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No tenía fuerzas para rendirme, así que decidí emprender activamente una búsqueda eidética, es decir, de lo esencial. Pensé que el cambio que afrontaba merecía un decorado literario, y de ahí el blog. En él reflejo pensamientos, reflexiones y emociones que he vivido durante mi estancia en Tanzania enseñando inglés y suajili a niños de preescolar en un colegio rural de la organización Born To Learn, en India como profesor de francés para la Professional School of Foreign Languages de la Fundación Vicente Ferrer, y actualmente en Malí cooperando con CONEMUND en proyectos de seguridad alimentaria y equidad de género. Mi objetivo cabe en una palabra: Compartir.

martes, 23 de junio de 2015

Entrevista sin gracia


Escribir emocionado. No hay más secretos que ese para escribir “algo”. La escritura es emoción estrellada contra un papel, un código que deforma en forma de grafos la materia intelectual de nuestro espíritu. Si con una pica decimos “aquí estuve yo”, ¿qué dice el que escribe? “Aquí amé yo, aquí sufrí yo, esto yo pensé”. Uno se materializa y se espiritualiza a la vez cuando escribe, porque se hace idea que puede habitar otros cerebros, mover otros cuerpos, trascender a otras almas y hacer sentir que en realidad todas ellas se funden en una común, en la consciencia global. 

- ¿Y qué es entonces la consciencia global?
La consciencia global es entender no por convencimiento, sino por necesidad existencial, que somos todos partícipes de la misma cosa, y que en cada trozo de la tarta está la totalidad de tarta, porque cada trozo es tarta en sí. 

- De acuerdo, pero ¿eso para qué sirve?
Sirve para lo que cada uno quiera que sirva, así que puede servir para muchas cosas. Es como preguntarse, ¿para qué sirve existir? Lo que la consciencia global sea no se calibra con los parámetros de causa-efecto, o utilidad-inutilidad, ni siquiera con los de bueno-malo. Siendo consciente de la consciencia global todo es neutro, todo es lo mismo, todo es Uno. 

- ¿Tiene la consciencia global algo que ver con la felicidad?
La iluminación consiste precisamente en sentir el Uno. Cuando se consigue, la idea de felicidad queda también anulada. La paz es tal que podría decirse que uno deja de necesitar ser feliz. Es como una serpiente comiéndose a sí misma por la cola: los conceptos son inmediatamente fagocitados por su propia energía creadora. Reina la neutralidad, un infinito mar de aceite que se ha tragado el horizonte de lo posible y lo imposible, y un atardecer que siempre es crepuscular porque tampoco se necesita ni al mismísimo sol. 

- ¿Y con la ética? ¿Tiene algo que ver con la ética?
La idea de unicidad se puede desplegar en todos los campos, y en términos éticos, por supuesto, también. La ética sería muy sencilla: lo bueno y lo malo son lo mismo, y también lo son el amigo y el enemigo, así que teniendo clara la consciencia global es muy fácil ver a los demás en uno mismo y a uno mismo en los demás.  

- ¿Y qué dice la ciencia de todo esto? ¿Lo respalda de alguna manera?
La ciencia lo refrenda totalmente. De hecho, hay una parte de la física que trata los eventos no como cosas que pasan o dejan de pasar, sino como superposiciones de estado, es decir, cosas que pasan y no pasan al mismo tiempo. Esta consideración aparentemente sin sentido para nuestra lógica de andar por casa, es sin embargo básica cuando se analiza el universo desde el punto de vista más voyerista que nos ofrece nuestro cerebro, la física cuántica. Una superposición de estados -es decir, algo que es y no es al mismo tiempo- es como el bien y el mal disueltos el uno en el otro para formar una realidad global, la realidad única, sucinta al mismo tiempo de cada cosa y de su contrario, sin dicotomías de ningún tipo, sin antónimos. 

- Parece aburrido, ¿no? Ni frío ni calor, ni sí ni no, ni bueno ni malo… ¿qué gracia tiene eso?
En realidad, ninguna.

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