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No tenía fuerzas para rendirme, así que decidí emprender activamente una búsqueda eidética, es decir, de lo esencial. Pensé que el cambio que afrontaba merecía un decorado literario, y de ahí el blog. En él reflejo pensamientos, reflexiones y emociones que he vivido durante mi estancia en Tanzania enseñando inglés y suajili a niños de preescolar en un colegio rural de la organización Born To Learn, en India como profesor de francés para la Professional School of Foreign Languages de la Fundación Vicente Ferrer, y actualmente en Malí cooperando con CONEMUND en proyectos de seguridad alimentaria y equidad de género. Mi objetivo cabe en una palabra: Compartir.

sábado, 31 de mayo de 2014

Habari za leo


6.00 AM: Se enciende automáticamente la radio que tengo programada como despertador. “Habari za leo!” (¡Noticas de hoy!) -canta el aparato en suajili-. Me entero de que el Barça y el Atlético de Madrid empataron ayer en un partido que se celebró a miles de kilómetros de distancia de donde estoy, y a años luz del interés que otrora despertaran en mí estos acontecimientos.

7.00 AM: Cargo leche, azúcar, arroz, maíz, libros, un radio-casette, unos cuantos arboles pequeñitos y un par de sacos grandes con botellas de plástico vacías en el daladala (furgoneta) para ir al colegio. La carretera me castiga con baches atroces y el aire me acaricia con la dulzura de un soplido sobre una herida. El Kilimanjaro se esconde como avergonzado detrás de unas nubes que barruntan la inminente llegada de la época de lluvias.

8:00 AM: Llego al colegio en Newland. Descargo los bártulos, saludo a la cocinera -que lleva un cesto con maderos en la cabeza para hacer el almuerzo y la comida-, a los profesores locales y a los niños, que ya forman por clases delante de la escuela. Me pongo a su lado para cantar el himno de Tanzania y veo cómo me miran sorprendidos y sonrientes al ver que me he rapado la cabeza. Ayer me corté el pelo yo mismo, como suelo hacer aquí, pero se me fue la maquinilla y me hice un estropicio en mitad de la cabeza. La única solución era raparse, y ahora soy una bombilla con patas. Me hago gracia, y más cuando me dicen “mwalimu, unapendeza sana!” (¡profe, estás muy guapo!). Acepto el piropo y empiezan las clases.
Una hora de inglés y otra de matemáticas.

10:00 AM: Toca desayuno para todos. Aprovecho para ir caminando a la obra donde estamos construyendo el nuevo colegio. Por el camino admiro un baobab inmenso que me recuerda a El Principito. Me llevo a cuestas el saco de las botellas de plástico (las utilizamos como ladrillos una vez rellenas de arena) y saludo a los padres que están trabajando en el terreno. Los alumnos no pagan por el colegio ni la comida, pero sus padres o tutores colaboran en la construcción de la nueva escuela. No tienen dinero, pero les sobra dignidad y entrega. Ellos cavan zanjas y ellas rellenan botellas. Paso lista para saber quiénes vienen y quiénes no, y le doy 10.000 Shilingi (5 Euros) a uno de ellos para que compre chai (té) para todos. Pido que me ayuden a traer los árboles para plantar y me quedo un rato rellenando botellas con la arena del terreno y charlando de cualquier cosa. Les suele hacer mucha gracia que diga algún refrán en suajili. Ya les sorprende que un blanco hable su lengua, pero si además dice refranes es como para nosotros ver un extraterrestre.

11:00 AM: Vuelvo al colegio y doy una clase de inglés y otra de gimnasia. De mayor quiero ser futbolista, y me encanta jugar al fútbol con los niños, así que como ya soy mayor, me hago futbolista, meto tres o cuatro goles y llega la hora de comer.

1:00 PM: Me acerco al perolo ardiente que se ha estado cocinando y lo coloco convenientemente con la ayuda de uno de los mayores; cojo un vaso de plástico y voy sirviendo a los 94 alumnos del colegio. A cada uno de ellos le hago una pregunta en inglés antes de poner el arroz en su plato. Es una forma dinámica de repasar y de hacer que el idioma entre en su cotidianeidad.

1:30 PM: Me sirvo a mí mismo y me voy debajo de una acacia para comer el insípido arroz que, sin embargo, con la salsa del hambre, está más que aceptablemente bueno. Los niños se me acercan como las abejas a la miel para denunciar que unos se están pegando, para pedirme que imite a un pollo (cacareo muy bien), para llamarme Mister Robot, para enseñarme un escarabajo, para preguntarme dónde está el último voluntario que se fue o simplemente para estar a mi lado, como quien se sienta al lado de un prócer.

2:00 PM: Siesta tanzana.

3:00 PM: Última hora de clase: música o story telling. Bailamos o cuento mis cuentos, que tengo muchos. Ver bailar a estos críos es para morirse de risa y de asombro. 

4:00 PM: Asamblea de despedida y cierre del día. Comento los puntos buenos y malos de la jornada ante la audiencia colegial, recojo lo que traje que no era comestible -porque de lo comestible nunca queda nada- y me monto en el daladala para volver a Moshi.

5:00 PM: Llego a la ciudad y me paseo con o sin rumbo. Hago un par de trámites relacionados con la escuela, digo que no me interesa a varias ofertas que me hacen para subir el Kili, ir de safari o comprar recuerdos de África (como que se me fuera a olvidar) y finalmente me dirijo al hostal en el que convivo con voluntarios y backpackers. Leo, escribo, charlo, como, reposo, pienso, recuerdo, imagino, estudio, me acuesto y duermo. Mañana el rubicundo Apolo volverá a asomarse por los balcones de oriente y tendremos noticias nuevas. Sueño.

6:00 AM: "Habari za leo!"...


2 comentarios:

  1. Pasito a pasito se va viendo el color de los sueños, verte descalzo pisando tierra; hermosa foto. Menudos profes de baile tienes jajaja
    Besos , muchos

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  2. Woww, que bonito diario! Muy correcta la exposición de tu día a día, incluso sin invocar a tu siempres Dios Onano...

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