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No tenía fuerzas para rendirme, así que decidí emprender activamente una búsqueda eidética, es decir, de lo esencial. Pensé que el cambio que afrontaba merecía un decorado literario, y de ahí el blog. En él reflejo pensamientos, reflexiones y emociones que he vivido durante mi estancia en Tanzania enseñando inglés y suajili a niños de preescolar en un colegio rural de la organización Born To Learn, en India como profesor de francés para la Professional School of Foreign Languages de la Fundación Vicente Ferrer, y actualmente en Malí cooperando con CONEMUND en proyectos de seguridad alimentaria y equidad de género. Mi objetivo cabe en una palabra: Compartir.

lunes, 26 de noviembre de 2018

Destrucción


Es absurdo enfadarse con la lluvia o con el viento, como lo es insultar a una estrella o dar por errónea la trayectoria de un cometa, criticar el ruido de una supernova, considerar lento el crecimiento de una flor o corta la duración de su fragancia. ¿Qué tipo de presunción es esa de considerar que algo de lo que pasa está mal o que debería ser de otra manera?, ¿qué es exactamente eso de 'estar mal'? 

Cuando uno dice que las cosas están mal lo que pasa es que quiere entender y no puede, y a esa incapacidad le llama estar mal. Me da igual que se hable de un desaire emocional, de un problema de dinero, del hambre en el mundo, de los desastres naturales, de las guerras, del sufrimiento de la gente o de la muerte de un ser querido. Las cosas son como son. ¿Hay algo más irrebatible que esto? Y las cosas son como son porque es así como tienen que ser ya que si no serían de otra manera. Eso es la ley universal más clara de todas y, por otra parte la menos comprendida y la que más reactividad genera. Lo siento por los que se sientan ofendidos porque necesitan que algo vaya mal, pero la verdad es que nada va bien ni mal, sencillamente va, o viene, o vuelve para volver a irse, pero de bien y mal hay tanto como de antes o después. No son más que ilusiones. ¿Dónde está el 'antes'? ¿Hay alguien que esté en un 'antes'? Me encantaría estar cara a cara con un 'antes'. ¿Y el después?, ¿alguien ve un 'después'?, ¿hacia donde miro para ver un 'después'? 'Antes' y 'después' son siempre selfies del 'ahora' que se hacen a través del diafragma de la mente. El ahora nunca deja de ser tal. Siempre es 'ahora'. 

Lo mismo ocurre con el bien y el mal. Son sólo ilusiones. La ética y la moral no existen más que como ideas, y además no son necesarias. De hecho, mientras las consideremos necesarias no tendremos nada de aquello a que lo noblemente apuntan. Ningún otro ser vivo las tiene, y curiosamente todos los seres vivos se comportan éticamente menos nosotros que tenemos ética, ese adorno de nuestra mente, ese efluvio que emana de nuestro cerebro apuntando hacia afuera proveniente de ningún adentro. Cuando uno se da cuenta de quién es no necesita ninguna ética porque la consciencia de saber quién es aniquila la necesidad de cualquier tipo de brújula. 

Enfadarse con la gente también es absurdo. Al fin y al cabo todo son cosas que ocurren. La gente no es gente, son cosas que están pasando. Somos grupos de átomos que básicamente están compuestos de vacío, esencialmente nada, así que sólo somos algo que está dándose, una voz, un soplido, una corriente, un conjunto de fenómenos naturales -en vez de rocas, cuerpo; en vez de viento, ideas; en vez de mareas, emociones-. Somos un proceso que se va y que al volver se preña a sí mismo de todo lo que ha visto; somos, pues, consciencia. Esto es la realidad, mientras que la normalmente considerada realidad es un sueño. Tú no eres tú, eres un gerundio conjugándose en n-ésima persona del 'pluringular' y tu mente, tus emociones, tus grandes logros y tus problemillas universales son gotas de sudor que caen por la frente del Todo, cansado de correr detrás de sí mismo.  

La ética es una farsa, un mapa que se hace pasar por terreno. La clave para ser persona es despersonalizarse, y destruirse es el único camino a la identificación. 

- 13 de noviembre de 2016 - 

viernes, 7 de septiembre de 2018

Desgracia divina


Hoy me he encontrado con la palabra "madrepórica" y me ha dicho que hay unos animales con el ano en la boca que se organizan durante unos treinta millones de años para formar islas intertropicales que se llaman atolones. Lo de que la propia naturaleza nos sirva las definiciones en una bandeja de poesía me ha confirmado que verdaderamente la aventura del saber es sabrosísimamente interminable.

Al dictado del gusto de aprender algo tan surrealista pero tan real me he parado a pensar en lo aburrida que sería la vida si no hubiera nada que aprender, e imaginándome alguien que no pudiera aprender nada para así ponerme en su lugar y sentir la vacuidad de su día a día he acabado poniéndome en el lugar de quien todo lo sabe -que es la única manera de no tener nada que aprender que se me ocurre-, y así pensando no he podido evitar terminar imaginándome a Dios, pues él es el único que aun pudiéndolo todo no puede conjugar la primera persona del singular del presente de indicativo del verbo aprender.

