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No tenía fuerzas para rendirme, así que decidí emprender activamente una búsqueda eidética, es decir, de lo esencial. Pensé que el cambio que afrontaba merecía un decorado literario, y de ahí el blog. En él reflejo pensamientos, reflexiones y emociones que he vivido durante mi estancia en Tanzania enseñando inglés y suajili a niños de preescolar en un colegio rural de la organización Born To Learn, en India como profesor de francés para la Professional School of Foreign Languages de la Fundación Vicente Ferrer, y actualmente en Malí cooperando con CONEMUND en proyectos de seguridad alimentaria y equidad de género. Mi objetivo cabe en una palabra: Compartir.

lunes, 1 de abril de 2013

Palabras zombi





Palabras que han perdido la vida pero que siguen paseándose por nuestro vocabulario vomitando eufemismos y devorando el cerebro a otros términos sanos que aún se ejercitan en la dialéctica de nuestros días. Pocos verdaderamente vivos quedan, hasta el punto de que al final las zombis se van a tener que acabar alimentando de artículos y tildes de esas que nunca se ponen.

Suenan igual que cuando estaban vivas, pero ahora sólo queda de ellas lo justo para distinguir quiénes fueron. Caminan torpemente entre andrajosos discursos infectando la semántica de todo lo que describen. Algunas tienen los ojos colgando y miran a la vez a todas partes y a ninguna. Otras los tienen vueltos hacia dentro, y se miran por tanto a sí mismas, descabezando su propio significado. Van solas o en grupo, pero son incapaces de formar un verdadero argumento, sólo devoran rebatimientos, antes incluso de que éstos nazcan, y apestan a demagogia.

Hay algunas, las más bellas cuando estaban vivas, a las que les ha quedado cara de su propio antónimo. Estas son las más peligrosas, pues hablan, y hasta gritan su verdad de antaño pero muerden con la realidad opuesta que representan hogaño.

Están por todas partes, y mutan de un idioma a otro, contaminando todo lo inteligible diatópica y diastráticamente. Ya no es posible hablar, y en breve dejará de serlo pensar, sin toparse con uno de estos étimos contaminados que paralizan nuestro entendimiento.

No los mento porque pretendo que el texto quede sano, pero de sobra sabemos cuáles son. No hay más que leer o escuchar; ¡pero con cuidado!, que su ponzoña es la única que se transmite por escrito o a través de ondas sonoras. 

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