Mi foto
No tenía fuerzas para rendirme, así que decidí emprender activamente una búsqueda eidética, es decir, de lo esencial. Pensé que el cambio que afrontaba merecía un decorado literario, y de ahí el blog. En él reflejo pensamientos, reflexiones y emociones que he vivido durante mi estancia en Tanzania enseñando inglés y suajili a niños de preescolar en un colegio rural de la organización Born To Learn, en India como profesor de francés para la Professional School of Foreign Languages de la Fundación Vicente Ferrer, y actualmente en Malí cooperando con CONEMUND en proyectos de seguridad alimentaria y equidad de género. Mi objetivo cabe en una palabra: Compartir.

lunes, 4 de noviembre de 2013

El salmón es tonto


No hay nada más elocuente que los cambios. En ellos, por pequeños que sean, se agazapan las verdades, como lagartijas inquietas entre las piedras. Experimentarlos da un punto de vista privilegiado sobre la realidad que nos rodea. Salir por ahí “a dar un paseo” ayuda a relativizar las verdades absolutas de las que tan convencidos estábamos antes de ver cosas nuevas.

“Duda del que dice saber la verdad, sigue al que la está buscando”, es la máxima que me gusta considerar cuando me pregunto por qué hago o dejo de hacer ciertas cosas. Y me gusta porque es inconformista y dinámica. La verdad es una asíntota que nunca llega a determinarse totalmente, pero cada vez se acerca más a algo, y la búsqueda es por tanto interminable. Yo no sé cómo es la verdad, pero soy capaz de contarte cómo voy acercándome a ella. 

Perseguirla encierra un montón de inconvenientes. Tienes que pasar incluso por encima de los que más te quieren, cuyo exceso de amor les impide pensar con lucidez, y por encima de los que sencillamente no piensan porque eso no sirve para nada y además cansa. Es posible que vean tu empresa como una forma de locura que les da miedo, y que no les impide chantajearte con toda naturalidad apelando a tu falta de agradecimiento a lo que la vida te ha dado.

Nadar contra corriente puede salirte caro, porque dirán de ti que no sabes apreciar lo bueno que te ha tocado en suerte, que tu valentía es loca temeridad, y que te vas a estrellar, curiosamente siempre contra los miedos de quien te lo dice. “No salgas”, te dirá el que nunca ha salido; “te vas a estrellar”, escucharás del que todavía no ha nacido para poder estrellarse contra algo; “eres un desagradecido”, te espetará quien piensa que lo que tiene es mérito suyo. Como si nacer en un sitio u otro o tener una familia u otra fuera algo trabajado. Va a resultar ahora que ganar a los dados tiene mérito.

Me pregunto qué opinión tendrá sobre un salmón la gente que no piensa. Dirán que es un ser absurdo, supongo. Nos han educado a tener opiniones sobre todo sin ni siquiera habernos parado a forjarlas. Lo llamamos libertad de expresión, y consiste en que cada uno pueda decir la tontería más grande que se le ocurra sin haber antes considerado el asunto que se trata. Yo voy a decir una, por ejemplo: el salmón no sabe lo que hace y está loco. Podría desovar sin necesidad de remontar el río. ¡Qué tontos son los salmones!

Si te conviertes en un pensador, vas a desconcertar y fastidiar a mucha gente. Conviene pensarlo antes de hacerlo.

PS: Ya tengo el billete para volver a Tanzania, y esta vez es sólo de ida. No hace mucho que me fui buscando una vacuna vital (ver primera entrada de este blog: http://www.morowi.blogspot.com.es/2013/03/aupa-chavales-ahora-que-ya-tengo-el.html), y ahora vuelvo a irme para seguir aprendiendo mientras enseño. ¡No se puede ser más salmón!

1 comentario:

  1. Toda vacuna necesita sus dosis de recuerdo, y la tuya parace que necesita un recuerdo temprano.Siendo el que siempre pierde la batalla veo más tonto al oso que al salmón, y eso que yo me considero más osezno, pero listo, eh!.. ¿o no?

    ResponderEliminar