A nadie le obligan a ser voluntario. Sería como obligar a alguien a soñar o a que le gustara o disgustara algo. Ser voluntario es, por tanto y ante todo, un acto libre. Así que, como no podía ser de otra manera, me hice voluntario por voluntad propia, y dado que la voluntad es la facultad de decidir y ordenar la propia conducta, deduzco que soy voluntario porque quiero ordenar algo en mí, es decir, porque quiero conducirme, pero, ¿hacia dónde?
En realidad el destino da igual, la idea es moverse, y
quizás lo que uno se proponga no se alcance nunca, como el horizonte, que se
aleja en la misma medida en la que nos acercamos a él. El movimento, sin
embargo, es una consecuencia inevitable de esa búsqueda, independientemente de
que se alcance el objetivo final o no. Por eso las estrellas, aunque
inalcanzables, también pueden ser guías. En un mundo en el que la propiedad es
un rango, la riqueza se viste de virtud, la pasión por la verdad agoniza como
un pelícano empapado de alquitrán, la falsedad es la vía más corta y loada para
el éxito y los templos de los grandes valores sociales se sujetan sobre
cariátides de alfeñique, parece inevitable buscar algo nuevo, pero, ¿qué?
Dado que la duda está ahí y que no se sabe qué buscar, ¿qué
mejor y más noble que buscarse a sí mismo?, ¿y qué mejor manera de buscarse que
hacerlo en los demás? Se trata por tanto de reconocerse mirándose en los otros
como si fueran un espejo. Decía Vicente Ferrer que la acción buena encierra
todas las filosofías, todas las ideologías, todas las religiones… así pues, una
manera de aprehenderlo todo es hacer algo bueno por los demás. Voilà la idea
fundamental del voluntariado, pero, ¿qué es un acto bueno?
El agua no es el frescor que siente el que la bebe ni la
agonía del que se ahoga en ella. El sol no es la vida en nuestro planeta ni una
quemadura en la piel. Una mano no es una caricia ni un estrangulamiento.
Frescor, agonía, vida, quemadura, caricia y estrangulamiento son efectos de la
realidad, pero no la realidad en sí. Todo es bueno y malo a la vez, o ninguna
de las dos cosas, así que definir la bondad no es fácil porque evidentemente lo
que es bueno para uno puede que no lo sea para otro, por lo que la duda sobre
qué hacer se mantiene. Para despejarla hay un verbo todopoderoso que siempre da
resultado a la hora de decidir qué hacer: ayudar. De acuerdo, pero, ¿ayudar a quién?
Cuando escuchamos que se ha descubierto un agujero negro en
el espacio no quiere decir que se haya visto directamente ese agujero. Lo que
se ha visto son los efectos gravitarorios que provoca sobre lo que tiene cerca,
por ejemplo que los astros describan a su alrededor órbitas extrañas, o que la
luz se curve en sus proximidades. Se sabe que el agujero negro está ahí por las
consecuencias de su presencia, no porque se vea directamente. Otro ejemplo,
quizás más sencillo, es el siguiente: si uno quiere saber si una zona es buena
para pescar, no mira al agua para ver si hay peces, sino al cielo para ver si
hay pájaros. La respuesta se cierra, por tanto, con una perogrullada: si uno
quiere ayudar, debe ayudar a quien lo necesita, y sabrá que lo está haciendo bien observando los efectos de sus propios actos, por ejemplo viendo nacer sonrisas y secarse lágrimas a su alrededor. Y llegados a este punto en el
que la definición de voluntario va cobrando forma, cuando ya hemos decidido buscar
algo bueno para descubrirnos a nosotros mismos ayudando a los demás, la
pregunta vuelve como un bumerán: ayudar, pero,
¿haciendo qué?
Todos somos talentosos, y todos sabemos hacer algo muy bien,
y si bien es cierto que nunca seremos los mejores en nada, también es verdad
que cada uno de nosotros es muy bueno haciendo algo. Detectarlo es descubrir el
talento, y compartirlo es disolverse. ¿Qué es de un grano de sal que se
disuelve en agua? Es cierto que no hay grano tras la disolución, es cierto que
las moléculas de agua han separado los átomos de cloro de los de sodio, es
verdad que no hay estructura cristalina que forme el cubito de sal, pero ahora
el agua está salada. Hacer algo bueno por los demás desarrollando los talentos
propios es pasar de ser grano de sal a ser salinidad, es disolverse, es
expandirse, es crecer.
Así pues, concluyo que un voluntario es alguien que crece utilizando sus talentos -los que fueren- para, de manera libre, hacer algo bueno ayudando con
el fin de descubrirse a sí mismo disolviéndose en los demás. Y por último, ¿dónde y cuándo se puede hacer esto? La respuesta no puede ser más sencilla y ni siquiera requiere otro párrafo para expresarse porque con un par de palabras vale: aquí y ahora.
"Viendo nacer sonrisas y secarse lágrimas a su alrededor." Me encanta!
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