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No tenía fuerzas para rendirme, así que decidí emprender activamente una búsqueda eidética, es decir, de lo esencial. Pensé que el cambio que afrontaba merecía un decorado literario, y de ahí el blog. En él reflejo pensamientos, reflexiones y emociones que he vivido durante mi estancia en Tanzania enseñando inglés y suajili a niños de preescolar en un colegio rural de la organización Born To Learn, en India como profesor de francés para la Professional School of Foreign Languages de la Fundación Vicente Ferrer, y actualmente en Malí cooperando con CONEMUND en proyectos de seguridad alimentaria y equidad de género. Mi objetivo cabe en una palabra: Compartir.

miércoles, 9 de abril de 2014

Punto de unión


A veces mi cerebro juega a individualizar y descontextualizar algunos recuerdos visuales para mezclarlos entre sí y generar imágenes nuevas, inéditas en la realidad y en mi propio pensamiento. Algunas me mueven a la risa, y todas a la reflexión. 

He visto, por ejemplo, un negro sudoroso descalzo con barro hasta las rodillas empujando por la Gran Vía de Madrid un carro de madera lleno de caña de azúcar, maíz y plátanos al que un guardia de tráfico detiene para pedirle la documentación. ¿Documentación? –se preguntaría él- ¿Es que hace falta permiso por escrito para sobrevivir? 

He visto también cómo un grupo de mujeres en coloridos kangas irrumpía en una reunión de hombres grises con trajes grises, corbatas grises y propósitos sombríos, portando en la cabeza cubos llenos de cacahuetes. ¿Qué tipo de conversación podrían entablar? ¿Tienen algo que decirse las sombras y el arco Iris? 

He imaginado que desde el tren en el que viajo rumbo a Malawi lanzo una pantalla de plasma a los pies de los cientos de niños que al paso del gari ya moshi (coche de humo) se acercan corriendo y gritando a la vía sólo para saludar. ¿Qué harían con la televisión en estos poblados de casas de adobe y techos de paja? ¿Lavar la ropa encima? ¿O quizás cortar cebolla? 

Me pregunto dónde está el punto de unión entre tan alejadas visiones de la realidad y del día a día. 

Hace una semana terminó el primer trimestre del curso escolar y pedimos a los padres que vinieran para firmar la notas de sus hijos. Casi todos vinieron pero casi ninguno firmó porque la mayoría no sabe escribir ni su propio nombre. Me llamó la atención un abuelillo que se presentó en la clase con la cara sudorosa y una azada a cuestas. Se acercó a mí y me dijo: “Ninashukuru, mwalimu, kwa kufundisha watoto wetu. Mungu akubariki” (“Gracias, maestro, por educar a nuestros niños. Que Dios te bendiga”). Y se despidió estrechándome con unas enormes manos que no eran acordes con su cuerpecillo. Diríase que se las había robado a un gigante. 

Aquel hombre tampoco sabía escribir, pero firmó las notas de su nieto en mi alma con tinta indeleble y me dio una pista acerca del punto de unión de las cosas dispares sobre el que líneas arriba me preguntaba: 

El negro del carro, el policía que le pide los papeles, el ejecutivo gris, las africanas coloridas, el recolector de cacahuetes, el fabricante de televisiones de plasma y el abuelo coinciden cuando piensan en sus hijos y nietos: Educar es armar para la vida, y la vida es una guerra por la paz.

3 comentarios:

  1. De lo mejor q he leído, hermano MÍO, un beso.

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  2. Fabulosa prosa cual hilo conductor de las realidades tan disparmente percibidas. Todos los mayores saben profundamente que cultivar la mente trae a la largo cosechas más seguras que las que da la tierra. Un fuerte y fraterno abrazo naranja!

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  3. José Antonio,"Moroto" tú si que vales, lo que estas haciendo es muy valioso e importante y con lo fuerza de voluntad que tu lo haces. Tú con lo que sabes y vales puedes hacer lo que quieras y sin embargo, estás ahí haciendo una labor humana muy grande, enseñar , educar y dar lo que tienes a quien tanto lo necesita sin esperar nada a cambio, eso no tiene precio. Jamás he leído ni he visto cosas tan bonitas como las que tú haces ¡qué grande eres!
    Enhorabuena Moroto, yo también te digo como te dijo el abuelillo:¡que Dios te bendiga!

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