Durante toda su vida, el cazador de
verdades utilizó las palabras para verbalizar sus presas. Cada
tajada, pedazo o porción de verdad que conseguía era generosamente
compartido con los suyos. A la lumbre de las palabras y las
conversaciones sosegadas, se aderezaban sus viandas. Nunca faltó de
comer en su aldea. Su cerebro y su alma gozaban de buena salud. Su
gente estaba bien alimentada gracias a él -cazador abnegado y
virtuoso- que cada mañana salía al bosque a desbrozar
insustancialidades con su machete y a cazar verdades volátiles con
sus flechas. La veracidad crecía en él, y su vida discurría
caudalosa y fresca dibujando meandros en su psique que permitían una
cómoda navegación de las ideas con las que él explicaba su mundo.
Pero llegó un día en que, persiguiendo el porqué de una lluvia que no dejaba de
arreciar, atravesó sin darse cuenta la foresta de su pequeño mundo
de formas e ideas, pasó al otro lado de la cordillera de sus experiencias y acabó con su machete, su arco y sus flechas
delante del mar, un lugar que no conocía y que hasta entonces, desde
su tierra firme, no había podido siquiera imaginar. Rendido por su
búsqueda y abrumado por su enorme nueva presa, se deshizo de su
machete para cortar trivialidades y de su arco para cazar
comprensibles verdades, cayó arrodillado en la playa y comenzó a
escuchar el ruido de las grandes olas y el susurro de la
resaca, y de ellos y de su inmensidad entendió que a partir de ese día nunca más
tendría que volver a cazar. Y lloró, y rio, y verdaderamente
comprendió, pero esta vez sintió que no podría compartir su presa al fuego
lento de las palabras, así que esperó y pensó, escribió algo en la arena y se fue.
Al día
siguiente, los suyos -con hambre un día más- se preocuparon, y
preguntaron, y se extrañaron de que volviera desnudo y sin armas ni presa después de
una ausencia tan larga, pero él los miró y con un pequeño arco iris dentro de sus lágrimas de felicidad, señalando hacia el mar, les dijo: "No os preocupéis, hermanos, no pasaréis hambre nunca más y en esta aldea nunca nadie tendrá que volver a cazar, pues no traigo pedazo, tajada ni
porción, sino la única y gran verdad: las lluvias son todas una, y
su madre es el mar."
- Dharamshala (Himachal Pradesh) - India.
18 de Septiembre de 2015.
- Dharamshala (Himachal Pradesh) - India.
18 de Septiembre de 2015.
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