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No tenía fuerzas para rendirme, así que decidí emprender activamente una búsqueda eidética, es decir, de lo esencial. Pensé que el cambio que afrontaba merecía un decorado literario, y de ahí el blog. En él reflejo pensamientos, reflexiones y emociones que he vivido durante mi estancia en Tanzania enseñando inglés y suajili a niños de preescolar en un colegio rural de la organización Born To Learn, en India como profesor de francés para la Professional School of Foreign Languages de la Fundación Vicente Ferrer, y actualmente en Malí cooperando con CONEMUND en proyectos de seguridad alimentaria y equidad de género. Mi objetivo cabe en una palabra: Compartir.

viernes, 3 de marzo de 2017

En forma pasiva


La vida es un curioso fenómeno que se enuncia en forma pasiva. Cuando llegamos a ella, ella ya está ahí, es decir, que cada uno de nosotros al nacer se incorpora a un proceso que ya está en marcha -el proceso vital- que consiste en que nosotros recibimos vida y ella se expresa a través de nosotros. La vida como sujeto agente nos utiliza para decir algo. Somos, pues, vividos por la vida.

Dejarse llevar por ella, es decir, permitir que se explique a través de nosotros es la manera más lógica de vivirla porque como sujeto paciente que somos de ella, nuestra tarea es sencillamente recibirla y permitirla, sea cual fuere el mensaje que a través de nuestra existencia quiera dar. De ahí que recibirla y aceptarla tal y como es represente en última instancia vivirla plenamente. Cuando no aceptamos algo de lo que en ella pasa, entonces estamos interrumpiendo su discurso, no dejándola hablar, impidiendo que se exprese, negándola. En ese caso estamos, por tanto, desviviéndola. Por otra parte, cuando deseamos algo de ella, cuando le pedimos algo que no tenemos, es como si estuviéramos diciéndole lo que tiene que decir, irrumpiendo así también en su sabio discurso con nuestra ignorancia, entorpeciéndolo, adulterándolo. 

La vida debería vivirse siendo escuchada, dejándose llevar en un baile en el que ella marca los pasos. La libertad se nos da para poder negarla a través de la queja y del deseo, o para poder afirmarla a través de la aceptación y la escucha. La negación produce un tipo de energía por rozamiento que se llama dolor, mientras que la aceptación, es decir, la afirmación, produce un deslizamiento que da lugar a un despliegue omnidireccional y pleno del yo. La energía de rozamiento que se genera por la negación de la vida es, por tanto, vida no vivida que buscará su reafirmación en alguna expresión de vida ulterior, ya sea en uno mismo o allende nuestro propio cuerpo, y este proceso se repite hasta que toda esa energía complete su “sí vital”.

Las preguntas sin respuesta que el hombre viene haciéndose desde que tiene uso de mente no son más que el crepitar de la madera que grita a través de las ideas en el fragor del fuego de la vida, es decir, que las dudas serían la parte de la madera que no se convierte en calor sino que se transforma en sonido, en crepitar, algo nada raro que ocurre en cualquier combustión.

La vida es la consecuencia de algo, así que no tiene que hacer nada para completarse, precisamente porque ella es el fin en sí. El universo se expresa y ella es el resultado de esa expresión. No se trata, pues, de un ser para, sino de un ser, sin más. Vivirla con plenitud consiste en no pedirle nada, como no se le pide nada a un árbol, al que sólo hay que dejar que sea. Cuando se consigue asumir esto, pasa uno de desvivirse por vivir a ser plenamente vivido por la mismísima vida en persona, sin quejas, deseos ni ruidos que turben su cósmico y maravilloso discurso. 

- Srinagar (Jammu and Kashmir) - India.
15 de septiembre de 2015.

2 comentarios:

  1. Nunca olvidaré tu párrafo sobre la energía de rozamiento.

    Un gran abrazo !

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  2. Como alguien dijo..."Be water, my friend"
    XXX (Primi)

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