Y ha sido al sentir que Dios no puede aprender nada cuando me he dado cuenta de lo desgraciado que es. Me ha dado tanta pena que le he tenido que consolar diciéndole que no todo el mundo puede ser mortal y sentirse vivo mientras no está muerto, y que no todos pueden ignorar para así estar con la mejor de las disposiciones para disfrutar del aprendizaje, y que si Él no podía aprender nada ni sentir la vitalidad de tener que morirse debería fijarse en las cosas buenas que tiene, como por ejemplo ser todopoderoso, omnisciente y eterno, pero Él me ha respondido entre lágrimas -que al caer han formado un par de océanos- que no hay día sin noche, risa sin llanto, rosa sin espinas ni amor sin dolor, y que no se puede conocer la oscuridad buscándola con una linterna. 

Inteligente observación -he pensado- digna de quien todo lo sabe. Y triste existencia –he sentido- propia de quien nada ignora y ya a nada puede aspirar.

Y así, de esta madrepórica manera, he concluido que ser humano con sus estimulantes carencias es mucho mejor que ser divino con sus paralizantes abundancias. 

- 21 de febrero de 2015 - 

lunes, 6 de agosto de 2018

Pellizcos de pensamiento


Buscar la riqueza económica es seguir el camino marcado por una flecha que atraviesa a los demás convirtiéndolos en beneficio, sin embargo, acercarse a la pobreza para estar con los "de más" es una flecha que te atraviesa a ti mismo convirtiéndote en benéfico. 

"Lo mejor de viajar es que uno se hace solidario de los otros, porque cuando viajas la gente te ayuda, y aprendes que debes ayudar a los extranjeros que vienen a tu país. Los que no viajan tienen la cabeza cerrada y el corazón seco. Pueden ser más ricos, pero son más egoístas y menos inteligentes". 
(Javier Reverte en Vagabundo en África).

Viajar solo es convertirse en un punto por el que pueden pasar infinitas rectas. Viajar en pareja o en grupo se puede parecer más a convertirse en un círculo cerrado que cambia de lugar con una improductiva impermeabilidad, como viajeros plastificados.

La serenidad es el resultado de hallar la media aritmética emocional entre las luces más altas y los pozos más oscuros del propio yo. No hay serenidad verdadera si no se está de vuelta de estos viajes extremos. La del que no ha viajado en vertical no es serenidad, es inmovilidad. 

Desde que no hago preguntas para no saber me entero de casi todo.

- 20 de julio de 2014 - 

jueves, 2 de agosto de 2018

¿Y si...?


¿Y si resulta que la causa es lo mismo que el efecto y la discontinuidad que nosotros advertimos entre una y otro no es más que una forma de torpeza de nuestro entendimiento, un pestañeo del mismo, una incapacidad humana de captar el continŭus?

¿Y si la esencial realidad es espiritual y este mundo de lo tangible que tan convincente nos parece no es más que una cristalización pasajera de un alma, un resuello de algo único e inmaterial?

¿Qué quiere decir si no, que la luz -fenómeno intangible, esencialmente espiritual- sea capaz de excitar un eletrón con su energía y cambiarlo de orbital, modificando así la materia? ¿No es eso una forma de creación, materialización o encarnación?

¿Y no es espiritualización lo que ocurre cuando el mismo electrón muda su orbital, cambia de habitación y emite por ello un fotón? ¿A dónde va esa luz? ¿Cuándo parará? ¿Qué otro electrón excitará y qué materia nueva creará? ¿En qué se reencarnará?

¿Y si la luz no viaja, sino que ya está ahí, en todas partes, y lo que llamamos viajar no es más que un paulatino -en diferentes lugares- despertar?

¿Y si resulta que es verdad que no somos el centro de nada sino parte de un todo sin forma que no tiene más centro que su condición de ser, sin más?

¿Y si al final se descubre que el ego no soy yo, ni lo mío, ni mi verdad, sino una nota al margen del universo para poderse pensar, una herramienta autoconscience, una sinapsis entre yo y todo lo demás?

¿Y si yo no soy yo sino que soy Ello a través de mí?

¿Y si al final no hay final, y es todo principio y lo otro ha terminado ya?

¿Y si todo es lo mismo pero no da igual?

- 21 de abril de 2014 - 

sábado, 21 de julio de 2018

Espíritu


Quizás el concepto de “energía” sea al mismo tiempo el más fácil y difícil de definir. El más fácil porque todo, absolutamente todo, es energía, y el más difícil por la misma razón, es decir, porque es imposible no utilizar algo que no sea energía para definir la propia energía. En cuanto a la clasificación, es de esperar que sea variada, prácticamente interminable. A continuación va una lista de tipos, que seguramente no son todos, para dar una idea de lo surtido de este fenómeno: eléctrica, lumínica, mecánica, térmica, eólica, solar, nuclear, cinética, potencial, química, hidráulica, sonora, radiante, fotovoltaica, iónica, geotérmica, mareomotriz, electromagnética, hidroeléctrica, magnética, calorífica y hasta metabólica, de la cual cada uno de nosotros representa una pequeña central.

Pero para mí lo verdaderamente abrumador de todo esto no es la globalidad ni la taxonomía tan amplia del concepto. Lo que de verdad me parece asombroso es que independientemente de la clase de energía que se esté considerando, cada una puede convertirse otra, es decir, que es siempre posible pasar de un tipo de energía a otro. Esto que todos sabemos desde pequeños y que tenemos sucintamente asimilado en el famoso y vulgarizado principio de conservación de la energía según el cual ésta no se crea ni se destruye, sino que sólo se transforma, encierra maravillas acerca de las cuales quiero reflexionar a continuación de una manera eminentemente física, un poco metafísica y un mucho espiritual con el siguiente ejemplo. A saber:

Cuando el agua de un río cae y en su caída mueve una turbina hidráulica -es decir, un molino- el molino gira. Si éste en su giro hace mover un imán en las proximidades de una bobina, entonces se produce el efecto hidroeléctrico, es decir, que se genera electricidad a partir de la fuerza del agua al caer. Los detalles físicos de este proceso, la maravillosa Ley de Lenz involucrada en él y las ecuaciones correspondientes las obvio porque nada van a aportar a la reflexión que pretendo hacer ahora. De hecho, no me hace falta profundizar más porque lo que acabo de describir me parece ya de una enjundia casi inabarcable. 

