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No tenía fuerzas para rendirme, así que decidí emprender activamente una búsqueda eidética, es decir, de lo esencial. Pensé que el cambio que afrontaba merecía un decorado literario, y de ahí el blog. En él reflejo pensamientos, reflexiones y emociones que he vivido durante mi estancia en Tanzania enseñando inglés y suajili a niños de preescolar en un colegio rural de la organización Born To Learn, en India como profesor de francés para la Professional School of Foreign Languages de la Fundación Vicente Ferrer, y actualmente en Malí cooperando con CONEMUND en proyectos de seguridad alimentaria y equidad de género. Mi objetivo cabe en una palabra: Compartir.

domingo, 12 de abril de 2015

La princesa-sapo y los cuatro ladrones

La vista molesta, trastorna, deforma, interrumpe, se interpone. Por eso cerramos los ojos cuando escuchamos un suave murmullo, cuando paladeamos un manjar o cuando hacemos el amor. Necesitamos dejar de ver para sentir las caricias del sonido, los aromas de nuestro deleite y la visita a otro cuerpo. Nos cubrimos de ceguera en los momentos culminantes para poder agarrar la realidad sin forma. La imagen es un sucedáneo grosero, una foto de la irrealidad, un engaño mercadeable en el rastrillo de lo mundano, una cobarde mentira de lo sublime que lo sublime no soporta. La vista, la reina de los sentidos, es una impostora, una pricesa-sapo besada por la negación, una ventana con vistas a un muro. Ella es falsa, y su corte de sentidos una horda de barriobajeros ladrones de la verdad. El cuerpo es un sucio almacén de ruines futuros, y cada futuro es sólo un recuerdo aburrido en una sala de espera circular. El tiempo que percibimos es pura vulgaridad. Esto que llamamos vida es en realidad estar muerto, porque la vida de verdad no es una casa pobre con cinco ventanucos que dan a un seco pedregal, sino un soberbio y atemporal Tac Mahal de cristal que flota como un nenúfar en medio del mar. Para vivir hay que insensibilizarse, hay que mudarse al universo de lo no perceptible, hay que dejar de ser, superar las dicotomías de lo comparable, recordar el porvenir y vomitar el sentir. Para vivir de verdad, hay que morir. 

1 comentario:

  1. No te mueras fraterno amigo. Apelando a tus palabras, contestamé: ¿cuantas insensibles mujeres que no se cerraron los ojos, hubieran culminado contigo y con tu cátedra en Percepciones los mejores orgasmos de su vulgar vida?

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