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No tenía fuerzas para rendirme, así que decidí emprender activamente una búsqueda eidética, es decir, de lo esencial. Pensé que el cambio que afrontaba merecía un decorado literario, y de ahí el blog. En él reflejo pensamientos, reflexiones y emociones que he vivido durante mi estancia en Tanzania enseñando inglés y suajili a niños de preescolar en un colegio rural de la organización Born To Learn, en India como profesor de francés para la Professional School of Foreign Languages de la Fundación Vicente Ferrer, y actualmente en Malí cooperando con CONEMUND en proyectos de seguridad alimentaria y equidad de género. Mi objetivo cabe en una palabra: Compartir.

miércoles, 26 de febrero de 2014

MOSI-OA-TUNYA



 Hay un lugar en el planeta en el que llueve hacia arriba.
Hay un lugar en África en el que una inmensa cabellera blanca de más de mil metros se agita al ritmo de la caída libre del agua enfurecida por no ser nube.
Hay un lugar en Zambia en el que una catarata se desnuda salvajemente y se convierte en humo, en humo que truena (Mosi-oa-tunya). 

Es un lugar paralizante. Aglutina en un kilómetro de anchura y cien metros de caída el poderío del cielo estrellado y del horizonte oceánico. 

Ahora que lo he visto y oído tronar puedo imaginar la cara que se le quedaría al propio Livingstone al encontrarse con tamaño capricho navegando por el, hasta ese momento, apacible río Zambeze. En ese punto el manso Zambeze se vuelve loco, se tira de los pelos, grita, se desencaja, salta al vacío, se suicida, muere y renace al mismo tiempo. El humo de su caída se convierte en vapor y resulta indistinguible su agua de las nubes que lo crearon, concentrando en un solo momento el origen, el final y el proceso mismo de su existencia, y de la del que lo admira.

En estas cataratas la Naturaleza te chilla al oído, te mira muy adentro y te zarandea. Es imposible no sentirla, no sobrecogerse. Es imposible no convertirse en estatua. Hasta el mismísimo arco iris se pliega, se humilla y se arrodilla a sus pies, acatando su papel secundario ante tanta magnificencia.

Hay un lugar en el planeta en el que la Naturaleza truena, barrita, ruge, habla y susurra a la vez un único mensaje: BE-LLE-ZA. 

domingo, 16 de febrero de 2014

Siesta tanzana


Siempre me ha gustado echarme la siesta. Después de comer me apetece tumbarme y quedarme traspuesto, y, si bien puedo echármela en cualquier sitio y no necesito demasiado acomodo físico para que me sea placentera, me gusta, eso sí, que sea un período en el que las preocupaciones y las ocupaciones se me vayan de la cabeza. Prefiero no pensar en nada. La sensación de ir perdiendo la consciencia y notar cómo me voy apagando me parece como planear. Me gusta esa anestesia autoinducida. 

Las que me echo últimamente son especiales: de cama, el suelo; de duración, un ratico; de postura, estilo libre; y de compañía, el jardín de infancia del colegio.

Decidimos que a los más pequeñitos les vendría bien descansar después de la comida, así que, dada mi experiencia y gusto por este tipo de gestiones -soy un gran sesteador- me ofrecí para supervisarles durante la media hora que duermen. 

Como me gusta involucrarme activamente en lo que hago, y más si se trata de descansar, yo me duermo también, así que me tiro en el suelo y ellos me rodean, también con postura estilo libre, hasta que formamos una especie de mosaico con una gran pieza blanca central y una veintena de piececillas negras alrededor. Parecemos una flor negra durmiente abierta. 

Cuando sueño, sueño con sus sueños, y cuando me despierto y me reubico mentalmente me doy cuenta de que estoy aquí para intentar que todos sean realizables. Yo no lo necesito porque ya vivo en uno. 

miércoles, 12 de febrero de 2014

Carta de desenterrador a cirujano


Querido amigu: 

A continuación te paso un trozo de cerebro de nuestro Frankenstein para que lo encajes como mejor veas. Responde a la búsqueda de ideales verdaderos, tema este que mencionas en el boceto que me pasaste. Esos ideales que la mayor parte de las veces son vistos como estupideces por quienes detentan el trono de la supuesta cordura. 

Resulta que estando Don Quijote en el castillo de los duques, compartiendo mantel con Sancho Panza, los propios duquesa y duque (que tanto se burlaron de caballero y escudero durante la segunda parte del libro) y un cura, en un momento dado la prosa reza así:

“El eclesiástico, que oyó decir de gigantes, de follones, y de encantos, cayó en la cuenta de que aquel debía de ser don Quijote de la Mancha, cuya historia leía el duque de ordinario, y él se lo había reprehendido muchas veces, diciéndole que era disparate leer tales disparates, y enterándose ser verdad lo que sospechaba, con mucha cólera, hablando con el duque le dijo:

   - Vuestra Excelencia, señor mío, tiene que dar cuenta a Nuestro Señor de lo que hace este buen hombre. Este don Quijote o don Tonto, o como se llame, imagino yo que no debe de ser tan mentecato como Vuestra Excelencia quiere que sea, dándole ocasiones a la mano para que lleve adelante sus sandeces y vaciedades.