Analizando detenidamente lo que ha pasado, resulta que el agua al caer se ha convertido en un montón de electrones. El agua, sí, el agua, lo que bebemos, lo que cae del cielo, lo que forma los ríos, donde nos bañamos, lo que compone nuestro cuerpo en un porcentaje de aproximadamente el 75% ha dado lugar, simplemente dando un salto y moviendo un molinillo, a electricidad, es decir, a un torrente de electrones que echan una carrera a una velocidad cercana a la de la luz a lo largo de un cable. ¿Cómo es esto posible? ¿Qué diría uno de esos electrones si supiera que está bailando al ritmo de una música que toca el agua?

Los ejemplos fascinantes que diariamente nos pasan por delante sin que le demos ninguna importancia ni nos llamen la atención sobre su maravillosa naturaleza son innumerables, tanto como los tipos de energía. Si encendemos la luz a partir de esa electricidad que hemos obtenido del molino, ¿no son fotones de agua lo que vemos? Y si al calor de la estufa eléctrica que nos calienta le tenemos que explicar de dónde viene, ¿de dónde sino del agua le tendríamos que decir que ha nacido? ¿Y qué nos diría el agua misma si le contáramos que no es gota, ni río, ni mar, ni lluvia, sino que es nube, o sea, gas? Y llegados a este punto, ¿cómo le explicamos al electrón que corre por el cable que, dado que el agua es nube y que él es agua, él también es nube y, por tanto, vapor? "¡Electrón apresurado, tenue y vaporoso, conócete: vienes del cielo, tu padre es el río y tu madre la mar!" ¿No alucinaría el electrón?

¿Y cómo le explicamos al Hombre que no es cuerpo, ni mente, ni tiempo? ¿Quién le dice que sólo es espíritu, que morir es lo mismo que nacer, y que esta vida no es sino una frase subordinada entre dos comas que pertenece a un discurso eterno e irrebatible? ¿Y cuántos milenios más cabe esperar que tarde en entenderlo? ¿Se lo cuento yo, exexcéptico entre los exexcépticos con la crisma rota y la mente vencida por la caída de un caballo de ideas cansado de tanto y tan velozmente cabalgar?

- 3 de septiembre de 2015 - 

viernes, 13 de julio de 2018

¿No os pasa?


No sé si a vosotros os pasa, pero a mí hay veces en que no sé qué que llevo dentro se despierta y es como si un volcán de energía desconocida erupcionara salvajemente, y siento entonces cómo el fuego recorre todo mi ser, y noto cómo me quemo, y ardo, y me fundo en lo que tengo a mi alrededor. Y de repente pierdo el sentido de la ubicación y dejo de verme como algo contenido en mi cuerpo y diferenciado del resto de las cosas, y dejo de apreciar límites entre los objetos porque todos me parecen los unos apéndices de los otros, pero todos el mismo. Y cuando en ese estado cierro los ojos, no veo oscuridad, sino partículas multiformes y multicolores que se asocian y se disocian, y que se juntan y se funden y se multiplican y reaccionan entre sí de manera ordenada según unas leyes que de manera inexplicable entiendo, pero no con el cerebro, sino con otra cosa que no sé lo que es, descentralizada pero propia y de todos a la vez. Y resulta también que sin saber por qué me entran muchas ganas de llorar de alegría, como si hubiera descubierto que no hay nada que descubrir porque todo está en mí. Y cuando estoy así soy tan feliz -sin verdaderamente entender nada de lo que me pasa- que me veo por todas partes, me entran unas ganas enormes de amarlo todo, y en los perros veo hermanos, en las plantas mi sangre, en los pájaros mi deseo, y quiero besar serpientes y abrazar leones y nadar con tiburones, y el tiempo desaparece, y como siento tanta paz y nada me preocupa creo que algo dentro de mí se asusta -quizás mi ego, que no se encuentra- y a continuación, de repente, el volcán se apaga, empiezo a ver objetos diferentes, a discriminar sistemáticamente todo lo que hay a mi alrededor y a sentirme como algo separado de todo lo demás, y luego aparece alguien sin cara con cuerpo de reloj que me da mucha tristeza y me dice que ahí estamos, el mundo y yo, y que nos tenemos que pelear, a ver quién gana. Y ya de vuelta a la realidad de las fronteras paso a pensar en lo que estaba sintiendo antes, pero como ya no lo entiendo, ni lo recuerdo bien, ni puedo explicarlo con precisión me acabo convenciendo de que era irreal. El mundo de los objetos múltiples -éste- me dice que deje de pensar tonterías y de escribir cosas que van a hacer creer a los demás que me drogo, y que además van a preocupar a los que me quieren. Así que me olvido y me voy, pero cruzo los dedos y me miro de reojo deseando volver. ¿No os pasa?

