¡Qué desencaminados recorremos el camino del amor!
¡Te necesito! –decimos-. ¡Qué invasión de lo ajeno!
¡No puedo vivir sin ti! –piropeamos-. ¡Qué responsabilidad
impuesta, qué crónica de un dolor anunciado!
¡Eres lo más importante de mi vida! –arrojamos al otro-. ¡Qué
verdad más mentirosa! ¿Acaso hay para tu vida algo más importante que vivirla?
¡Te quiero sólo para mí! –ridículamente condenamos-. ¿Ya
empezamos con posesiones y autocracias? Si contiene barrotes no es libertad.
¡Prométeme que no me dejarás nunca! –exigimos-. Mal vas si
pides por encima del tiempo. Y torcido andar el tuyo si necesitas que tu dar camine sobre la alfombra del tener.
¡Hasta que la muerte nos separe! –acordamos leoninamente-. ¿No
sabéis que es precisamente la muerte lo que os va a unir de verdad?
¡Amor mío! –nos atribuimos-. Poco y mal va a respirar ese
amor con dueño. El collar da de comer al perro, pero no le hace libre.
¡Lo eres todo para mí! –pontificamos-. Y así sentenciamos al
que, hoy culpable de nuestra excitación, lo será mañana de nuestro dolor.
El laúd suena porque tiene las cuerdas separadas, el templo
se sujeta porque corre el aire entre sus columnas, y el ciprés no crece a la
sombra del roble.
¡No espero nada de ti! –dijo el amante perfecto-. Y así,
verdadera y libremente, amó.
Y por que pasa?.Seguro que lo sabes...
ResponderEliminarParte II