Y volviendo la plática a don Quijote le dijo:

- Y a vos, alma de cántaro, ¿quién os ha encajado en el cerebro que sois caballero andante y que vencéis gigantes y prendéis malandrines? Andad enhorabuena, y en tal se os diga: volveos a vuestra casa, y criad a vuestros hijos, si los tenéis, y curad de vuestra hacienda, y dejad de andar vagando por el mundo, papando viento y dando que reír a cuentos os conocen y no conocen. ¿En dónde nora tal, habéis vos hallado que hubo ni hay ahora caballeros andantes? ¿Dónde hay gigantes en España, o malandrines en la Mancha, ni Dulcineas encantadas, ni toda la caterva de las simplicidades que de vos se cuentan?

Atento estuvo don Quijote a las razones de aquel venerable varón, y viendo que ya callaba, sin guardar respeto a los duques, con semblante airado y alborotado rostro, se puso en pie y dijo…
Pero esta respuesta capítulo por sí merece.

CAPÍTULO XXXII
De la respuesta que dio don Quijote a su reprehensor, con otros graves y graciosos sucesos.

Levantado, pues, en pie Don Quijote, temblando de los pies a la cabeza, como azogado, con presurosa y turbada lengua, dijo:

- El lugar donde estoy, y la presencia ante quien me hallo, y el respeto que siempre tuve y tengo al estado que vuesa merced profesa, de quien se debía esperar antes buenos consejos que infames vituperios, tienen y atan las manos de mi justo enojo. Las reprehensiones santas y bien intencionadas otras circunstancias requieren y otros puntos piden. A lo menos, el haberme reprehendido en público y tan ásperamente ha pasado todos los límites de la buena reprehensión, pues las primeras mejor asientan sobre la blandura que sobre la aspereza, y no es bien que sin tener conocimiento del pecado que se reprehende, llamar al pecador, sin más ni más, mentecato y tonto. Si no, dígame vuesa merced: ¿por cuál de las mentecaterías que en mi vida ha visto me condena y vitupera, y me manda que me vaya a mi casa a tener cuenta en el gobierno della y de mi mujer y de mis hijos, sin saber si la tengo o los tengo? ¿No hay más sino a trochemoche entrarse por las casas ajenas a gobernar sus dueños, y habiéndose criado algunos en la estrecheza de algún pupilaje, sin haber visto más mundo que el que puede contenerse en veinte o treinta leguas de distrito, meterse de rondón a dar leyes a la caballería y a juzgar de los caballeros andantes? ¿Por ventura es asunto vano o es tiempo mal gastado el que se gasta en vagar por el mundo, no buscando los regalos dél, sino las asperezas por donde los buenos suben al asiento de la inmortalidad? Si me tuvieran por tonto los caballeros, los magníficos, los generosos, los altamente nacidos, tuviéralo por afrenta irreparable; pero de que me tengan por sandio los estudiantes, que nunca entraron ni pisaron las sendas de la caballería, no se me da un ardite: caballero soy, y caballero he de morir, si place al Áltísimo. Unos van por el ancho campo de la ambición soberbia; otros por el de la adulación servil y baja; otros por el de la hipocresía engañosa, y, algunos, por el de la verdadera religión; pero yo, inclinado de mi estrella, voy por la angosta senda de la caballería andante, por cuyo ejercicio desprecio la hacienda, pero no la honra. Yo he satisfecho agravios, enderezado tuertos, castigado insolencias, vencido gigantes y atropellado vestiglos; yo soy enamorado, no más de porque es forzoso que los caballeros andantes lo sean, y siéndolo, no son de los enamorados viciosos, sino de los platónicos continentes. Mis intenciones siempre las enderezo a buenos fines, que son de hacer bien a todos y mal a ninguno. ¿Es esto de tonto y mentecato?”

Y el capítulo continúa, claro, pero hasta ahí llega lo que creo que puede interesarnos. Coge lo que mejor te parezca, que algo bueno en cuanto a la búsqueda de ideales ya tiene.

Cualquier idea que se te ocurra de la que se pueda escribir es más que probable que aparezca, sin estar traída por los pelos, en algún pasaje del Quijote. Tú dime, que yo busco en la memoria. Vamos a hacer un Frankenstein pensante y de movimientos gráciles. 

Un abrazo, amigu. 


