“Dibuja algo, lo que quieras”, les digo a veces a los niños.
El objetivo principal es sencillamente que cojan el lápiz y desarrollen la
pericia necesaria para utilizarlo, porque para muchos de ellos es la primera
vez que toman contacto con este instrumento, que, según he comprobado, puede
cogerse de infinitas maneras.
Pero resulta que algunos de ellos cogen el
lápiz, y lo cogen bien, pero no se atreven a dibujar nada. ¡Hay que ver el
miedo que da el papel en blanco! Y lo interesante es que esto puede durar toda
la vida.
En estas circunstancias de tan extrema virginidad
escolástica una simple raya en diagonal ya daría que pensar sobre el niño, y no
digamos un cuadrado, o un círculo. Dibujar un triángulo sería sorprendente, y
si a alguno le diera por dibujar unas rectas paralelas o delimitar áreas tendríamos
que pensar que viene con algún conocimiento de serie o capacidad intelectual
innata digna de estudio.
El caso es que si se les propone un modelo, ya sea la raya,
el cuadrado, el círculo, el triángulo o la forma que sea, su imitación es
bastante fácil para todos. La diferencia radica ya en la ejecución de esa
imitación, pero con la propuesta del modelo se pierde la espontaneidad de la
creación libre. Me pregunto cuánto tiempo dura esta realidad del miedo a la
creación libre en la mente de un niño. ¿Podría durar hasta su vejez?
Hay entendimientos que se llenan como sacos, pero que no
tienen procesador alguno.
Hay morales que tienen dos agujeros caprichosamente
prediseñados: lo que se ve mirando por uno se llama bien, y lo que se ve
mirando por el otro se llama mal. Y punto.
Hay vidas que sólo tienen infancia, adolescencia, edad
adulta, vejez y muerte, sin ninguna interconexión entre una etapa y otra, y con
poca infancia durante la infancia, y sin infancia durante la edad adulta.
Hay cerebros para los que la rentabilidad es una cosa que sólo
se puede expresar con los números que aparecen en los billetes.
Hay tantos modelos prediseñados para el entendimiento, la moral, el itinerario que debe seguir la vida, y la rentabilidad de nuestra existencia, que resulta difícil hasta encontrar papel en blanco. Casi todos vienen con cómodos modelos para imitar.
Hay tantos modelos prediseñados para el entendimiento, la moral, el itinerario que debe seguir la vida, y la rentabilidad de nuestra existencia, que resulta difícil hasta encontrar papel en blanco. Casi todos vienen con cómodos modelos para imitar.
“Vive algo, lo que quieras”, les digo a veces a los adultos.
El objetivo principal es que cojan su vida y dibujen algo, lo que sea, pero sin seguir la línea de puntos. Si algo viene retractilado, no es libertad.