Yo, que me hablo con varias y que con ellas hablo, puedo
hablar y hablo, y digo lo siguiente:
Estudiar una lengua es tender un puente inacabable
entre las ideas propias y el mundo exterior a través de un río ancho como el
horizonte por el que discurren las circunstancias verbalizables de la vida.
Aprender una palabra nueva en un idioma extranjero es dar
una puntada más para ensanchar y hacer más cómodo un tejido con el que nos
vestimos cuando viajamos, mientras que aprenderla en la lengua madre es dar la
misma puntada pero no para ensanchar el tejido sino para ajustarlo a la
concreción de las ideas.
Para algunos, aprender un idioma nuevo es un agujero más por
el que desaguar su estupidez.
Amor, amore, amour, love, upendo, prema… cambian las letras,
pero permanece el concepto, cambia la música, pero permanece la letra.
Estudiar un idioma nuevo es una odisea que emprende un sastre aventurero que quiere tejer un vestido nuevo para cada una de sus ideas viejas.
Te hablo en tu lengua porque no me dirijo a tu cerebro, sino
a tu corazón.
Alguien que aprende una lengua nueva es un mercenario que
lucha a favor de un ejército extranjero que acomete su particular cruzada del
intelecto a la conquista de lo inefable.
Cuando en el estudio de una nueva lengua necesites buscar en el diccionario cómo se dice “matiz” es que acabas de llegar al primer
punto de madurez de tu aprendizaje.
Dime cuántos idiomas hablas y te diré cuántos debes mejorar.
Lo haré
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