Se me ocurre que hay una metáfora fácil entre lo que uno
come y lo que lee, y en los efectos que esto causa en el organismo.
Al leer se está mucho tiempo en silencio recibiendo ideas.
Es como quien escucha durante mucho rato sin interrumpir, y el sosiego de esta
forma de recibir lo que está fuera no tiene la discontinuidad y habitual
desestructuración de lo que se recibe por otras vías; el silencio y el orden de
lo que ha tenido que ser escrito antes es más fácilmente digerible por el
cerebro que lo que se aprende en el movimiento desenfocado de la vida. Es como comer
sentado o corriendo. La verdad es que yo prefiero comer sentado.
Por otra parte, hay gente que está siempre a dieta y
piensa que las grandes vidas son sólo literatura, mientras que el que lee las
hace reales en su imaginación y pone a prueba la suya propia por comparación.
El que lee sueña, el que no lee duerme. El que lee opina porque intuye la
grandeza del mundo; el que no lee asevera porque cree que el mundo es su mundo.
Con el que lee se puede hablar; al que no lee se le lee enseguida en cuanto
habla.
Pero, ¡ojo!, porque hay gente que lee y sólo traga. Cuando
se ha leído mucho empieza uno a tener necesidad de digerir. Los que leen mucho
y no digieren explotan y mueren como falsos eruditos por estreñimiento de
ideas.
Hay gente con dietas muy insanas: un notario, por ejemplo,
que sólo sea notario, es una persona que ha ganado un concurso de esos en los
que se compite a ver quién se come más salchichas en menos tiempo. Un ingeniero
que sólo sea ingeniero es alguien que sólo come soluciones. Alguien que estudia idiomas es alguien a quien le gusta la cocina, pero eso no quiere decir que coma bien; sin embargo un filósofo que sea omnívoro y no tenga cortes de digestión es una persona con un cerebro bien
nutrido.
Los que aborrecen la comida piensan que leer es
prescindible, precisamente porque viven sin leer, así que es muy difícil
convencerles de la necesidad de la lectura porque nunca han leído que hay una
diferencia entre existir y estar vivo. Por eso también el que no lee piensa que
el que dice que leer es necesario se está metiendo con él, pero claro, esto es porque no sabe que está necesitado de lo necesario. La necesidad más
peligrosa es precisamente aquella que se tiene sin saberlo, al igual que la
mayor de las esclavitudes es no saber que no se es libre. El que no lee piensa
por tanto que lo que está escrito es una amenaza, pero el que lee tiene a Miedo de su lado, como Alejandro Magno y los macedonios, y se conquista a sí mismo al galope de las nuevas ideas.
El que lee viaja y su campamento es un mundo en movimiento, mientras que el que no lee piensa que
eso es no acabar de encontrarse. Esto sucede porque el que no lee sólo
puede fijar sus ideas en las cosas que ve, y considera que con las cosas intangibles
no se puede hacer artesanía, ya que no conoce la maleabilidad de las letras.
Yo una vez me encontré con una persona que había leído tan
poco que cuando le hablé de todo esto y por hacer una broma le dije que yo no
había leído nunca, me creyó.
A la gente que no lee se la lleva el viento, la que lee se
convierte en brisa.
Leer sienta bien, por eso lo
recomiendo y por eso dejo estos pensamientos por escrito.
PS: Esta entrada tiene el mismo sentido, o sinsentido, eso lo dejo al antojo del lector, si se substituye el verbo leer por viajar. Quizás porque "para aprender, andar y leer", o quizás porque en cierto modo son la misma cosa.