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No tenía fuerzas para rendirme, así que decidí emprender activamente una búsqueda eidética, es decir, de lo esencial. Pensé que el cambio que afrontaba merecía un decorado literario, y de ahí el blog. En él reflejo pensamientos, reflexiones y emociones que he vivido durante mi estancia en Tanzania enseñando inglés y suajili a niños de preescolar en un colegio rural de la organización Born To Learn, en India como profesor de francés para la Professional School of Foreign Languages de la Fundación Vicente Ferrer, y actualmente en Malí cooperando con CONEMUND en proyectos de seguridad alimentaria y equidad de género. Mi objetivo cabe en una palabra: Compartir.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Grados de libertad


- ¡Soy libre!- gritaba ingenuo el tren discurriendo por su raíl a toda velocidad mientras el pájaro, que le escuchó, se reía de él planeando descuidadamente en el cielo.
- Si él se siente libre –pensó el pájaro- porque no sabe lo verdaderamente esclavo que es de los raíles por los que circula, beatus ille.

Existen grados de libertad, y aunque parezca que lo importante sea la sensación subjetiva que cada uno tiene de ella, lo cierto es que hay gente tan esclavizada que sencillamente piensa que es libre porque está viva, como si la libertad no fuera más que no haber sido aún apresado por la muerte. Desmedrado pensamiento, en mi opinión, para tan maravilloso y excelso concepto, uno de esos indefinibles a los que sin embargo podemos acercarnos con circunloquios como este: 

La libertad, amigo Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar esconde; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”.

Llevado al extremo, uno puede sentirse preso hasta de su propio cuerpo, aunque éste funcione perfectamente, y si bien parece más difícil sentirse apresado por las ideas propias, ya que éstas se defienden como la inteligencia –la virtud mejor repartida, porque todo el mundo cree tener suficiente-, resulta que las ideas también apresan, y más que el cuerpo, porque se disfrazan de personalidad, y una vez asumidas se hacen indistinguibles de una opción libre, aunque vengan insufladas y plastificadas desde fuera.

Quiero ser pájaro, pero no para reírme de los trenes, sino para que mi rail sea el viento, y por eso me pongo en duda constantemente. No hay nada más estable y próspero que planear sobre la posibilidad del cambio permanente.

Yo vuelo hacia Zihuatanejo, y me gustaría no hacerlo solo sino en bandada. 

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