Los viajes en el tiempo existen, como existen también los viajes a ningún momento. Por ejemplo ahora escribo desde un punto indeterminado del pasado, y sé que es pasado porque puedo ver cómo se despiertan los recuerdos a mi alrededor.
En la puerta de mi casa me esperan gallinas y cabras mirándome como si les debiera dinero, y también un par de perros sin nombre que me acompañan a coger agua al río; de camino, las escuálidas vacas interrumpen indolentemente su cansino pacer para dedicarme un insonoro saludo matutino con su mirada. Desde que me ducho en cuclillas con un vaso de plástico me siento pescador de detalles, y se me escapan pocos, por quietos que estén y pequeños que sean. Creo que mi propia vida se está convirtiendo en un gran detalle.
¿O quizás estoy en un punto indeterminado del futuro? Nunca había visto antes estos baobabs; son inmensas neuronas vegetales con un denso telodendron de preguntas lanzadas al aire, como si la Tierra misma quisiera también saber el porqué de las cosas.
Me he venido a vivir al rincón rural más surrealista de Tanzania para nadar en una independencia con tintes de soledad que, sin embargo, me acompaña de recuerdos y preguntas sobre mi futuro -ese con el que hace tiempo que no me hablo-. Es difícil sentirse solo cuando todos los niños quieren hablar contigo. Nunca antes mi nombre ha sufrido tal desgaste, ni mi ego -ese con el que intento no tratar- tantas caricias. Pasearme por las calles de Newland es como mover un poderoso imán entre virutas de metal que sonríen.
No faltará quien considere este viaje-búsqueda como una cobarde huida, ni quien no vea lo enriquecedor de la experiencia sólo porque viene servida con un cascarón de aparente miseria, pero para los ciegos que no ven más allá del cascarón y para los que sólo viajan con la opinión montados en un "pero" que siempre esconde sus miedos y ensombrece las valentías ajenas también tiene El Quijote, ese viajero atemporal, un jugoso párrafo de desquite:
"No te enojes, Sancho, ni recibas pesadumbre de lo que oyeres, que será nunca acabar. Ven tú con segura conciencia, y digan lo que dijeren; y es querer atar las lenguas de los maldicientes lo mismo que querer poner puertas al campo. Si el gobernador sale rico de su gobierno, dicen de él que ha sido un ladrón, y si sale pobre, que ha sido un parapoco y un mentecato".