboran en este proyecto educativo en el que estoy inmerso, tenía muchas ganas de ver qué emociones había incubado mi ausencia en el corazón de los niños durante estos meses de alejamiento de la escuela. 

Al volver al colegio se repitió la escena de la carrera de niños detrás de la furgoneta, como escoltas sin pinganillo y con sonrisa compitiendo entre ellos para ver quién era el primero en darme un abrazo, y se repitió también que mis brazos y piernas se convirtieran en lianas de las que se colgaban varios de ellos, peleándose por una parte de mi cuerpo a la que poder engancharse, pero hubo algo que no se repitió porque era la primera vez que ocurría, y era que me di cuenta de que mi personaje me había devorado. 

"¡Mister Robot, mister Robot, mister Robot!"- decían todos. 

Durante mi primera etapa aquí se me ocurrió inventar un personaje para dar clase de inglés, y pensé que hacer de robot sería muy útil porque entre otras cosas entretenía y podía hacer alusión a todas las partes del cuerpo teniéndome a mí mismo como referencia. Mis movimientos enrigidecidos, grotescos en cierto modo, llamaban mucho la atención de los niños, pero lo que yo no sabía es que que aparte de constituir un interesante recurso mnemotécnico y de entretenimiento, resulta que me estaban bautizando. 

En la escuela me conocen por Mister Robot, y poco importa mi nombre verdadero porque en verdad aquí y ahora mi nombre es ese. Y muy difícil veo que deje de serlo, porque es uno de esos motes que se intuye son para siempre, y aunque ya nunca más vuelva a hacer el robot, cosa que por otra parte es imposible, nunca dejaré de serlo, aunque el porqué se sumergiera en el pozo del tiempo. 

Yo soy Mister Robot, y desde la artificialidad de mi nombre he vuelto para convertirme en naturaleza pura. Lanzo rayos de conocimiento, hago ruidos que suenan a sonrisa, y tengo energía infinita en mis pilas de ganas de aprender, que además se recargan enseñando. De pequeño quería ser superhéroe y tener superpoderes, y por fin lo he conseguido. 

domingo, 5 de enero de 2014

"Retinazos" tanzanos

Una de las razones principales del fracaso escolar de los niños tanzanos es que cuando tienen que acceder a la escuela secundaria se les examina en inglés, mientras que las clases que hasta entonces reciben son en suajili. No es que no sepan responder, es que no saben qué se les está preguntando porque no dominan el idioma en el que se les examina. Saber inglés bien es fundamental para evitar esto. 
¿Cómo se dice corazón en suajili?
Diríase que alguien ahí arriba está intentando dibujar algo con las nubes.
 Balones de trapo y botas de fútbol de las que no se gastan. 
Antes de ir a clase, los niños van a coger agua para llevar a sus casas. Colaboran en las tareas domésticas, y en las que no lo son tanto.

Estudiando suajili mientras esperamos el dala-dala, que es una furgoneta destartalada -normalmente atestada de gente- en la que vamos de Moshi a la aldea, y de la aldea a Moshi. Richardi, a mi izquierda, vive en Kikavu, otra aldea de los alrededores, y aparte del viaje en dala-dala hace solito caminando varios kilómetros para venir al colegio y para volver a casa. No recuerdo que haya faltado a clase ningún día, ni siquiera en época de lluvias.
 
Chula la mochila, ¿a que sí?




 El maíz que cultivamos, en cuya siembra y recogida también participan los niños, se utiliza para hacer un potaje con leche que se llama uji. La hora del uji es sagrada todas las mañanas. Yo tomo el mío, y parece que ese pajarillo que encontré detrás de la pizarra también quería picotear lo suyo. 

Ahí tienes una peluquería. ¿Te atreves a hacerte un arreglo?
Omnipresente Kilimanjaro, se mire desde donde se mire.
¿Qué anuncia este cartel? mmmmm...

Esta cascada tan espectacular está a menos media hora de Moshi, en las faldas del Kili. Por cierto, que una cosa que me sorprende mucho de esta gente es que cuando se casan se hacen las fotos de boda en las glorietas de la ciudad. Parece mentira que hagan eso teniendo estos parajes tan increíbles a un paseo de distancia. Supongo que a ellos lo que les llama la atención es el urbanismo, y a nosotros la naturaleza. Está claro que buscamos lo que no tenemos.

A falta de piscinas...

Me gustan los camaleones y la metáfora que sugieren.
Acabará en el plato, pero no creo que sufra porque no lo sabe. 
La dieta básica tanzana está compuesta de arroz, maíz, ternera, cerdo y cabra. 
También he comido cocodrilo, pero eso es menos habitual.

Vista del lago Natron (en la frontera entre Tanzania y Kenia). La parte seca de este lago es una enorme salina. Unos niños massai pasean hacia quién sabe dónde hablando de quién sabe qué. 

¿Hay o no hay navíos lejanos en los ojos de estos niños?


miércoles, 1 de enero de 2014

Desde, hasta...


Desde que viajo en alfombra mágica no tengo edad ni siento fronteras. 
Desde que sé que la luz blanca es de colores veo a todos los hombres en cada hombre. 
Desde que sé sumar he aprendido que todo más yo siempre da uno
Desde que creo en mí cuido de Dios como si fuera un bebé. 
Desde que río por dentro no tengo humor para enfadarme.
Desde que no tengo miedo me veo en las flores y en las abejas, y en el polen, y en el majestuoso vuelo del feo marabú.

Hasta que ya no haya alfombra, ni luz, ni suma, ni yo, ni risa, ni miedo, ni tiempo; hasta que me convierta en átomo eterno... seré momento en el Universo.