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No tenía fuerzas para rendirme, así que decidí emprender activamente una búsqueda eidética, es decir, de lo esencial. Pensé que el cambio que afrontaba merecía un decorado literario, y de ahí el blog. En él reflejo pensamientos, reflexiones y emociones que he vivido durante mi estancia en Tanzania enseñando inglés y suajili a niños de preescolar en un colegio rural de la organización Born To Learn, en India como profesor de francés para la Professional School of Foreign Languages de la Fundación Vicente Ferrer, y actualmente en Malí cooperando con CONEMUND en proyectos de seguridad alimentaria y equidad de género. Mi objetivo cabe en una palabra: Compartir.

viernes, 15 de abril de 2022

Bamako-sopapo

Los primeros días en Bamako son un sopapo de extranjería y una pregunta árida a la pupila: ¿qué has venido a hacer aquí, tubabu? Si llegas en marzo el sopapo es de calor-martillo-desierto-urbano, y si en julio de lluvia-barro y alcantarilla. Practica con el visitante la sodomía logística: es complicado y caro ir a cualquier sitio y es imposible quedarse donde uno está. El tráfico es demencial, atroz y esquizofrénico, la circulación cambia de sentido sin sentido, la luz no se corta casi nunca porque casi nunca está para poder cortarse y el agua se va cuando te acabas de echar el champú. 

Aquí viven unos pocos negros sin blanca y muchos blancos con motivaciones oscuras que ni ellos mismos conocen. Todavía no sé qué hacen tantísimas ONG, pero en los sótanos de los barrios altos de la cooperación se dice en petit comité que esto es cosa de conveniencia, no de altruismo. Coopero contigo para que te quedes donde estás; toma alpiste y no molestes más. 

Bamako es ahora la habitación del pánico del Sahel: tiros en Sikasso, evitar la zona. Obus en Tombouctou, evitar la zona. Asalto en Gao, evitar la zona. Ataque en Mopti, evitar la zona. Masacre en Moura, evitar la zona... y así todos los días, Ramadán mediante; la hora de la oración, tiempo de munición. No se puede salir de Bamako porque fuera hay una guerra sin nombre, y quedarse es pelearse contra tu nadie. Una ciudad archicara en un país infrapobre. Un lugar sin futuro porque la calavera del tiempo se vende en los mercados de vudú. ¿Para qué es esa cabeza de mono?, ¿para dar gusto a la sopa?

Y mientras tanto, polvo de carretera, francés con arena, zumo de sudor y piscinas para blancos. El sinsentido de este lugar y su hostilidad son gasolina para mi curiosidad. Mali, país embargado con una capital que embarga. ¡Cuéntame, Bamako!, ¿por qué me quieres con tanta prisa envejecer?, ¿qué me quieres decir?, no me maltratarías si no tuvieras algo para mí.

3 comentarios:

  1. Buen sopapo de una realidad inimaginable

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  2. Madre mía...Jose, ¿dónde te has metido....?

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    1. Ten en cuenta, Sara, que esto que escribo es como yo lo veo nada más llegar, no como Bamako realmente es. Dice más de mí que del lugar, pero explicarlo bien merece otra entrada ;-)

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