Como la rueda que gira tan rápido que parece que no se
mueve, así son las mentes de muchas personas, que pasan por torpes en algunas
tareas, precisamente porque están en otras más elevadas. No es raro que los filósofos caigan por los agujeros de las alcantarillas por estar mirando al cielo
intentando entender qué significa eso de que la luz que se ve de una estrella es el
pasado de dicha estrella. ¿Cómo va a ser su pasado si la estoy viendo ahora?
-¿Es la luz el porteador del tiempo?- se preguntaba el
pensador, justo antes de abocinar y perder los dientes contra el suelo. Excelsas
reflexiones suelen ir acompañadas de ruines aterrizajes, y es que además, si se
vuela alto o si se bucea profundo, no sobran los acompañantes pero abundan los
vituperios. La gaviotas inconformistas saben bien que la virtud siempre ha sido más perseguida que alabada, y casi nadie desconoce que sólo la
muerte del virtuoso abre de par en par las puertas de las loas, que aparecen como los
escorpiones, a la oscuridad de la celosía. ¿Quién va a hablar bien de quién cuando
se descubra que también se pueden tener celos de un muerto?
Un prejuicio es un juicio que se ha cagado encima y que
encima se queja del mal olor. Las chozas de los pastores pueden albergar eruditos,
y los sillones de los académicos pueden acomodar borregos. Buscar dentro de la
idea despersonalizándola, desbrozar el bosque de la cantidad y encaminarse por la vía de la calidad
son formas de convertir los malolientes prejuicios en juicios de provecho para acercarse a la verdad, esa que a pesar de todo siempre es y no sabe no ser. Esa que no se ensoberbece ni se apesadumbra, y que tampoco se reivindica porque sabe vivir sola. Aborrezco el mundo de las verdades que lo son por repetición.
No puede haber nada más falso. ¡Decidid vosotros, demócratas de subsuelo, y haced con mi cuerpo lo que
queráis. No me interesa vuestra fiesta de aves subterráneas en la que no se escuchan los susurros!
Estoy ocupado en buscar una ecuación matemática que demuestre que el universo está vivo y que cuando se desgarra sangra luz. Y cada día me dan más miedo las alcantarillas: sólo saben ponerlas en el suelo.
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