“Te quiero, pero no puedo vivir contigo”. Esta frase es
una despedida, un alejamiento. Un hasta aquí. Vivir contigo era el objetivo y
no se ha conseguido.
“No puedo vivir contigo, pero te quiero”. Esto no es una
despedida, es un te quiero en toda regla. En realidad es la confirmación de un
encuentro para siempre. Vivir juntos es sólo un accidente pasajero; lo
verdaderamente importante es que te quiero.
Me impresiona esta esquizofrenia de las frases adversativas.
Es el ejemplo más claro de esos casos en los que el producto queda alteradísimo
al cambiar el orden de los factores. El resto de frases coordinadas juega con el efecto de
recencia, con la fuerza que se lleva lo que dices al final, pero en el caso de
las adversativas, además, todo lo que va después del pero acaba mandando dictatorialmente
sobre lo que va antes. Aplastándolo, tanto cuando es bueno como cuando no.
Me dan miedo los peros. Casi siempre que los escucho o que tengo que utilizarlos mi
corazón se encoge; sabe que algo malo está por aparecer. Algo malo o algo
demasiado poco bueno, un consuelo vago en el mejor de los casos. Pero me he
dado cuenta de que el pero no tiene la culpa. Él está ahí sólo para dar fuerza
y se la da a lo que nosotros le pedimos. La culpa es nuestra que siempre le
pedimos que nos haga perdedores. Dime cómo adversas y te diré cuán optimista
eres. Adversa bien, y el pero te hará fuerte.
Voy a jugar a poner sólo cosas buenas después del pero. No por eso voy a perder información por el camino, sólo la voy a sahumar; voy a hacer del pero un aliado, sin peros.
El Pero, en muchas partes de andalucia es una manzana amarilla...no es pera, espero que sirva de absurdo excepción en tu singular pericía..
ResponderEliminarMaravillosa entrada
ResponderEliminarGrande Moroto! Yo también he empezado este año: http://elultimopuchi.blogspot.com.es/
ResponderEliminarGenial
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