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No tenía fuerzas para rendirme, así que decidí emprender activamente una búsqueda eidética, es decir, de lo esencial. Pensé que el cambio que afrontaba merecía un decorado literario, y de ahí el blog. En él reflejo pensamientos, reflexiones y emociones que he vivido durante mi estancia en Tanzania enseñando inglés y suajili a niños de preescolar en un colegio rural de la organización Born To Learn, en India como profesor de francés para la Professional School of Foreign Languages de la Fundación Vicente Ferrer, y actualmente en Malí cooperando con CONEMUND en proyectos de seguridad alimentaria y equidad de género. Mi objetivo cabe en una palabra: Compartir.

jueves, 23 de julio de 2015

Traidora


La mente nos ha traicionado. ¿Es que no os habíais dado cuenta? De tanto darle poder se ha apoderado de nosotros mismos, individual y colectivamente, hasta el punto de que ha secuestrado a nuestro verdadero yo, lo ha recluido en un sótano y no le da de comer más que de vez en cuando. Este secuestro dura ya milenios, así que no es raro que el yo verdadero se haya olvidado de quién es y ahora crea que es nuestra mente; tenemos síndrome de estocolmo y nos creemos que somos nuestro ego, nuestro secuestrador. Por eso nos identificamos con nuestra mente y por eso creemos que somos lo que pensamos. ¡Pobres!, siendo emperadores nos creemos ratas. La grandiosa esencia de lo que somos sólo despierta cuando miramos al cielo estrellado, cuando nos sentamos al borde del mar, cuando vemos un atardecer o sencillamente cuando no pensamos (cosa rara y harto difícil, ya que la mente, que es pensamiento puro, tiene pánico de su propia ausencia; por eso nos resulta tan difícil dejar de pensar, porque pensamos que no pensar es desaparecer). Curiosa artimaña esta de hacernos sentir vulnerables precisamente cuando damos el primer paso en busca de la invulnerabilidad que hay en nosotros.

El ego es un miedica, un malcriado de las ubres de la mente que se hace fuerte levantando la voz para ocultar su debilidad. Vive del enfrentamiento, de la separación, de la discusión, de pelearse por la razón, de diferenciarse, de apoyarse en las paredes irreales del mundo material y de reivindicar toda nuestra identidad. No somos lo que pensamos, ni lo que hemos estudiado, ni lo que hemos vivido, ni lo que queremos hacer, ni lo que somos capaces de ser. Todo eso es nuestra mente, una herramienta que maneja en vez de ser manejada, un sirviente que da órdenes, una fragua que se cree herrero.

No hay mejor terapia, para lo que sea, que no pensar. Meter un palo en la rueda de la mente atropellada, esa que es incapaz de dejar de enredar en el pasado y de fantasear con el futuro, es la mejor manera de centrarse en el presente y de destruir al ego, ese impostor con licencia de pensador. Por eso cuando tenemos un problema solemos argumentar que trabajar nos viene bien, para no pensar, o que nos conviene hacer esta o aquella cosa para estar entretenidos. En definitiva, la solución es siempre no pensar. Cuando esto se consigue, se contacta con la esencia del ser, dejamos de identificarnos con nuestras ideas, sencillamente se es, y de ese viaje al ser -para casi todos casi siempre breve, casual y turístico- se traen pellizcos de paz que son como guiños del más allá, del que nunca nos hemos ido completamente, y al que volveremos definitivamente cuando se acabe la dictadura de la mente. Esto puede conseguirse incluso en vida, aunque para eso hay que hacerse no-pensador a tiempo completo, es decir, en cada ahora. La eternidad no es tiempo infinito, es la no existencia del tiempo, y eso sólo pasa en el ahora, entre otras cosas porque sólo en el ahora puede pasar algo. 

- Las ideas de esta entrada son una recreación personal de lo que he sentido y pensado al leer "The power of Now" ("El poder del Ahora"), de Eckhart Tolle. 

1 comentario:

  1. Libro que al volver a releer no importa por què página lo abras...
    Besos ojos bonitos ; )

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