Cuando me pongo a escribir las entradas del blog me planteo
si quiero desahogar algo que no me gusta o si quiero amplificar algo que me
gusta. En cualquier caso, antes incluso de empezar a
plantearme nada, tengo querencia a que las conclusiones y sensaciones a las que
el texto conduzca sean para mejorar el estado presente. Por otra parte, si algo
no me gusta ni me disgusta no suelo escribir sobre ello.
Si, por ejemplo, pienso en algo que no me gusta, la
querencia de la que hablo consiste en manejar ideas del tipo: “en realidad
tampoco es para tanto”, “al no gustarme puedo trabajar en soportar algo que no
me guste”, “es inevitable que algo no me guste”, “preferiría que me gustara
para degustarlo”, “sería muy gustoso que acabara no disgustándome o incluso
gustándome”… y de esta manera, poco a poco, acabo llegando a algo como “me gusta que haya
algo que no me guste”.
Así termina por gustarme lo que al principio no me gustaba,
aunque haya tenido que traer las razones por los pelos. Esto se llama optimismo
literario.
Si, por ejemplo, pienso en escribir sobre algo que me gusta, pues sencillamente me
deleito. Interpreto el gusto como la confirmación de que no estoy solo, de que
hay algo ahí fuera que en algún momento formó parte de mí, o yo de ello, y que
el gusto que siento es como el perfil de África Occidental encajando
perfectamente en el de América Meridional. Evidentemente hubo una vez en la que
fueron la misma cosa. Así pues, navego en un océano de aguas gustosas y me entretengo creando mi propia deriva continental hasta encajar los continentes y formar una pangea de deleite.
Y así termina por gustarme más lo que al principio ya me
gustaba, y sin haber tenido que traer las razones por los pelos. Esto se llama
disfrutar.
Hay otras dos querencias de las que intento huir, no ya
como planteamiento para la entrada de un blog, sino como actitud para con las
cosas de la vida. Una es empeorar lo malo y otra es empobrecer lo bueno. A menudo consigo
escapar de ellas, aunque no sin dificultad porque resulta que mi hemisferio izquierdo
es inatrapable y curioso, y además es un sinvergüenza, así que mis ideas tienen todos
los nombres y mis planteamientos se acaban donde termina mi capacidad, lo cual es como pescar con red -que cualquier cosa puedes coger-, pero
resulta también que ahora he puesto una puerta en mi hemisferio derecho para
dejar pasar sólo los proyectos ideológicos que cumplan las dos primeras
querencias, las de las mejoras.
Esto se llama optimismo vital.
Aquí y en cualquier lugar (HIC ET VBIQVE), hay un cuadrivio de querencias, y estamos obligados a elegir; libremente, pero obligados.
Hay cuatro querencias, ¿cuáles gustas?