6.00 AM: Se enciende automáticamente la radio que tengo
programada como despertador. “Habari za leo!” (¡Noticas de hoy!) -canta el
aparato en suajili-. Me entero de que el Barça y el Atlético de Madrid empataron
ayer en un partido que se celebró a miles de kilómetros de distancia de donde
estoy, y a años luz del interés que otrora despertaran en mí estos
acontecimientos.
7.00 AM: Cargo leche, azúcar, arroz, maíz, libros, un radio-casette, unos cuantos arboles pequeñitos y un par de sacos grandes con botellas de plástico vacías en
el daladala (furgoneta) para ir al colegio. La carretera me castiga con baches
atroces y el aire me acaricia con la dulzura de un soplido sobre una herida. El
Kilimanjaro se esconde como avergonzado detrás de unas nubes que barruntan la
inminente llegada de la época de lluvias.
8:00 AM: Llego al colegio en Newland. Descargo los bártulos,
saludo a la cocinera -que lleva un cesto con maderos en la cabeza para hacer el
almuerzo y la comida-, a los profesores locales y a los niños, que ya forman por
clases delante de la escuela. Me pongo a su lado para cantar el himno de Tanzania y veo cómo me miran
sorprendidos y sonrientes al ver que me he rapado la cabeza. Ayer me corté el
pelo yo mismo, como suelo hacer aquí, pero se me fue la maquinilla y me hice un
estropicio en mitad de la cabeza. La única solución era raparse, y ahora soy
una bombilla con patas. Me hago gracia, y más cuando me dicen “mwalimu,
unapendeza sana!” (¡profe, estás muy guapo!). Acepto el piropo y empiezan las
clases.
Una hora de inglés y otra de matemáticas.
10:00 AM: Toca desayuno para todos. Aprovecho para ir caminando a
la obra donde estamos construyendo el nuevo colegio. Por el camino admiro un baobab inmenso que me recuerda a El Principito. Me llevo a cuestas el saco
de las botellas de plástico (las utilizamos como ladrillos una vez rellenas de
arena) y saludo a los padres que están trabajando en el terreno. Los alumnos no pagan por el
colegio ni la comida, pero sus padres o tutores colaboran en la construcción de la nueva escuela. No
tienen dinero, pero les sobra dignidad y entrega. Ellos cavan zanjas y ellas rellenan botellas. Paso lista para saber quiénes
vienen y quiénes no, y le doy 10.000 Shilingi (5 Euros) a uno de ellos para que
compre chai (té) para todos. Pido que me ayuden a traer los árboles para plantar y me quedo
un rato rellenando botellas con la arena del terreno y charlando de
cualquier cosa. Les suele hacer mucha gracia que diga algún refrán en suajili.
Ya les sorprende que un blanco hable su lengua, pero si además dice refranes es como para nosotros ver un extraterrestre.
11:00 AM: Vuelvo al colegio y doy una clase de inglés y
otra de gimnasia. De mayor quiero ser futbolista, y me encanta jugar al fútbol con los niños, así que como ya soy mayor, me hago futbolista, meto tres o cuatro goles y llega la hora de comer.
1:00 PM: Me acerco al perolo ardiente que se ha estado
cocinando y lo coloco convenientemente con la ayuda de uno de los mayores; cojo
un vaso de plástico y voy sirviendo a los 94 alumnos del colegio. A cada uno de
ellos le hago una pregunta en inglés antes de poner el arroz en su plato. Es
una forma dinámica de repasar y de hacer que el idioma entre en su
cotidianeidad.
1:30 PM: Me sirvo a mí mismo y me voy debajo de una acacia
para comer el insípido arroz que, sin embargo, con la salsa del hambre, está
más que aceptablemente bueno. Los niños se me acercan como las abejas a la miel
para denunciar que unos se están pegando, para pedirme que imite a un pollo
(cacareo muy bien), para llamarme Mister Robot, para enseñarme un escarabajo, para preguntarme dónde está el último voluntario que se fue o simplemente para estar a mi lado,
como quien se sienta al lado de un prócer.
2:00 PM: Siesta tanzana.
3:00 PM: Última hora de clase: música o story telling. Bailamos o cuento mis cuentos, que tengo muchos. Ver bailar a estos críos es para morirse de risa y de asombro.
4:00 PM: Asamblea de despedida y cierre del día. Comento los puntos buenos y
malos de la jornada ante la audiencia colegial, recojo lo que traje que no era comestible -porque de lo comestible nunca queda nada- y me monto en el
daladala para volver a Moshi.
5:00 PM: Llego a la ciudad y me paseo con o sin rumbo. Hago un par de trámites relacionados con la escuela, digo que no me
interesa a varias ofertas que me hacen para subir el Kili, ir de safari o comprar recuerdos de
África (como que se me fuera a olvidar) y finalmente me dirijo al hostal en el
que convivo con voluntarios y backpackers. Leo, escribo, charlo, como,
reposo, pienso, recuerdo, imagino, estudio, me acuesto y duermo. Mañana el rubicundo Apolo volverá a asomarse por los balcones de oriente y tendremos noticias nuevas. Sueño.
6:00 AM: "Habari za leo!"...
6:00 AM: "Habari za leo!"...