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No tenía fuerzas para rendirme, así que decidí emprender activamente una búsqueda eidética, es decir, de lo esencial. Pensé que el cambio que afrontaba merecía un decorado literario, y de ahí el blog. En él reflejo pensamientos, reflexiones y emociones que he vivido durante mi estancia en Tanzania enseñando inglés y suajili a niños de preescolar en un colegio rural de la organización Born To Learn, en India como profesor de francés para la Professional School of Foreign Languages de la Fundación Vicente Ferrer, y actualmente en Malí cooperando con CONEMUND en proyectos de seguridad alimentaria y equidad de género. Mi objetivo cabe en una palabra: Compartir.

viernes, 16 de marzo de 2018

Fortaleza mental


Si pienso en lo que estoy pensando se produce un desdoblamiento en mi mente. En el escenario que se crea hay varios personajes diferentes. Por una parte está el que piensa, es decir, el que despliega las ideas y propone un decorado pensante, y por otra parte está el que piensa sobre lo pensado, es decir, el metapensador. Pero, ¿quién es quién?, ¿y quién soy yo ahora que pienso en ambos?

Quizás los dos, o los tres, sean sólo ideas que se superponen y que crean la supraidea de que alguien diferente las piensa, cuando en realidad es uno solo el sujeto. O quizás hay verdaderamente varias entidades de yo que se relacionan entre sí pensándose mutuamente. Si sueño que sueño, por ejemplo, ¿quién es el sujeto del segundo sueño? Y si me caigo por un barranco en el segundo sueño, ¿tendré un espasmo involuntario que me despierte en el primero o sólo dejaré de soñar que sueño pero seguiré soñando?

¿Y si esto que escribo es el objeto de un sueño? Con este planteamiento podría llegar a considerar que hay tantos yoes como me apetezca. Para crear uno nuevo no tendría más que dar un paso más allá en esa línea de pensamiento que es pensar sobre lo pensado. He descubierto una fábrica en serie de yoes puramente racionales porque la mente diverge cuando se autoconsidera. Cuanto más intento acercarme a lo que soy, más yoes aparecen y más me alejo en realidad de mi objetivo. Es como intentar encontrar la oscuridad con una linterna. 

Lo haré, pues, al revés, es decir, iré al núcleo, simplificaré, buscaré al primer pensador, al original, al que irradia todos estos pensamientos, pero… ¿cómo me acerco a él?, ¿pensando en él? Si hago eso ya me he vuelto a desdoblar, ya tengo la duda de si soy el objeto pensado, el que piensa en él o ambos a la vez. Vuelvo a caer en la trampa del metapensamiento. Hay un juego hermético de ideas que encierra eso que busco dentro de una fortaleza inexpugnable. La mente parece una semilla que se protege a sí misma fecundando de su esencial naturaleza todo lo que se le aproxima. Si te acercas a la mente para ver qué es, automáticamente te conviertes en ella, desapareces como sujeto externo, eres absorbido como por un agujero negro de ideas. Es como si uno estuviera intentando apreciar un cuadro y en el ejercicio de su observación se convirtiera en el cuadro mismo. De esta manera el círculo, o la esfera, o lo que fuere, se cierra sobre sí mismo y crea la idea de que todo son ideas, incluyéndome a mí mismo. Acabo, por tanto, ahogado en un mar de consideraciones que me hacen ineluctablemente asumir que soy mente, es decir, que soy lo que pienso. 

Entonces, ¿cómo se entra en esa fortaleza inexpugnable dentro de la cual habito? Está claro: No pensando. No pensar es la puerta de atrás no vigilada a través de la cual puedo colarme dentro de mí mismo, all´insaputa del ejército de ideas que yo mismo genero. Pero, ¿cómo se hace para no pensar?, ¿cómo se frena un tren en marcha?, ¿cómo se para una avalancha?, ¿cómo se aplaca un tsunami?, ¿cómo se apaga un volcán? No sé... intentaré no pensar en ello. Me tengo mucha curiosidad, y necesito un espejo, no por narciso sino por conciso. 

-Escrito el 2 de agosto de 2015-

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