Después de milenios de injusto encarcelamiento, Aceptación
es por fin libre. Hasta ahora permanecía recluída en la prisión de los defectos
de la psique humana compartiendo celda con la pasividad, el determinismo, el
pesimismo y otros aguadores y empequeñecedores de felicidad. Aceptación fue acusada de cobarde y
de asesina de entusiasmos durante los comienzos de la dictadura de la mente, y
ha permanecido vejada y vilipendiada en el fondo del corazón de los hombres
desde entonces, acompañada de todas las miserias que allí moran. En el juicio
en el que fue condenada, Aceptación argumentó que ella nunca pretendió hacer
apología de la indolencia sino simplemente proponer la asunción de lo que no se
puede cambiar, lo cual es en sí un acto lógico, pero la mente, severa, injusta
y prejuiciosa la condenó al ostracismo de las virtudes. Se le acusó también de
entorpecer el progreso humano, y aunque nunca quedó claro –ni lo está aún- qué
cosa sea esa del progreso, cuántas vertientes tiene, ni hacia dónde se dirige,
la condena y el encierro se hicieron efectivos.
Ahora que por fin es libre, ha declarado que no siente
rencor alguno, pues eso le haría seguir siendo presa -en este caso de sí misma-
y que va a aprovechar su libertad para dedicarse a criar alas en las almas de los hombres. Lo primero que hay que hacer para llegar a entender algo es entender
que no se entiende, y lo primero que hay que hacer para cambiar algo que no
gusta es aceptar que antes de cambiarlo es como es. Esta verdad de Perogrullo
parece que fuera sólo de Pedro Grullo, y no patrimonio de todas las psiques,
que tan reacias son a aceptar lo que en buena lógica y conveniencia es inaceptable no aceptar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario