Las personas más sobresalientes que he conocido no son
personas, sino trozos de persona. He conocido, por ejemplo, cabezas capaces de
entender problemas de física, o de álgebra, o de circuitería integrada, con
nada más que echar un vistazo al enunciado, o a las ecuaciones, o al circuito
correspondiente. He admirado esta capacidad porque al compararla con la mía he
descubierto una enorme diferencia. Me ha dado la sensación de que hacían
trampa, como que hubieran estado aquí antes, quizás en una vida anterior, y por
tanto ya supieran de antemano lo que a mí tanto me costaba entender.
También he conocido corazones de plástico que se estiran
para abarcar y se encogen para apretar. Como células que fagocitan con amor
todo lo que les rodea. He admirado esta capacidad por la misma razón que antes,
por la enorme diferencia que he notado en la suya al compararla con la mía para
hacer lo mismo. También me ha dado la sensación de que hacían trampa, como que ya hubieran estado antes aquí y supieran que amar es un comodín que cuando se ejecuta minimiza
la importancia de cualquier otro verbo.
Por otra parte, también me han parecido interesantes las personas que no son
capaces de entender nada, ni rápida ni lentamente, y que no aman nada sino su
propia ignorancia. El interés de estos casos radica en que se puede llevar una
vida totalmente vacua y seguir vivo, o como quiera que se le pueda llamar a no
ser nadie. No es que pretenda emularlo, pero como dato me resulta relevante.
Con estas fuentes de interés he jugado a construir con el
pensamiento una persona hecha de exquisitos retales. Alguien muy brillante
intelectualmente, muy entregado emotivamente, y muy consciente de que lo que es
y lo que tiene no está en todos los demás.
El caso es que combinando todo esto me sale alguien único
pero triste, perfecto pero muerto, simétrico pero irreal, bello pero soso. ¿Qué tipo de alegría puede tener al ganar alguien que nunca
pierde? ¿Qué consejos puede disfrutar alguien que sabe más que los demás? ¿Qué
tipo de amor es el que siempre se da desde la objetiva superioridad? ¿Qué se siente
cuando se nota que uno es único, y que precisamente por eso está solo?
Al chocarme con la tristeza de la perfección he rebobinado
mis pensamientos hasta el principio con el fin de evitarla, y lo he hecho reformulando las preguntas de una forma práctica:
¿Para qué ser el mejor en un juicio en el que soy juez y parte? ¿Por qué amar
por niveles y no en horizontal? (No hablo de una postura, sino de
hacerlo a todos por igual) ¿De qué sirve la soledad mal entendida? ¿Qué hay de malo en perder?
Cansado y aburrido de intentar evitar el yerro, voy a dejar de hacerlo; continuar sería un gran
error porque la supuesta perfección conduce a la soledad, y ésta a la tristeza, que es un muro entre dos jardines. Si me entiendo y me perdono de antemano acertaré en todos mis errores, y si me encuentro solo ellos y otros que cometan los mismos que yo me acompañarán. Por favor, que nadie intente corregirme antes de que me equivoque, y si lo hace después que entienda que puede haberme gustado y quizás quiera repetir.
...me apasionan los que no tienen certezas, o les duran muy poco.
ResponderEliminarMe pregunto a diario de donde vengo ... a donde voy ... que cenaré ésta noche : ) , siempre encuentro respuestas diferentes. A diario me equivoco, retomo , adopto la quietud y disfruto...
Me gusta la duda es hermosamente flexible ...
¿ "Amar es un comodín que cuando se ejecuta minimiza la importancia de cualquier otro verbo" ? : ) hermoso
besos , muchos ! ( extraño tus correos ojos bonitos : )
Es curioso asentir la detección de habilidades físicas o mentales sobre las que uno mismo posee, sorprenderse y hasta sentir envidia sana. Maxwell o Einstein quizá envidiaran a Nacho Vidal o Rocco Sigfreddi, y probablemente estos últimos se mueran sin conocer quienes eran aquellos..., nada de retales, a ser uno mismo y a yerrar.
EliminarAbrazo fuerte!