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No tenía fuerzas para rendirme, así que decidí emprender activamente una búsqueda eidética, es decir, de lo esencial. Pensé que el cambio que afrontaba merecía un decorado literario, y de ahí el blog. En él reflejo pensamientos, reflexiones y emociones que he vivido durante mi estancia en Tanzania enseñando inglés y suajili a niños de preescolar en un colegio rural de la organización Born To Learn, en India como profesor de francés para la Professional School of Foreign Languages de la Fundación Vicente Ferrer, y actualmente en Malí cooperando con CONEMUND en proyectos de seguridad alimentaria y equidad de género. Mi objetivo cabe en una palabra: Compartir.

miércoles, 21 de junio de 2017

El saber de no entender


¿A dónde vas, humano, con tu vidita de estuche, encapsulado en trabajo, dinero, actualidad, sociedad, familia, deporte, vacaciones en la playa, político preferido, creencias, hipoteca, fin de semana, gol a favor, voto útil y teléfono móvil? ¿Qué es eso que llamas seguridad y que con tanta inseguridad buscas? ¿Por qué ese empeño en perpetuar para tus hijos este sucedáneo quejicoso de vida que te has construido? El ruido, el pasado, los demás, los mosquitos, el calor, el trabajo, el futuro y hasta el presente... ¿hay algo que no te moleste o que no te dé miedo?, ¿hay algo que hayas aceptado verdaderamente tal y como es sin quejarte? 

Te diré la verdad sobre la verdad para que no te aflijas o para que lo hagas mucho más: nada que se pueda decir con palabras es verdad. Ni siquiera el término "verdad" tiene sentido alguno. Es sólo el reflejo de la luna en un charco, el sueño de una sombra, la etiqueta de una botella. 

Ahora que empiezo a vislumbrar la claridad, resulta que las palabras no me sirven para nada. Al revés, antes me servían para aclarar las cosas, para explicarme, para convencer, para llegar a donde quería llegar, y ahora, sin embargo, palabra que digo, oscuridad que lanzo. Lo que tengo que contar no se cuenta con palabras. ¡Cuéntanoslo! -me dicen-, y yo callo. ¡Inténtalo! -insisten-, y cuando hablo, todo se desvirtúa, la verdad desaparece. 

La verdad que he visto no se puede entender, creer, descreer, intuir ni constatar con el raciocinio, y para entenderlo hay que desentenderse. De hecho, ni siquiera puede verse, es sólo una forma de hablar. No se trata de sumar ni de añadir, se trata del saber que aparece cuando uno no necesita entender. No es un saber que se entienda, es un saber que se respira. ¿No lo entiendes? Era de esperar. Si lo aceptas interna y verdaderamente, lo aprehenderás, pero si intentas entenderlo, ¡zas!, lo aniquilarás.

- Escrito el 24 de abril de 2016.

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