Gran
parte de las cosas que se me ocurre escribir son consecuencia de
conversaciones que he mantenido o de ideas que he leído. Hace poco,
hablando con una amiga, yo llegué a decir que a mí me da igual
estar muerto que no estarlo. Ella me rebatió de una manera que aún
me tiene asombrado: 'Todavía no te veo ahí' -me dijo-, lo cual me
chocó por dos razones. La primera es que así dicho me dio la
sensación de que tuviera una especie de superpoder para identificar
a la gente a la que le da igual estar muerta y a la que no, y la
segunda es que al decir 'todavía' interpreté que eso de que te dé
igual estar muerto podría ser algo así como el final de una
evolución personal, una especie de escalada, y que en concreto yo
estaba aún lejos de llegar a la cima de ese proceso.
No
sé si interpreté
bien o mal, pero como hace ya tres años que no me enfado
ni discuto para tener la razón, porque ya no necesito la razón para
nada -y esta efemérides es la única que de verdad celebro, ya que
los cumpleaños y todas las fiestas de guardar siempre me han dado
igual, y me lo siguen dando- y como además me parece que puede
parecer insano defender vehementemente la postura de que me da igual
estar muerto que no, no insistí en la conversación y cedí
mansamente a la afirmación de mi interlocutora. La charla no dio
para más en ese sentido, pero ahora que estoy solo y que las
fronteras de mi teclado son de viento puedo extenderme en esta idea
para dejármelo claro, al menos a mí mismo.
¿Qué
quiere decir que me da igual estar muerto que no estarlo? Para
empezar quiere decir que tengo muy claro, de todas las formas que se
puede tener claro algo, sin duda alguna, con certeza absoluta, que
esto que llamamos vida y que ahora tengo dejaré de tenerlo algún
día. Esto lo sabemos todos, aunque en realidad no todos lo
aceptamos. En segundo lugar quiere decir que a esto que llamamos vida
le concedo una importancia relativa, entre otras cosas porque todo lo
que pasa en ella es relativo. Lo que califico como relativo es la
historia de nuestra vida, es decir, las cosas que nos ocurren en
ella, lo que hacemos, la gente con la que nos relacionamos, la
familia, el trabajo… pero para mí eso no es la vida, eso es lo que
pasa estando vivo. En realidad calificar la vida en sí es como
escribir en el agua. La vida es incalificable, su atributo es su
propio ser. Lo que nosotros decimos de ella es precisamente eso: lo
que nosotros decimos de ella, no lo que ella es.
Concretando: que
acepto con naturalidad lo que me pasa estando vivo y aceptaría con
la misma naturalidad que me dejara de pasar. Y esto, aunque
parezca derrotista y paradójico, es lo más maravilloso que me ha
pasado en la historia de mi vida, porque creo que todo lo que tengo y
que me va viniendo viene de regalo, y al no estar apegado a ello ni
necesitarlo puedo disfrutarlo con una pureza que transciende
cualquier juicio y expectativa, y está por tanto libre de cualquier
tipo de miedo al fracaso. Echando cuentas, por así decirlo, me he
dado cuenta de que he visitado más lugares, leído más libros,
aprendido más palabras, resuelto más ecuaciones, presenciado más
espectáculos, hablado con más gente, probado más comidas, hecho el
amor más veces, soñado más cosas y experimentado más emociones de las
que mucha gente llegará a catar ni aunque viviera quinientas veces
la historia de su vida. Hago esta comparación no por presunción,
sino a modo de agradecimiento, es decir, para dejar bien claro que
creo que se me ha servido -sin merecimiento alguno- un plato de
historia de vida mucho más lleno y surtido que el de muchos otros
invitados, y como no creo que su vida sea menos que la mía, tampoco
creo que la mía vaya a ser más teniendo más de todo eso.
Ahora
me mantiene vivo lo que la vida es, no lo que en la vida se hace,
porque sé que hacer ya he hecho más de lo que era necesario hacer,
y sé además que no es necesario hacer nada porque la vida -la de
verdad, no la de las historias- ya se encarga de que pase todo lo que
tiene que pasar. No es que muera porque
no muero -todavía
no me veo ahí-, pero entiendo que mi papel en esta
fiesta es tan secundario que no siento más que gratitud
por estar vivo, así que me da igual no estar muerto que estarlo.
Nunca un mensaje tan agradecido y positivo fue tan mal entendido,
pero bueno, eso es otra de las cosas que pasan en la historia de la
vida. A la vida, ni que decir tiene, todo esto le da bastante igual.
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