Querido amigu:
A continuación te paso un trozo de cerebro de nuestro Frankenstein para que lo
encajes como mejor veas. Responde a la búsqueda de ideales verdaderos, tema
este que mencionas en el boceto que me pasaste. Esos ideales que la mayor parte
de las veces son vistos como estupideces por quienes detentan el trono de la
supuesta cordura.
Resulta que estando Don Quijote en el castillo de los
duques, compartiendo mantel con Sancho Panza, los propios duquesa y duque (que
tanto se burlaron de caballero y escudero durante la segunda parte del libro) y
un cura, en un momento dado la prosa reza así:
“El eclesiástico, que oyó decir de gigantes, de follones, y
de encantos, cayó en la cuenta de que aquel debía de ser don Quijote de la Mancha, cuya historia leía
el duque de ordinario, y él se lo había reprehendido muchas veces, diciéndole
que era disparate leer tales disparates, y enterándose ser verdad lo que
sospechaba, con mucha cólera, hablando con el duque le dijo:
- Vuestra Excelencia, señor mío, tiene que dar cuenta a
Nuestro Señor de lo que hace este buen hombre. Este don Quijote o don Tonto, o
como se llame, imagino yo que no debe de ser tan mentecato como Vuestra
Excelencia quiere que sea, dándole ocasiones a la mano para que lleve adelante
sus sandeces y vaciedades.
Y volviendo la plática a don Quijote le dijo:
- Y a vos, alma de cántaro,
¿quién os ha encajado en el cerebro que sois caballero andante y que vencéis
gigantes y prendéis malandrines? Andad enhorabuena, y en tal se os diga:
volveos a vuestra casa, y criad a vuestros hijos, si los tenéis, y curad de
vuestra hacienda, y dejad de andar vagando por el mundo, papando viento y dando
que reír a cuentos os conocen y no conocen. ¿En dónde nora tal, habéis vos
hallado que hubo ni hay ahora caballeros andantes? ¿Dónde hay gigantes en
España, o malandrines en la
Mancha, ni Dulcineas encantadas, ni toda la caterva de las
simplicidades que de vos se cuentan?
Atento estuvo don Quijote a las razones de aquel venerable
varón, y viendo que ya callaba, sin guardar respeto a los duques, con semblante
airado y alborotado rostro, se puso en pie y dijo…
Pero esta respuesta capítulo por sí merece.
CAPÍTULO XXXII
De la respuesta que dio don Quijote a su reprehensor, con
otros graves y graciosos sucesos.
Levantado, pues, en pie Don Quijote, temblando de los pies a
la cabeza, como azogado, con presurosa y turbada lengua, dijo:
- El lugar donde estoy, y la presencia ante quien me hallo,
y el respeto que siempre tuve y tengo al estado que vuesa merced profesa, de
quien se debía esperar antes buenos consejos que infames vituperios, tienen y
atan las manos de mi justo enojo. Las reprehensiones santas y bien
intencionadas otras circunstancias requieren y otros puntos piden. A lo menos,
el haberme reprehendido en público y tan ásperamente ha pasado todos los límites
de la buena reprehensión, pues las primeras mejor asientan sobre la blandura
que sobre la aspereza, y no es bien que sin tener conocimiento del pecado que
se reprehende, llamar al pecador, sin más ni más, mentecato y tonto. Si no,
dígame vuesa merced: ¿por cuál de las mentecaterías que en mi vida ha visto me
condena y vitupera, y me manda que me vaya a mi casa a tener cuenta en el
gobierno della y de mi mujer y de mis hijos, sin saber si la tengo o los tengo?
¿No hay más sino a trochemoche entrarse por las casas ajenas a gobernar sus
dueños, y habiéndose criado algunos en la estrecheza de algún pupilaje, sin
haber visto más mundo que el que puede contenerse en veinte o treinta leguas de
distrito, meterse de rondón a dar leyes a la caballería y a juzgar de los
caballeros andantes? ¿Por ventura es asunto vano o es tiempo mal gastado el que
se gasta en vagar por el mundo, no buscando los regalos dél, sino las asperezas
por donde los buenos suben al asiento de la inmortalidad? Si me tuvieran por
tonto los caballeros, los magníficos, los generosos, los altamente nacidos,
tuviéralo por afrenta irreparable; pero de que me tengan por sandio los
estudiantes, que nunca entraron ni pisaron las sendas de la caballería, no se
me da un ardite: caballero soy, y caballero he de morir, si place al Áltísimo.
Unos van por el ancho campo de la ambición soberbia; otros por el de la
adulación servil y baja; otros por el de la hipocresía engañosa, y, algunos,
por el de la verdadera religión; pero yo, inclinado de mi estrella, voy por la
angosta senda de la caballería andante, por cuyo ejercicio desprecio la
hacienda, pero no la honra. Yo he satisfecho agravios, enderezado tuertos,
castigado insolencias, vencido gigantes y atropellado vestiglos; yo soy
enamorado, no más de porque es forzoso que los caballeros andantes lo sean, y
siéndolo, no son de los enamorados viciosos, sino de los platónicos
continentes. Mis intenciones siempre las enderezo a buenos fines, que son de
hacer bien a todos y mal a ninguno. ¿Es esto de tonto y mentecato?”
Y el capítulo continúa, claro, pero hasta ahí llega lo que
creo que puede interesarnos. Coge lo que mejor te parezca, que algo bueno en
cuanto a la búsqueda de ideales ya tiene.
Cualquier idea que se te ocurra de la que se pueda escribir es
más que probable que aparezca, sin estar traída por los pelos, en algún pasaje
del Quijote. Tú dime, que yo busco en la memoria. Vamos a hacer un Frankenstein
pensante y de movimientos gráciles.
Un abrazo, amigu.
PS: Seguimos desenterrando y cosiendo ideas.