- 20 de Agosto de 2015 - 
 

martes, 29 de mayo de 2018

¿Trabajas de lo tuyo?


Atención a la preguntita: ¿Trabajas de lo tuyo? No deja de sorprenderme ni de perseguirme, quizás porque no trabajo de "lo mío". Pero bueno, vamos a ir poco a poco, desentrañando y analizando la cuestión, porque el asunto tiene enjundia, o al menos yo se la veo. 

Entiendo que así formulada, la pregunta da por hecho que hay algo por ahí, no sé qué, que “es mío”. Como evidentemente se trata de una especialidad o de un conocimiento, concluyo que hay una serie de conceptos de los que tengo conocimiento y que se supone manejo con pericia que -aunque sean compartidos- puede decirse que forman parte de mis atributos intelectuales, es decir, que son "lo mío". Bien, llegados a este punto, y sin ánimo de ser presuntuoso -y creo que no lo soy porque cualquiera podría decir lo que voy a decir a continuación- la pregunta me suscita una duda, porque la verdad es que aunque desconozco infinitas cosas, conozco más de una, así que la réplica es evidente: ¿A qué parte de “eso mío” se refiere la cuestión?

Y aquí es donde viene lo verdaderamente preocupante: parece ser que "lo mío", eso para lo que estoy codificado y a lo que se supone que en buena lógica me debo dedicar el resto de mi vida durante un mínimo de cuarenta horas a la semana, es lo que aprendí mientras fui a la universidad, y punto. Todo lo demás no es para mí, es otra cosa, algo que sólo sirve para desviarme de mi verdadero camino. La educación liberal ha hecho polvo hasta los diálogos más superficiales simplificándolos con una pregunta prejuiciosa y ridículamente gremial como esta que considera que toda una vida, todo lo que soy, mi cuerpo, mi alma, mis dudas, inquietudes, anhelos, lágrimas, sonrisas y aspiraciones se pueden encajonar funcionalmente en un papel que me dieron hace muchos años al terminar de estudiar un montón de libros, en la mayor parte de los casos parcialmente entendidos, durante una etapa finita y corta de un proceso de maduración personal: mis años de universidad. El resto de cosas que haya leído, pensado, visto, sentido o imaginado, como digo, no cuenta. Da igual de lo que yo sea capaz, si no está en el papel, no es "lo mío". 

Sinceramente, no tengo ningún interés por cualquier tipo de estudio cuya finalidad sea ganar dinero. Diría que hasta lo desdeño. Para mí no merece la pena, y si algo tengo claro es que eso, precisamente eso, no es "lo mío". Invertiría mi tiempo en ello sólo si no tuviera capacidad y curiosidad por otro tipo de cuestiones más elevadas. ¿De qué me sirve llevar una precisa contabilidad, un inventario esmerado y actualizado, y un control atinado de mis inversiones si no soy capaz de compartirlo con un amigo? ¿Qué tipo de ciencia es esa que considera que los árboles tienen dueño? ¿Y esa que comercia con el agua y con la posibilidad de ensuciar el aire? ¿De qué me sirve conocer las ecuaciones que describen la luz como onda electromagnética si no lo utilizo para iluminarme? 

Y tampoco tengo muy claro qué gana el ser humano con los estudios liberales, esos que acaban siendo “lo nuestro”. En particular, ¿qué virtud humana potencia, por ejemplo, ser notario, ese ladrón con carné de te cobra por decirte con una impresora lo que tienes? Y en general, ¿de qué manera han ensalzado en mí esos estudios la valentía, el autocontrol, el altruismo, la curiosidad o la sensibilidad? La preguntita "¿trabajas de lo tuyo?" parece inofensiva, pero del enfoque que hacemos con ella se deduce que inconscientemente promovemos y entronamos los valores opuestos: En primer lugar, la cobardía, porque nos hace sentir que sólo podemos hacer una cosa, “lo nuestro”, y que todo lo demás nos es, por tanto, ajeno. La parcialidad en cuanto al conocimiento de nosotros mismos, porque pone vallas al campo de nuestro intelecto y de nuestra curiosidad sobre lo que encerramos y sobre todo lo que hay ahí fuera. El egoísmo, porque tradicionalmente mío, tuyo y suyo forman una familia de pronombres tacaños y maleantes. El engreimiento, porque ¿cómo, si no es engreído, se puede sentir alguien que cree que sabe todo lo que debe saber? Y en última instancia, la deshumanización, porque cosifica nuestra existencia convirtiéndola en una rueda dentada más de una máquina de imprimir billetes... ¿para qué?, ¿para comprar lo suyo?

¿Eso es lo mío? ¿Ese pijama de rayas con corbata y aire acondicionado es lo que me corresponde? Si es así, ¡para vosotros! Yo estudio para abrir puertas, no para cumplir condenas, y además estoy ocupado en hacer espeleología en las cavernas de la mente, en descifrar el murmullo del río, en tramitar un pasaporte de pájaro, en crear un pentagrama para componer silencios, en descubrir el sexo de los electrones y en destruirme para "lo vuestro". Ya si eso, cuando termine, me pongo con "lo mío"...

- El texto es una adaptación de ideas de Séneca y Neorrabioso, junto con la inspiración extraída de la experiencia personal, que me viene acompañando cansinamente desde hace décadas, de tener que responder a la preguntita de marras que no, que no trabajo de lo mío, que parece ser que estoy en lo de otro - 

- Escrito el 31 de mayo de 2015-

miércoles, 25 de abril de 2018

Efluvios cerebrales



- El ser humano es una máquina perfectamente diseñada para amar. Cualquier otra utilidad que se le dé es infrautilizarlo. 

