Me pregunté si estaba melancólico, nostálgico, taciturno o
simplemente triste. Me lo pregunté porque sentía un bache en mi ánimo, y pensé
que sabiendo realmente lo que sentía podría rellenar ese bache con el
entendimiento y recobrar el equilibrio. Descubrí que si estaba melancólico es
que tenía melancolía, y resultó que la melancolía era una forma de tristeza. Consideré
que quizás era nostalgia lo que sentía, para así para huir de la tristeza, pero
el diccionario me llevó de nuevo a ella. Quizás a través de la taciturnidad me
escape –pensé- pues el nombre me pareceía soberano, soberbio, de más alto rango
que los otros, pero resultó que el taciturno era un triste que además lloraba
silencios, así que definitivamente concluí que por muchos sinónimos que buscara,
lo que en realidad me pasaba es que estaba triste, y puntos suspensivos.
Pero mi curiosidad
sobrevivió al mareo de la semántica, y como quería saber lo que de verdad me
ocurría y la lógica sólo me respondía interrogaciones en bucle, recurrí a la
poesía: ¿Tristeza, dices? -preguntó con voz de lágrima- ¡con ese lápiz escribo yo cuando vuelvo para traer
ausencias! Pero la filosofía, que todo escuchaba, intervino y me consoló: La tristeza, ser
pensante –me dijo- no es más que un síntoma de tu autoconsciencia. Ella es a tu vida lo que la cola a su cometa, una exigencia del vuelo. Es un viajero
que vuelve del pasado y descarga sudoroso de vivencias su mochila de recuerdos,
es la reencarnación de tu pasado en ti mismo, la resaca de tus emociones,
un muro en el jardín del tiempo para que recuerdes que, hasta que te mudes definitivamente, vives en un cuerpo. Pero no debes renegar de ella, porque la necesitas para definir la ecuanimidad. No le tengas miedo, utilízala.
Y entonces me desentristecí. Y al desentristecerme
me pregunté si estaba satisfecho, exultante, entusiasmado o simplemente
contento. Me lo pregunté porque sentí un montículo en mi ánimo, y pensé que sabiendo
realmente lo que sentía podría subir mi equilibro al nivel de ese montículo, así que utilicé mi entendimiento para buscar, y en mi nueva búsqueda me volví a
encontrar con la lógica, la poesía y la filosofía, pero ninguna de ellas me supo
explicar con claridad lo que era la felicidad, así que al no poder llegar a entenderlo me puse melancólico, o nostálgico, o
taciturno, o simplemente triste, y me pregunté qué era lo que me pasaba en
realidad. Me lo pregunté porque sentí un bache en mi ánimo, y pensé que sabiendo
realmente lo que sentía podría rellenar ese bache con el entendimiento y recobrar
el equilibrio…
25 de abril de 2015
25 de abril de 2015
A veces los curas y los psicólogos usan símiles como los que expones para superar baches anímicos. Conoces a Anselmo, y sabes que igual llega que se va, es bueno recirdarnoslo. Ahora bien, me alegra descubrir que el desentristecimiento es un hecho totalmente distinto a la facilona alegría.
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