No es que en el universo haya vida, sino que el universo está
vivo. Para concluir esto recurro a un razonamiento muy sencillo: yo estoy vivo
y soy parte de él, así que él está vivo. Yo no soy verdaderamente yo, sino que
soy él a través de mí. Esto quiere decir que no termino donde termina mi
cuerpo. Como es lógico, ahí sólo termina mi cuerpo. Decir que yo soy mi cuerpo
sería como decir que un río es su orilla, o que el mar es una playa.
Pero entonces, ¿qué soy?, o más bien, ¿qué represento? Soy
una expresión transitoria de algo que no lo es. Lo que es eterno debe
expresarse, y, aunque parezca paradójico, debe hacerlo a través de algo perecedero. Esta aparente contradicción es en realidad muy fácil de entender:
si algo eterno no se manifestara a través de algo transitorio, entonces su
eternidad sería inexistente, porque no sería inconmensurable con respecto a
nada. Si dos eternidades se encontraran no se podrían reconocer. Las
eternidades se comunican mediante transitoriedades a través de las cuales
expresan su infinitud. Yo soy una sílaba de esa eternidad, pero no soy una
sílaba que pretende pronunciarse, soy una sílaba pronunciada. El misterio de la
existencia no está, pues, en interpretarse, sino en sentirse pronunciado. La grandeza del Quijote está en cada una de sus sílabas, y cada una de sus sílabas es a su vez el Quijote en sí.
En el mundo de hoy en día, reflexiones de este tipo suelen
considerarse como frivolidades de un intelecto desocupado, inútiles ascetismos caprichosos, desviaciones de la realidad,
paranoias filosóficas… pero en mi opinión lo verdaderamente inútil, paranoico y frívolo son los valores que normalmente se
manejan en nuestra sociedad actual. Todo lo que en este espejo cóncavo del "bienestar" hemos creado es ridículo con respecto
al extraordinario y maravilloso fenómeno existencial que cada uno de nosotros
representa.
Cada vez me despeinan menos conceptos como el dinero, la fama, el reconocimiento, la seguridad… ¿seguridad?, ¿en qué? La palabra seguridad es sin duda la más metafísica que conozco, y sin embargo nuestra sociedad la ha encapsulado en paquetitos encelofanados y la publicita y mercadea permanentemente. Hacer participaciones dela
Catedral de Burgos y venderlas libremente, como quien vende
un apartamento en multipropiedad, resultaría menos absurdo que vender
seguridad.
Cada vez me despeinan menos conceptos como el dinero, la fama, el reconocimiento, la seguridad… ¿seguridad?, ¿en qué? La palabra seguridad es sin duda la más metafísica que conozco, y sin embargo nuestra sociedad la ha encapsulado en paquetitos encelofanados y la publicita y mercadea permanentemente. Hacer participaciones de
Cuando se percibe la caída del párpado universal sobre la
propia existencia terrenal y se descubre con clarividencia que esto es sólo un
pestañeo de la eternidad, las duras rocas mundanas se convierten en arenosos
detritos de pez loro que forman playas al borde de la perpetuidad y a los
castillos en el aire se les caen los puentes levadizos y les nace en cada almena una princesa enamorada del mar.
Tu deuda con los demás parece que crece linealmente a las entradas a
ResponderEliminarde tu blog.
Contén tu frivolidad intelectual, para que, cual sumideros humanos podamos deshipotecarnos de parte de nuestra trivial ignorancia.