Durante mi estancia con los niños de Tanzania, dado que
permanecí allí “mucho” tiempo, tuve que despedirme de mucha gente que iba y venía, y muchas veces, cuando la despedida
era de alguno de mis compañeros, pude vivir su ausencia los días siguientes a
su marcha a través de la pregunta ulterior de los niños, que siempre era la misma
y en todos los casos venía cargada de nostalgia nominativa. Si se marchaba
Imanol decían, Imanol wapi?, si era
Alicia, la pregunta era Alicia wapi?,
si era Tom, Tom wapi?, si Françoise, Françoise wapi?, si Simon, Simon wapi?, y si Anna, Anna wapi?, y así con todos, dando lugar
a una batería de respuestas que más parecía una clase de geografía -pues cada
uno venía de un país diferente- que una respuesta verdadera, ya que lo que los
niños querían saber era dónde estaban los ausentes y por qué ya no estaban allí. De hecho cuando la
nostalgia era mucha y el que se fue había dejado una huella más profunda, le
dedicaban otra pregunta, esta ya más difícil de responder: Kwa nini?
Desde aquí escucho los ecos del Moroto wapi? (¿Dónde está Moroto?), y creo adivinar también los
estertores del difícil Kwa nini?
(¿Por qué?), que no sé si me vienen desde fuera o si nacen dentro de mí mismo.
Sólo ha habido en mi vida dos especies de ser vivo que me
han recibido dando brincos todos los días que me he ido a encontrar con ellos:
uno ha sido mi perra, a la que echo tanto de menos que a veces aúllo en sueños,
y el otro los niños del colegio, para cuya profunda pregunta sólo tengo una
frívola respuesta que se resume así: Moroto
katika Hispania (Moroto está en España), pero esa respuesta no me vale ni a
mí porque sigo sin saber muy bien por qué.
Me fui unos meses para vacunar mi alma (ver primera entrada
de este blog aquí: http://www.morowi.blogspot.com.es/2013/03/aupa-chavales-ahora-que-ya-tengo-el.html)
y resulta que ahora me he vuelto adicto a las vacunas y necesito más. Me he
hecho nómada y preguntón, y la estática curiosidad de este entorno -mi querida Hispania- en el que se valoran más las pseudorespuestas que las buenas preguntas me produce somnolencia, contra la que no sé si hay más vacuna que la ausencia.
Necesito una respuesta, o miles, para otras tantas preguntas, y me encanta que así sea, porque
cuando crea que tenga todas las respuestas me habré muerto de presunción, y cuando no se
me ocurran más preguntas me habré muerto de falta de curiosidad.
Me vacunaré, pues, de nuevo, porque tengo adicción a la
búsqueda de respuestas del tipo kwa nini?
(¿por qué?), aunque nunca llegue a descubrirlas -como pasa con el horizonte,
eso hacia lo que uno se mueve pero no se alcanza- y seguiré buscando, muy a pesar de los
que sólo ven la vida como una existencia funcional y no son adictos a las preguntas difíciles sino a las respuestas fáciles y a las pastillas para no soñar.
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