- Amar no consiste en tomar un objeto y arrojar sobre él emociones positivas. Amar es un corolario, una consecuencia, un bien colateral. Como el humo al fuego es amar al ser. Así mismo, perdonar no es algo que requiera de un esfuerzo. De hecho, si lo requiere entonces seguro que no es perdón. El perdón es el primer bostezo del que acaba de despertarse.  

- La pandemia que más formas de vida ha segado y empobrecido en los últimos millones de años es pensar que se es lo que se piensa. Afecta al 99% de los humanos, se contagia por opinión a través de las palabras, es más adictivo que el placer y más difícil de dejar que respirar. Los que se libran de esta droga hablan poco, precisamente porque hablar demasiado entrañaría riesgo de volverse a enganchar. Sé que no me entiendes pero no me preguntes más. 

- La diferencia que hay entre lo que una cosa es y lo que decimos que es es la misma que entre un lugar y su mapa o una botella y su contenido. Las palabras nos permiten desplegar las alas, pero sólo en el silencio se puede volar. 

- Nada de lo que pueda ser calificado de interesante me interesa.

- Lo que dices de mí es a mí como es al océano la espuma que deja una pequeña ola en la playa de tu pueblo.

- ¿De qué crees que están hechos tus sólidos huesos más que de aire respirado?

-10 de enero de 2017-

lunes, 23 de abril de 2018

Árboles de Anantapur


Los árboles de Anantapur deberían ser venerados como héroes naturales, sus hojas consideradas reliquias y sus raíces adoradas en altares. Son plantas que no conocen la lluvia. Beben áspera y dura sequedad y mastican calor-martillo durante toda su misérrima vida.

Sin embargo, estos dalits vegetales aceptan su humilde condición y, como impagados artistas callejeros de casta de subsuelo, convierten arena y plástico en corolas esmeralda para inspirar coquetos disfraces a los saltamontes hoja. 

Tan yermo es el paisaje en el que viven que entristecería a la propia tristeza. Se riegan con las lágrimas que provoca la pena de tanta sequía, y el sol sólo les perdona con algún pestañeo al que le obligan las pocas nubes sueltas que naufragan avergonzadas de su inutilidad en la aspereza de una tierra castigada con no poder llorar sobre sí misma. 

Querido Vicente, que perfilaste mi dharma y el de muchos otros, y que tantos pozos cavaste buscando lo que de arriba no venía, acuérdate, ahora que eres viento suave, de soplarnos un par de nubes de verdad que nos lloren tu ausencia y que le cuenten a estos árboles de casta baja que no pueden medrar que su vida en otra vida podría ser de loto o nenúfar o sauce o ciprés o flora de manglar lejos de este secarral. 

-3 de abril de 2015-

lunes, 2 de abril de 2018

Zumo de ti y otras hierbas


- Si aprietas una naranja sale zumo de naranja porque es zumo de naranja lo que tiene dentro. ¿Qué sale cuanto te aprietan a ti?, ¿qué sale cuando la vida te exprime un poco? A estas alturas ya deberías tener claro que la vida te va apretar. La cuestión no está, pues, en si te aprieta o no -porque te apretará- sino en estar pendiente de lo que crías dentro, porque eso es lo que saldrá. 

- Desde que no tengo ningún objetivo no hago más que conseguir cosas. Los objetivos sólo suelen servir para conseguir lo que uno se propone, y lo que uno se propone es sólo una ínfima parte de lo que puede conseguir. Alineándose con la vida, sin objetivo alguno, se consiguen siempre muchas más cosas. Pero esto debe quedar como un secreto entre tú y tú; que no se entere tu mente...

- Lo incalificable, eso me interesa, pero no porque sea interesante, sino precisamente porque no puede serlo. ¡Bah, palabras, qué torpes sois!

- Luchar por la paz con cualquier tipo de violencia es como gritar por el silencio. El silencio que se consiga gritando estará sucio y no tardará en hacer ruido. Luchar por el silencio es callar. Hacerlo por la paz es ser pacífico. Todo lo demás es usar un fuelle para apagar una hoguera. 

- La misma diferencia hay entre una rosa real y una de plástico que entre la vida y la interpretación que hacemos de ella. La mente es una fábrica de rosas de plástico

- ¿Existe Dios? -gritó el hombre. ¿Y qué es el agua? -preguntó el pez.  

Escrito el 23 de febrero de 2017.

viernes, 16 de marzo de 2018

Fortaleza mental


Si pienso en lo que estoy pensando se produce un desdoblamiento en mi mente. En el escenario que se crea hay varios personajes diferentes. Por una parte está el que piensa, es decir, el que despliega las ideas y propone un decorado pensante, y por otra parte está el que piensa sobre lo pensado, es decir, el metapensador. Pero, ¿quién es quién?, ¿y quién soy yo ahora que pienso en ambos?

Quizás los dos, o los tres, sean sólo ideas que se superponen y que crean la supraidea de que alguien diferente las piensa, cuando en realidad es uno solo el sujeto. O quizás hay verdaderamente varias entidades de yo que se relacionan entre sí pensándose mutuamente. Si sueño que sueño, por ejemplo, ¿quién es el sujeto del segundo sueño? Y si me caigo por un barranco en el segundo sueño, ¿tendré un espasmo involuntario que me despierte en el primero o sólo dejaré de soñar que sueño pero seguiré soñando?

