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No tenía fuerzas para rendirme, así que decidí emprender activamente una búsqueda eidética, es decir, de lo esencial. Pensé que el cambio que afrontaba merecía un decorado literario, y de ahí el blog. En él reflejo pensamientos, reflexiones y emociones que he vivido durante mi estancia en Tanzania enseñando inglés y suajili a niños de preescolar en un colegio rural de la organización Born To Learn, en India como profesor de francés para la Professional School of Foreign Languages de la Fundación Vicente Ferrer, y actualmente en Malí cooperando con CONEMUND en proyectos de seguridad alimentaria y equidad de género. Mi objetivo cabe en una palabra: Compartir.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Lluvia vegetal, miedo cerval




El techo de mi habitación es de asbesto, y como hay muchos árboles altos alrededor, cuando hace viento se caen las hojas sobre él y suena a lluvia. Cada noche me acuesto con el sonido de la lluvia de hojas y cuento las ideas que se posan en mi almohada con las hojas que escucho llover. Es un sonido hipnótico, paradójicamente irregular pero cadencioso. Es al oído lo que las llamas de la hoguera a la vista: llamas y lluvia son una pasarela para que las ideas se vayan desnudando y acomodando en mi subconsciente para hacer una orgía onírica mientras mi consciencia prejuiciosa y pretenciosa se deshace de cansancio y se va sin despedirse.

Anoche, medio dormido, con la orgía medio empezada y el conocimiento medio borrado, sentí crepitar misteriosamente las bolsas de plástico de la habitación en las que guardo cosas de las que no me acuerdo. Quizás llevado por lo que alguna vez antes he visto, por el entorno natural en el que vivo, o por los miedos del que duerme -pues no hay nadie más indefenso que el que se entrega al sueño- pensé que el ruido estaba provocado por una serpiente, y me lo creí.
Pensé que la habitación estaba llena de serpientes, y me lo creí.
Soñé que me mordían, y lo sentí.
Soñé que mis brazos y piernas se convertían en serpientes y que yo mismo era una serpiente, y lo viví.

Al despertarme, con la orgía terminada y la consciencia otra vez sentada en el trono de mi propio yo, vi un inofensivo y gracioso sapo que me miraba fijamente desde el otro lado de la mosquitera.

“Así que serpientes, ¿eh?”–me dijo riéndose batraciamente-. "Cuentas tus ideas por hojas llovidas y yo cuento tus miedos por serpientes soñadas. Todavía te quedan muchas por decapitar".

“¡Será cabrón el sapo listillo!” –pensé-. Y a continuación, de verdad, desperté.

1 comentario:

  1. Bendito sapo tambien soñado...el despertar brusco durante el sueño se lo debes al hipotálamo.

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