Y dijo el loco: "Quiero que el sexo no sea mi objetivo ni mi límite, sino mi
sublime divertimento. El sexo no tiene forma de flecha, sino de esfera, y no
sirve para apuntar a nadie ni para construir vallas, sino para expandirse.
Delimitar la fidelidad con él es como hacerlo con el hambre".
Y dijeron los cuerdos: «Estás loco, nunca podrás decir "te amo, y juro
por nuestro amor que no tendré hambre cuando tú no estés"».
Nos gusta firmar en la arena, o en el agua, o en el hielo, o
incluso en el aire, y evocamos firmas que dejan de existir antes incluso de
haberse rubricado para ejecutar avales sin sentido que van contra el aliento
más básico de lo que somos.
¿Por qué no nos esforzamos casi nunca en pensar que la
realidad es más amplia que nuestra capacidad de entenderla y lo hacemos al
revés, es decir, que empequeñecemos la realidad al tamaño de nuestras acomplejadas
entendederas? ¿A dónde nos puede llevar empeñarnos en considerar que el
cielo sólo es maravilloso visto desde una montaña en concreto, o que el mar sólo
habla en una playa, o que tiene que haber un mirador con un cartel para poder disfrutar de un paisaje?
Nos organizamos a base de desorganizar la naturaleza. Los
límites que marcamos llevan el color de la presunción, del orgullo envanecido y
del miedo. “Eres mía y no quiero que seas de nadie más”. ¡Menuda ranciedad!
¿Desde cuándo eres carcelero? ¿Qué te has creído que eres para pedirle a tu
amante que no goce ni se sobrecoja allende tu propio cuerpo? ¿Por qué prohíbes galopar sobre caballos de viento? ¿Qué tipo de
lógica quieres imponerle a la naturaleza para que quepa en tu cobardía? ¿Por
qué insistes en hacer poesía con una hoja de cálculo?
Si eres más guarro que una mano estás perdido; el egoísmo
vendrá a darte lecciones de decencia y tendrás que rehabilitarte, esconderte o quedarte muy
solo.
Hermoso
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