¿Y si esto que escribo es el objeto de un sueño? Con este planteamiento podría llegar a considerar que hay tantos yoes como me apetezca. Para crear uno nuevo no tendría más que dar un paso más allá en esa línea de pensamiento que es pensar sobre lo pensado. He descubierto una fábrica en serie de yoes puramente racionales porque la mente diverge cuando se autoconsidera. Cuanto más intento acercarme a lo que soy, más yoes aparecen y más me alejo en realidad de mi objetivo. Es como intentar encontrar la oscuridad con una linterna. 

Lo haré, pues, al revés, es decir, iré al núcleo, simplificaré, buscaré al primer pensador, al original, al que irradia todos estos pensamientos, pero… ¿cómo me acerco a él?, ¿pensando en él? Si hago eso ya me he vuelto a desdoblar, ya tengo la duda de si soy el objeto pensado, el que piensa en él o ambos a la vez. Vuelvo a caer en la trampa del metapensamiento. Hay un juego hermético de ideas que encierra eso que busco dentro de una fortaleza inexpugnable. La mente parece una semilla que se protege a sí misma fecundando de su esencial naturaleza todo lo que se le aproxima. Si te acercas a la mente para ver qué es, automáticamente te conviertes en ella, desapareces como sujeto externo, eres absorbido como por un agujero negro de ideas. Es como si uno estuviera intentando apreciar un cuadro y en el ejercicio de su observación se convirtiera en el cuadro mismo. De esta manera el círculo, o la esfera, o lo que fuere, se cierra sobre sí mismo y crea la idea de que todo son ideas, incluyéndome a mí mismo. Acabo, por tanto, ahogado en un mar de consideraciones que me hacen ineluctablemente asumir que soy mente, es decir, que soy lo que pienso. 

Entonces, ¿cómo se entra en esa fortaleza inexpugnable dentro de la cual habito? Está claro: No pensando. No pensar es la puerta de atrás no vigilada a través de la cual puedo colarme dentro de mí mismo, all´insaputa del ejército de ideas que yo mismo genero. Pero, ¿cómo se hace para no pensar?, ¿cómo se frena un tren en marcha?, ¿cómo se para una avalancha?, ¿cómo se aplaca un tsunami?, ¿cómo se apaga un volcán? No sé... intentaré no pensar en ello. Me tengo mucha curiosidad, y necesito un espejo, no por narciso sino por conciso. 

-Escrito el 2 de agosto de 2015-

lunes, 5 de marzo de 2018

Diálogo hemisférico



- Y le dijo el hemisferio izquierdo al derecho:

No haces más que sentir, pero no explicas nada. El bien es sólo una pata de la mesa, y el mal no es otra sino la misma. Si no se especifica para qué o quién y en qué circunstancias se está, ambos conceptos se confunden hasta el punto de que una misma cosa puede ser buena y mala a la vez. En el fondo todo responde a un caprichoso juicio tuyo -hemisferio derecho, sensiblón-, siempre subjetivo.

¿Puedes decirme dónde empieza a ser verde el amarillo que se torna azul en el espectro de la bondad? Bueno y malo y regular y todo lo demás son sólo flechas que desentendiéndote de mí lanzas discriminadamente sobre lo que nos rodea; etiquetas que pones en las cosas, no cosas que las cosas son. Si me dijeras que todo es bueno nada sería malo. ¡Menuda imposible inútil gran verdad! Yo sé que la ética es sólo química neuronal. 

- Y el hemisferio derecho respondió:

Hablas mucho y escuchas poco, y si no entiendes te desentiendes porque no tienes corazón, pero sabes de sobra – hemisferio izquierdo, listillo-, pues tú mismo me lo has dicho varias veces, que te deprimes por pequeñez en el mar del conocer. ¿Y alardeas de saber precisamente tú -manostijeras- que sólo puedes acariciar con cuchillas de recortar ideas? ¿Tú que sientes vergüenza al llorar y por eso hablas técnicamente de lacrimar? 

- Y el hipotálamo que estaba escuchando intervino:  

¡Dejad de discutir y jugad a amar! Así entenderéis que las neuronas también se pueden besar.

- ¡Eso se llama sinapsis! -exclamó inteligente el hemisferio izquierdo-.

- ¡No, se llama ósculo! -dijo poético el derecho-.

- Y ecléctico el hipotálamo sentenció: 

¡Sinapósculo!

-Escrito el 12 septiembre de 2014-

jueves, 8 de febrero de 2018

Greguerías


Me pide mi sobrino Borja -a quien conocí en una cuna el siglo pasado, que tiene ahora edad de acunar deseos de adulto y concebir pensamientos de atmósfera y media de altura- que le escriba alguna greguería para una exposición de fotos y greguerías que se va a hacer en su colegio. Alguna se me ocurre -le dije-, y de mi huerto personal, echando mano de lo que he ido sembrando en el blog, le mandé unos cuantos peces y una cañita para pescar. Ahí va, pues, la respuesta que le di sobre las greguerías, esos pastillazos de poesía concentrada:

La inspiración es un pájaro transparente de vuelo irregular que a veces se posa en el alféizar de los pensamientos.

Los baobabs son neuronas vegetales.

El universo está vivo, y cuando se desgarra sangra luz.

Los eufemismos son ideas mayúsculas cobardes que se esconden detrás de letras minúsculas inocentes.

