Soñé que la nieve ardía,
soñé que el fuego se helaba,
y por soñar lo imposible,
soñé que tú me querías.
Combinación de dos palabras o expresiones de significado opuesto
que originan un nuevo sentido. Una paradoja creativa; palabras, conceptos o
ideas que en principio son excluyentes y que sin embargo, juntándose, dan lugar
a algo nuevo híbrido de contrapuestos pero con una entidad diferente. Una
creación hecha de opuestos. Eso es el oxímoron.
Presente en la
literatura, por supuesto, en las emociones, en el arte en general, y hasta en
la física. Parece que en última instancia todo fuera un enfrentamiento creativo
de opuestos, como que en vez de tales, fueran complementarios.
Desde el manido
“silencio atronador” hasta expresiones con más enjundia poética como “ave
subterránea”, “espíritu metálico” o “alimaña angelical”.
Desde llorar de
alegría hasta amar con dolor.
Desde la
estabilidad de la foto, con una “T” claramente inestable, hasta el gato de Schrodinger,
que está vivo y muerto al mismo tiempo por uno de esos caprichos cuánticos de
la física.
Parece que está
por todas partes, y que 1 – 1 no da 0 sino otra cosa, que además resulta no ser
un número. Parece que incluso en el arte, o quizás ahí más que en ningún
entorno, el oxímoron manda, y es que en las mezclas más extrañas florece la
belleza de la originalidad.
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