El primer informe que me pasó el
detective fue decepcionante. No es que fuera inexacto. No era eso lo
que me decepcionó. De hecho, diría que fue muy preciso, pero no
satisfizo lo que yo andaba buscando y desde luego no sirvió para
responder a ninguna de mis grandes cuestiones. Decía que yo -eso
cuya naturaleza quería conocer- era un cuerpo con dos manos, dos
pies, una nariz, dos ojos, una boca, etc. En fin, un conglomerado de
cincuenta billones de células maravillosamente ordenadas que daban
lugar a todos los órganos, extremidades y partes del cuerpo que
conocemos. Me explicó además que tenía cinco sentidos con los que
percibía todo lo que había a mi alrededor, y que con el cerebro
interpretaba estos datos y controlaba el resto del organismo.
De acuerdo -le dije-. Todo eso es
cierto, pero ya lo sabía. Lo que necesito es identificarme, saber
quién soy, reconocerme. ¿Puedes traerme datos sobre eso? Y a continuación, sin mucho tardar, me
trajo más datos, muchos más, pero igualmente decepcionantes. Me
dijo mi nombre, mis apellidos, mi nacionalidad, la fecha de
nacimiento, el número del pasaporte con su fecha de caducidad, el
nombre de mis padres, de mi hermana, de mi cuñado, de mi sobrinos,
el de mis amigos y hasta el de mis exnovias. Por darme datos, me dio
hasta la declaración de la renta de los últimos años, mi historia
de vida laboral, una impresión de mis huellas dactilares, y
finalmente me dijo cuál era mi banco y cuándo dinero tenía en la
cuenta, lo cual me dio mucha lástima, porque pensé que si eso era lo
que yo era, bien poca cosa era.
En fin, que verdaderamente me trajo
datos que me identificaban. Más claro no podía estar, y más
completo el informe no podía ser, pero me seguía sintiendo igual de desconocido para mí mismo. Extraje de estos primeros informes, sin
embargo, una novedosa conclusión que, aun disfrazada de evidencia, a
veces nos suele pasar a todos inadvertida: Lo que somos en esencia no
es nuestro cuerpo, ni nuestro cerebro, ni nuestro nombre, ni nuestra
familia, ni nuestro pasado, y mucho menos nuestro dinero.
Pensé que, si bien los informes habían
sido un saco de perogrulladas archiconocidas para mí, la sensación
que tuve de no identificarme íntimamente con ninguno de esos datos
me resultó valiosísima. Aunque todo lo que el detective
me dijo me identificaba “hacia fuera”, no significaba nada “hacia
dentro”. Yo era otra cosa.
Le dije que había hecho un gran trabajo compilativo, pero que era otra clase de información la que yo quería, así que le pedí que siguiera investigando. Cuando se fue, me quedé reflexionando
sobre estos primeros informes, lo poco que me describían y la mucha
importancia que en general les damos.
-Rishikesh (Terhi Garhawal) - India.
Abrazos grandisimos queridisimo primo.
ResponderEliminar" El que trabaja con las manos es un operario,
el que trabaja con las manos y la cabeza es un artesano,
el que trabaja con las manos, la cabeza y el corazón es un artista."
- San Francisco de Asis -