Echar de menos es la forma que tiene el alma de contar sus batallitas.

Resiliencia es el nombre artístico de la supervivencia.

Las ideas son bailarinas callejeras que se mueven al ritmo de las cosquillas que la vida provoca en los pies del universo.

Un imán es una piedra que besa.

La gravedad es la forma de abrazar que tiene la materia.

E=mc2: La materia es el bíceps contraído de la luz.

E=mc2: La materia es energía colapasada, luz empaquetada.

La luz es un guiño que la Belleza nos ha hecho desde la esquina de un universo paralelo mientras chupaba sensualmente una supernova.

Las neuronas son castillos con millones de puentes que se levan y se tienden al compás del galope de los caballos de viento en los que cabalgan las ideas.

Los gases nobles son los yoguis de la tabla periódica.

Los ojos son manos de luz.

Una estrella es un planeta ensimismado.

El cerebro humano es un enjambre de abejas apelotonadas en torno a una botella de cristal cerrada que contiene miel.

El monólogo es la silla de ruedas en la que quedan postradas las inteligencias solitarias.

Se fue tan lejos que se tragó el horizonte.

La poesía es una fiesta de metáforas bailarinas que danzan en un tablado de ideas.

El mundo de las emociones es una habitación enorme llena de jarrones de porcelana en la que entran elefantes ciegos que buscan un lugar para tropezarse.

El mundo de las emociones es plastilina de aire moldeada por la vida.

El mundo de las emociones es un volcán acariciando un niño, una ola gigantesca rompiendo contra un ojo abriéndose.

El mundo de las emociones no es un mundo, es un mundo de mundos con secretos que lo son tanto que cuando se cuentan siguen siendo secretos.

Se me ocurre, además, que de la misma manera que una metáfora más un poco de sentido del humor poético da lugar a una greguería, entonces una alegoría (sucesión de metáforas) más un poco de sentido del humor bien podría decirse que da lugar a algo así como una greguería que cría o una greguería de greguerías. A continuación, un ejemplar de greguería de greguerías, o de greguerías gregarias, por ser un poco trabalingüístico:

“Cuenta la leyenda de las leyendas que en el Olimpo de las letras hay un cofre sin llave hecho de lexemas irrebatibles y custodiado por un ejército de mayúsculas en el que se guarda la palabra "inefable". Ningún discurso de los hechos ni por hacer sabe que esa palabra está allí encerrada, pero algunas verdades han denunciado su existencia y se ha extendido entre los fonemas el inquietante rumor de que hay un monstruo en ese cofre al que ninguno de los étimos conocidos puede vencer”.

Por otra parte, creo que hay una manera muy interesante -casi lo calificaría como truco- para concebir greguerías con cierta facilidad, y es la de pensar en términos sinestésicos. La sinestesia es en psicología la imagen o sensación subjetiva propia de un sentido que afecta a un sentido diferente. Hay personas, por ejemplo, que cuando ven a alguien sienten que ven un color determinado, o que asocian de manera natural colores a los números, o que tienen en definitiva un cruce de sensaciones en sus sentidos. En términos retóricos, la sinestesia consiste en unir dos imágenes de diferentes fuentes sensoriales, como por ejemplo cuando decimos "soledad sonora" o "verde chillón". Bueno, pues de esta manera, así pensando, se pueden crear con cierta facilidad dignas greguerías. Creo que con sólo sentarse a probar, las metáforas salen solas, y si sale el gusano sale el capullo, sale la crisálida, y sale la greguería con alas, esa mariposa poética. Sobre la sinestesia escribí no hace mucho una entrada que reproduzco a continuación a cuento de la relación que acabo de mencionar hay entre las sinestesias y las metáforas y, por consiguiente, entre aquellas y las greguerías: 

SINESTESIA

Salta al oído, zumba a la vista:
el gran filón de metáforas,
el postre cantor,
el pentagrama de sabores,
la mina de diamantes del lenguaje creativo,
la alfombra mágica de los discursos,
el esqueleto del pájaro transparente de vuelo irregular,
la silla al borde de tus ojos para ver en primera fila las imágenes entrar,
el caldero para cocinar francachelas y cuchipandas de poetas
que navegan con brújula sin imán.
¿A qué sabe un triángulo?, ¿cómo suenan los colores?
¡Que calle el tacto, que las miradas van a hablar!
¡Sinestesia, dirán!:
arco iris para escuchar, aroma para colorear, horizonte para acariciar.
El ululato sensorial que demuestra que al final la poesía era verdad.

Y hasta aquí la recopilación de hoy. Gracias, sobrino, por tu inspiradora petición, y suerte con la exposición. 

Publicado el 8 de mayo de 2015.

jueves, 25 de enero de 2018

Entropía para todos


El concepto físico de entropía es uno de los que de manera más juguetona se mueve por mi cabeza. Más allá de las ecuaciones que lo explican, que a casi todo el mundo podrían asustar, la idea es muy sencilla de entender. Simplificando hasta la vulgaridad, pero sin faltar a su verdad, se puede hablar de entropía como desorden. La entropía es desorden. Si fuera una palabra de uso común que trascendiera los foros eruditos de la física podríamos decir que nuestra oficina tiene mucha entropía, que en una biblioteca en la que los libros andan manga por hombro hay mucha entropía, o que el escritorio del ordenador está muy entrópico; e incluso nuestra madre podría espetarnos algo así como: “Hijo, ordena ya tu habitación que veo mucha entropía por aquí”.

