He
jugado al fútbol durante toda mi vida, y todavía de mayor quiero ser jugador de
fútbol, así que mantengo la emoción que me transmite ese deporte con la más
pueril e inocente de sus acepciones. Recuerdo, siendo un niño de verdad,
celebrar goles con mis compañeros y gritar y reírme desencajadamente abrazado a
ellos en un charco, el más grande y embarrado que encontrábamos camino hacia
ninguna parte cuando corríamos enloquecidos de felicidad después de meter un gol. Esos momentos han
quedado grabados en piedra en mi recuerdo, y me son tan evocadores como un
olor, como la tortilla de mi madre o como la canción de los globos numerados y la luna, que es un globo que
se me escapó.
Con
el paso del tiempo mi idea del fútbol se ha hecho más racional, aunque algo de
aquello aún queda, porque hay cosas en las que he decidido no despertarme y
dejarme soñar un ratito más. Más allá de la frivolidad con la que hoy en día se
trata -pues las cosas de niños manejadas por adultos ya se sabe que acaban
estropeándose- veo claras y enriquecedoras metáforas sobre la vida en este
deporte. Se puede correr más, atacar más, estás más veces más cerca de marcar y
sin embargo perder por una equivocación del árbitro, por simple mala suerte o por un contraataque
miserable de un contrario con un planteamiento ruin. Además, es un deporte de
equipo, así que no es difícil descubrir enjundiosas ideas sobre el
compañerismo, el liderazgo, la motivación…
Hoy
he recibido noticias desde Tanzania informándome someramente sobre cuál y cómo será
mi tarea educativa, y entre otras cosas me dicen que son muy bienvenidos los
rotuladores para pizarra blanca, los folios, y sobre todo las zapatillas y los
balones de fútbol, porque con las espinas del terreno éstos se suelen pinchar enseguida y los partidos no duran más de cinco minutos.
Quizás
sea demasiado superficial y exagerada mi reflexión, no lo sé. Puede que lo sea
tanto como las ganas que sigo teniendo de ser futbolista de mayor, pero no es
justo que un partido dure sólo cinco minutos y que para continuar haya que esperar a que el balón venga del otro lado del planeta. La metáfora sigue existiendo, y
supongo que también se grabará en piedra, pero es otra.
Tiempo
para una metáfora.
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