La mayor parte de la gente que conozco empieza la semana
sabiendo que va a perder 5-2. Se levanta el lunes sabiendo que el día va a
terminar con un 1-0 en contra. El martes terminará con un 2-0, el miércoles con
un 3-0, y así sucesivamente hasta que sólo el viernes por la tarde se empieza a
contraatacar, para remontar mínimamente el sábado con un gol a favor y terminar
la semana con la prevista goleada, 5-2. ¿Cómo se hace para ganar 7-0? ¿Es posible?
Me asombra la facilidad con la que nos hemos acostumbrado a
considerar que cada semana es un período de tiempo que comenzamos deseando que
llegue al final. Y nos parece bien.
No le ponemos pegas. Hablamos incluso de la suerte que tenemos de tener un
trabajo, aunque sea una mierda que no nos aporta nada intelectualmente, que nos
resta emocionalmente, y que nos roba nuestro día a día y nos golea
semanalmente. ¡Qué pequeños nos hemos hecho! ¡Qué poca cosa somos negociando
con nuestra propia vida! ¡Qué cobardes! Y todo para poder pagar lo que nos hemos inventado que debemos.
Los griegos llamaron al hombre anthropos, que significa “el
que mira hacia arriba”, “nacido de la tierra”, y que “examina lo que ha visto”.
¡Qué dirían hoy de nosotros si nos vieran doblados sobre los cajeros automáticos,
matricidas de nuestra propia Tierra y con la capacidad de análisis anestesiada
por papeles de colores!
La derrota es necesaria y estimulante. Un corazón grande la
sufre pero la acepta y se apoya en ella para la revancha. El derrotismo, sin
embargo, no tiene piernas ni brazos, y sólo vocifera su desgracia sin capacidad
para levantarse y reanudar la pelea. El derrotismo es un gusano venenoso que se
arrastra sobre nuestra autocompasión.
Pero es verdad que es más fácil definir lo que está mal que
lo que está bien, de la misma manera que es más fácil definir el sufrimiento
que la felicidad, o la enfermedad que la salud. Es, por tanto, fácil llegar a
un acuerdo sobre lo que está mal, pero muy difícil empezar a construir en común
algo que esté bien para todos. El momento constructivo disgrega y enfrenta
cuando se hace en grupo, así que el secreto está en hacerlo individualmente. El
entorno se cambia creando bondad dentro de uno mismo e irradiándola después, no
interviniendo directamente sobre lo malo que hay fuera. Para iluminar la oscuridad
de ahí fuera debes irradiar luz desde dentro de ti, y nada se hará en ti sin
ti, así que juega tu partido de dentro a fuera y ganarás, y ganaremos.
Nuestro cuerpo y nuestra mente son el resultado de una
evolución de millones de años, y están perfectamente configurados para sentir, pensar y
amar. Somos una exquisita expresión de la naturaleza. Tenemos un cerebro de más de cien mil millones de neuronas que puestas en
fila india llegarían hasta la
Luna , y en esa maraña somos capaces de concebir el infinito
in crescendo, de darle órdenes a los átomos, de utilizar la luz para
comunicarnos, y de entender la vida como algo que se puede dar por alguien a
quien se ama. Tenemos un potencial que supera nuestra propia capacidad de medir
un potencial. Somos más maravillosos de lo que podamos llegar a calificar.
Me niego rotundamente a pensar que una criatura así tenga que
perder todas las semanas 5-2. Estamos hechos para ganar 7-0 cincuenta y dos
veces al año. Conformarse con menos es derrotismo.
Infinito in crescendo? Humm...
ResponderEliminar“Eres el infinito in crescendo”, es un piropo hiperbólico que me dedicó una mujer oscura; una de esas que para mostrarte su luz te señalan su sombra y te piden que extrapoles. Es una frase que, descontextualizada de aquello, me trae a la mente la supuesta configuración del Universo como algo infinito que sigue expandiéndose.
EliminarNo te lo dediqué a ti, egocéntrico.
EliminarMenos mal que te pedí que me lo escribieras, ave subterránea.
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