Y resulta que este concepto del desorden es muy interesante porque a partir de su estudio profundo -físico y filosófico- se pueden abordar aspectos tan asombrosos como la flecha del tiempo (por qué hay pasado y futuro), por qué hay cosas que pasan y cosas que nunca pasan y por qué el universo se está expandiendo. Interesante, ¿verdad? Pues a continuación voy a imaginar que le paso la pluma a Supercoco, de Barrio Sésamo, para explicar qué significa todo esto de manera que todos podamos entenderlo y jugar con ello para deleitar a las más vagas y también a las más exquisitas de nuestras neuronas.

Imagina un vaso que cae al suelo y se hace añicos. Lo hemos visto muchas veces y no nos sorprende pero… ¿por qué nunca hemos visto el proceso contrario, es decir, que un montón de trozos se junten y se ordenen para formar un vaso? También hemos visto a un saltador de trampolín zambullirse en la piscina y cómo su impacto hace salpicar millones de gotas de agua hacia todas partes, pero nunca hemos observado esto rebobinado en la vida real, es decir, no nos consta que en la naturaleza un montón de gotas de agua separadas se hayan puesto de acuerdo de repente y hayan brincado todas a una para ordenarse formando un líquido reunido en un chorro compacto. ¿Por qué no ocurren nunca estas cosas? ¿Por qué no se forman naturalmente vasos a partir de añicos? ¿Por qué las gotas de agua se dispersan pero no se juntan, o sea, por qué no se puede conjugar el verbo “antisalpicar”?

Se comprueba que todo lo que pasa en el universo tiende a aumentar la entropía. Todo está cada vez más desordenado. Cada vez que pasa algo -lo que sea- hay más desorden. Es como si el universo estuviera barriéndose a sí mismo debajo de su propia alfombra. Es imposible, pues, que ocurra algo que deje todo más ordenado al terminarse que antes de iniciarse. 

Llegados a este punto sería lógico preguntarse: “Bueno, pero si ordeno mi oficina, si hago lo mismo con los archivos de mi ordenador, y si mi madre me da la enhorabuena por el estado de mi habitación, entonces hay más orden al final que al principio, ¿no?”.


La respuesta es no. Mamá puede estar más contenta porque verdaderamente la habitación presenta menos entropía, pero ha sido a costa de generar más desorden en todo lo que no es la habitación. Es decir, tus movimientos de un lado a otro colocando cada cosa en su sitio, agacharte, ponerte de pie, pensar, mover la ropa y los libros, recolocar las zapatillas, abrir y cerrar las puertas de los armarios y, en general, todo lo que hay que hacer para ordenar genera más desorden en el universo que el que había antes de empezar. 

Visto de otra manera: consideremos tu habitación hecha un cisco y a ti dentro de ella. Estando así las cosas, lo más ordenado que puede ocurrir es que no ocurra nada, es decir, la quietud absoluta; de hecho no hay nada más ordenado que no hacer nada. Si te empiezas a mover y a colocarlo todo “en su sitio” estás provocando un cambio, alterando el estado, perturbando el entorno, es decir, que aunque al final sea más fácil encontrar las cosas, en realidad ha crecido el desorden, ha aumentado la entropía. No hay que confundir lo fácil que después es encontrar las cosas y el contento de mamá con lo que de verdad ha ocurrido en términos físicos objetivos en el proceso de recolocación. Lo que de verdad ha ocurrido es que se ha generado más desorden; útil, pero desorden.

La entropía es la banca que gana en todas las jugadas: es imposible que un vaso se forme él solito a partir de sus añicos, es imposible que un saltador emerja del agua y ascienda hasta su trampolín permitiendo contra natura que todas las gotas se antisalpiquen ordenadamente, y lo es también que el tiempo dé la vuelta y se dirija hacia el pasado. Todos estos procesos aumentarían el orden, y eso no gustaría a la entropía. Vivimos en un sistema de autocracia entrópica, y cada vez hay más. Ella es la flecha del tiempo y ella dictamina lo que pasa y lo que no puede pasar. "Esto es así, y no te canses" -afirma y concluye tajante Supercoco-.

Con estas ideas en sazón es fácil entender que el universo se expande porque si se contrajera estaría cada vez más ordenado, y eso, como acabamos de decir, no lo tolera la dictatorial entropía. El universo es un inabarcable salpicando, un inconmesurable vaso haciéndose pedazos, un sólido gasificándose. El día que empiece a contraerse nos daremos cuenta porque los vasos se reorganizarán a partir de añicos y se subirán solos encima de la mesa, habrá campeonato del mundo de salto de piscina a trampolín y veremos en la tele anuncios para asegurar nuestra niñez, no nuestra vejez, porque lo que nos preocupará será cómo va a ser nuestro pasado. La flecha del tiempo cambiará de sentido.

Pero mientras eso no ocurra, la mejor prueba de que el universo sigue expandiéndose es que cada día se puede aprender algo nuevo, que aún se pueden hacer añicos los prejuicios, que es posible saltar desde nuestro ego para salpicar de ideas y de amor a los demás, y que la flecha del tiempo de nuestra vida apunta a pasar de la ordenada y dogmática rigidez de una piedra a ser más entrópico, desordenado, acomodaticio, imprevisible, espontáneo y expansivo que un gas.

Don´t be water, my friend, be gas!


24 de noviembre de 2014.