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No tenía fuerzas para rendirme, así que decidí emprender activamente una búsqueda eidética, es decir, de lo esencial. Pensé que el cambio que afrontaba merecía un decorado literario, y de ahí el blog. En él reflejo pensamientos, reflexiones y emociones que he vivido durante mi estancia en Tanzania enseñando inglés y suajili a niños de preescolar en un colegio rural de la organización Born To Learn, en India como profesor de francés para la Professional School of Foreign Languages de la Fundación Vicente Ferrer, y actualmente en Malí cooperando con CONEMUND en proyectos de seguridad alimentaria y equidad de género. Mi objetivo cabe en una palabra: Compartir.

sábado, 21 de marzo de 2015

Una frase

Una frase, una sola, me manda hacer mi interna e imaginaria Violante para emular la prosa proustiana que en oraciones interminables abunda, tanto explicativas como especificativas, adversativas, copulativas, concesivas y hasta inventivas, en atención a lo cual me lanzo buscando desde las alturas de la nada estrellarme en un punto final que ponga broche a un viaje de sintaxis loca y semántica de generación espontánea que al estilo de Lope con su autoexplicativo soneto encuentre paradigma en este conato retorcido y esperpéntico de coordinación gramatical múltiple con presencia de casi todo y de casi nada ausencia, incluyendo, por supuesto, yuxtaposiciones, y causativas y caprichosas copulativas, y por los pelos traída una concesiva, aunque no se aconseje ni se exija, sólo por dar lustre a mi funambulista causa, que busca gestarse y autoparirse como vástago espurio de las letras juguetonas y hermafroditas, que, al uso existencialista, presuponen la esencia como secundaria, o, por decirlo de manera debidamente contextualizada en el proyecto que me ocupa, subordinada en su rol a su propia existencia, principal y primigenia a la hora de determinar su porqué, originado en este caso en una suerte de juego de apnea sintáctica que ansía empero el punto y final que dé respiro a la ya casi exhausta palabrería que a estas alturas de la oración tiene más visos de idiotismo, si es que no lo es ya, que de responder a una verdadera necesidad de continuación de locuacidad, enemiga mortal de la elocuencia, mendicante por piedad de un remate en buena lógica deseado, porque larga la frase es, e inflada va, y porque estoy desde que empecé sin respirar soñando con ese punto y ese final que... ¡ea!, aquí están ya.
¡Frasecitas a mí, a mí frasecitas, Violante imaginaria, como esta, tan larga, por favor no me pidas más! 

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