¿Somos lo que hacemos o lo que pensamos? ¿O somos lo que
decimos, aunque no lo hayamos pensado? ¿O somos lo que piensen de nosotros,
aunque no hayamos dicho nada? ¿Qué somos?
Parece que sólo podemos ser tres cosas: Lo que creemos que
somos, lo que queremos ser, y lo que los demás creen que somos. O quizás no somos nada de eso, o todo a la vez. Si hablan
bien de mí, me envanezco, porque el halago debilita; si hablan mal, intento que
no me afecte, aunque también me intereso, porque no tengo un interruptor para
atender sólo cuando se habla bien y no hacer caso alguno cuando se habla mal; y
si nadie habla de mí me preocupo, porque mi ego me pregunta por qué no se me
tiene en cuenta ahí fuera.
Y mientras tanto pretendo ser un montón de cosas, y a veces
lo consigo, o eso creo, porque una cosa es lo que quiero ser, otra lo que
puedo, y otra lo que creo conseguir ser.
Resulta entonces que no soy nada en concreto, sino el
baricentro de un triángulo con vértices móviles en torno a los cuales gravitan
mis intereses, gustos, complejos y necesidades.
Soy, por tanto, un siendo; así que no digas de mí que sabes
quién soy, porque eso es sólo lo que tú crees saber. Yo también soy lo que creo
ser, lo que quiero ser y algo que tú nunca sabrás porque no eres yo. Y si hablas de mí y crees acertar quién soy, lo que dices ya no
vale, porque ese soy ya es un fui. ¡Resígnate, mi ser es inasible! Ya lo deberías saber.
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