Cuando leo a Ortega me emociono. Sus reflexiones y la manera
de exponerlas son paisajes hechos con palabras. Tienen la luz de un amanecer y huelen
siempre a hierba recién cortada. Lo que dice se puede respirar hondamente,
y le faltan a uno pulmones para llenarse de tanto aire fresco. Cuando lo espiro
siento unas ganas enormes de escribir -lo que sea- pero al vaciarme de su
lectura me encuentro también tan pequeño, tan diminuto, que casi me da vergüenza
y me parece una mezquindad tocar las letras después de él, así que me deleito
en su grandeza, cuelgo mi lápiz y le releo, como quien apaña con ávidas untadas
de pan los últimos resquicios de un plato empapado de ambrosía; y cuanto más
unto, más disfruto y más hambre tengo.
Aquí dejo unos huevos fritos con pan para que cada uno unte a su gusto:
“Quien siente menos apetitos vitales y percibe la existencia
como una angustia omnímoda, según suele acaecer al hombre moderno, supedita
todo a no perder la vida. Por otra parte, el valor supremo de la vida (como el
valor de la moneda consiste en gastarla) está en perderla a tiempo y con gracia”.
“La vida en su última sustancia consiste en tener que ser
dedicada a algo, no en ocuparse de esto o de lo otro dentro de la vida. Es
decir, no en meter en la vida algo que se considera valioso, sino en tomar en
vilo nuestra existencia entera y dedicarla a algo. En suma, darla,
enajenarla, entregarla; entonces será verdaderamente tuya”.
“Hay un primer plano de realidades el cual se impone a mí de una manera violenta: son los colores, los sonidos, el placer y el dolor sensibles. Ante él mi situación es pasiva. Pero erigidos los unos sobre los otros hay nuevos planos de realidad cada vez más profundos, más sugestivos, que esperan ascendamos a ellos, que penetremos hasta ellos. Pero estas realidades superiores, para hacerse patentes ponen una condición: que queramos su existencia y nos esforcemos hacia ellas. La ciencia, el arte, la justicia, la cortesía, la religión son órbitas de la realidad que no invaden bárbaramente nuestra persona como hacen el hambre o el frío; sólo existen para quien tiene voluntad de ellas; requieren un ver activo.
Si no hubiera más que ver pasivo quedaría el mundo reducido
a un caos de puntos luminosos. Pero hay sobre el pasivo ver un ver activo, que
interpreta viendo y ve interpretando: un ver que es mirar. Platón supo hallar
para estas visiones que son miradas una palabra divina: las llamó ideas. Pues
bien, la tercera dimensión de la naranja no es más que una idea, y Dios es la última
dimensión de la campiña”.
“Es un error creer que el aspecto más verídico de una cosa sea el que ella ofrece sometida a una visión muy próxima. Ver bien una piedra es mantenerla a tan corta distancia de nuestro ojos que percibamos los poros de su materia. Pero ver bien una catedral no es mirarla a la misma distancia que una piedra. Para ver bien una catedral hemos de renunciar a ver los poros de sus sillares y alejarnos de ella debidamente”.
Y de postre, al hilo de este último párrafo, una sentencia de Nietzsche:
“Demasiado primer plano hay en todos los hombres, ¡qué tienen que hacer allí los ojos que ven lejos, que buscan lejanías!".
¡Buen provecho!
“Demasiado primer plano hay en todos los hombres, ¡qué tienen que hacer allí los ojos que ven lejos, que buscan lejanías!".
¡Buen provecho!
- Escrito el 5 de noviembre de 2014 -
Ortega sabe lo que dice por que la filosofía de sus planteamientos es exacta; exacta como lo son las matemáticas. Al hilo de esto te dejo una frase de Bertrand Russell:
ResponderEliminar"Las matematicas, consideradas estrictamente, proporcionan no solo la verdad, sino también una belleza suprema, una belleza fria y austera, sin la magnificiencia engañosa de la pintura o la música"
No olvides buscar la simbiosis "escudo-espádica" del Algebra con la Geometria que espetó Lagrange...