PS: Seguimos desenterrando y cosiendo ideas. 

sábado, 8 de febrero de 2014

Seguridad



Como lágrimas en la lluvia, así se perderán en el tiempo mis vivencias y las tuyas. Los recuerdos no son más que recreaciones personales del pasado adecuadas a nuestro presente. Ningún recuerdo es fidedigno porque todos son copias de la impresión que el pasado hizo en nuestras emociones, y a cada recuerdo del recuerdo, a cada segundo que pasa tras lo que se imprimió en nosotros, hacemos una copia de una copia, y así sucesivamente vamos desliendo la idea en el más poderoso de los disolventes, el presente continuo y nuestra necesidad de concebir una explicación que nos satisfaga y, en determinados casos, que nos exculpe. 

Sólo algunos valientes guardan recuerdos sin explicación. Sólo los porteadores de dudas pueden subir el Kilimanjaro. Sólo los fuertes, esos que nacieron así y tuvieron el simple mérito de reconocerse pueden cargar con recuerdos que duelen y que no tienen explicación. Moverse con dudas y con arrepentimientos que la flecha del tiempo impide rebobinar hace que se críe la verdadera seguridad en uno mismo. No hay nada que se esté quieto (y nada como mirar al cielo para darse cuenta) así que el equilibrio no se coloniza para siempre, sino que hay que conseguirlo en cada segundo.

La vida es un sostenerse en una caída, o en un vuelo, o en una subida, ¡qué sé yo!, pero sí sé que es esencialmente incertidumbre, y la seguridad que una persona pueda transmitir a los demás se alimenta de la asunción personal de esa incertidumbre, no de un una confianza impostada y cartelera en uno mismo. 

Seguro de sí mismo es aquel que fundamenta su seguridad en que ante todo hay incertidumbre. Por dentro somos todos un pequeño camarón transparente y las presunciones son lunares que nos oscurecen y que impiden que la luz pase totalmente a través de nuestro diminuto cuerpecillo. 

Las respuestas son altos en el camino, mientras que las preguntas son el camino mismo, por eso me interesa mucho menos el currículo de tus convicciones que el de tus interrogaciones. Me gusta el tobogán de la interrogación (?) Cuéntame todas las dudas que sabes que no vas a resolver; quiero nadar en tu incertidumbre para conocerte mejor. 

sábado, 1 de febrero de 2014

Olor a moral


¿Qué idea de bien o mal puede tener una piedra, o una nube, o una atmósfera? ¿Qué idea de bien o mal puede aplicarse a una galaxia, o a un agujero negro, o a una supernova? ¿Es bueno el número tres? Y el noventa y siete, ¿es bueno o es malo? Y qué decir sobre ese electrón que cambió de orbital, ¿quizás habría hecho mejor convirtiéndose en fotón? A mí me parece que el bien y el mal no existen; son sólo una herramienta de nuestro limitado entendimiento para diseccionar burdamente lo que hay ahí fuera con el fin de clasificarlo.

La realidad es infinita e inabarcable, y nuestro cerebro intenta muestrearla, cuantificarla y codificarla, pero sólo puede hacerlo parcial y subjetivamente. Esto que hacemos para intentar entender no está verdaderamente en la realidad a la que se aplica; es sólo un marco, un lienzo, una fotografía, una pista... Y decir que las cosas son buenas o malas es como decir que el tocino que se aplica a la rueda del carruaje es la velocidad misma con la que ese carruaje se mueve. La realidad no entiende de bondad y la velocidad no tiene por qué conocer al tocino. 

El agua no es el frescor que siente el que la bebe ni la agonía del que se ahoga en ella. El sol no es la vida en nuestro planeta ni una quemadura en la piel. Una mano no es una caricia ni un estrangulamiento. Frescor, agonía, vida, quemadura, caricia y estrangulamiento son efectos de la realidad, pero no la realidad en sí. Todo es bueno y malo a la vez, o ninguna de las dos cosas. 

Bien y mal son conceptos humanos “para andar por casa”, y además se convierten en un lastre cuando se pretende buscar la esencia de las cosas.

Lo que sentimos tiene forma de retícula, la realidad es viento. Lo que pensamos es una hoja de cálculo, la realidad es un efluvio de odorífero ámbar. Nuestro entendimiento y nuestras emociones son una digitalización de la realidad. Pensar y sentir consisten, pues, en clasificar algo, y hacer esto pasa por establecer valores opuestos para codificarlo: bien y mal. Pero el universo funcionaría igual de bien, o de mal, si nos diéramos la vuelta como un calcetín y pasáramos a considerar que todo lo bueno es malo y que todo lo malo es bueno, de la misma manera que el tiempo -si es que eso existe- pasaría igual de rápida o lentamente independientemente de si lo medimos de manera correcta o no. 

Pero nosotros necesitamos inventar el armazón de la moral para sostener nuestra existencia. Si hubiese un detector de humanidad en el cosmos nos localizaría por nuestro intensísimo olor a moral; nada más de lo que existe huele a eso. ¿Oleremos bien?