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No tenía fuerzas para rendirme, así que decidí emprender activamente una búsqueda eidética, es decir, de lo esencial. Pensé que el cambio que afrontaba merecía un decorado literario, y de ahí el blog. En él reflejo pensamientos, reflexiones y emociones que he vivido durante mi estancia en Tanzania enseñando inglés y suajili a niños de preescolar en un colegio rural de la organización Born To Learn, en India como profesor de francés para la Professional School of Foreign Languages de la Fundación Vicente Ferrer, y actualmente en Malí cooperando con CONEMUND en proyectos de seguridad alimentaria y equidad de género. Mi objetivo cabe en una palabra: Compartir.

lunes, 25 de noviembre de 2013

El acordeón


La felicidad no es una yuxtaposición de momentos de placer. Si así fuera, el objetivo de la vida consistiría en tener cuantos más orgasmos mejor, en comer mucho de lo que a uno le gusta a todas horas y en estar escuchando halagos permanentemente. Todo eso es gustoso, pero hay que dar puntadas entre uno de esos momentos y el siguiente porque si no la supuesta felicidad que queremos envolver se nos va entre las costuras. 

El proyecto de ser feliz tiene más que ver con un estado de ánimo y con una actitud que con una actividad. Se puede ser feliz haciendo cualquier cosa, así que todos los oficios son bienvenidos en esta feria. 

He visto una pareja de ancianos sin hogar cantando en la calle al ritmo de un acordeón herrumbroso sobre cuyas notas se acomodaban mutuamente sus miradas de amor mientras escuchaba detrás de mí la amarga conversación a través del móvil de un encorbatado gris al que no le parecía bien el reparto de los beneficios de no sé qué venta. Mirando alternativamente la sonrisa de unos, abierta como el propio acordeón en su aspiración máxima, y el rictus torcido e indignado del otro, he constatado que en ese momento concreto eran más felices ellos que él. Con este contraejemplo y otros miles que se pueden observar o imaginar queda para mí demostrado que no hay una actividad concreta diseñada para ser feliz, sino que todas valen y que sólo la actitud determina si somos o no dichosos. 

Supongo que unas horas después el encorbatado dormiría entre finas telas de holanda, y la pareja de ancianos entre gruesos cartones de embalaje, pero incluso así se puede considerar que la actitud prima sobre lo que se hace o se tiene: el primero podría lamentarse por un lamparón en su exquisita ropa de cama, y los segundos podrían estar celebrando haber encontrado una manta nueva (nueva para ellos) en un contenedor. 

Así concluyo que la felicidad es un hombre sonriente, vestido elegantemente con una corbata de flores de colores, tocando el acordeón en la calle mientras dos enamorados viejos bailan su música con una danza de besos nuevos. No es el camino ni el destino, es la forma de caminar. 

1 comentario:

  1. Menudos regalos me da la vida...
    Al finalizar de leer tu entrada, sin pronunciar palabra, mi sonrisa me dice todo lo que disfrutaré leyéndote , uf, hermosos paseos me esperan.
    Gracias, macho pretty

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