El tiempo es una de esas cosas que todo el mundo sabe lo que es hasta que le piden que lo explique. Es como el ciempiés al que le preguntaron cómo se las apañaba para poder coordinar el movimiento de tantas patas de manera acompasada y funcional y justo cuando el animalico se paró a pensar en ello dejó de ser capaz de hacerlo.
El tiempo es oro, no tengo tiempo, el tiempo vuela, el tiempo te arrastra… Sea lo que fuere, creemos tener muy claro que es algo lineal que viene del pasado, cruza el presente y se lanza hacia el futuro; algo que se mueve en esa línea imaginaria en esa dirección. Asumimos con toda naturalidad que lo que pasa y lo que pasará son consecuencia de lo que pasó. Nos vemos, pues, conducidos por el tiempo, e interpretamos que la vida se desenvuelve bajo el poder que el pasado ejerce sobre ella.
Todo esto está tan
arraigado en nuestro sentido común que pensar de otra manera resulta tan
incómodo como afeitarse o escribir con la otra mano.
Yo he venido aquí para
darle la vuelta totalmente a todo esto. Afirmo con el puño en alto que el
pasado es el resultado del presente y ofrezco con la mano extendida los
siguientes ejemplos que lo demuestran:
Cuando un barco navega
por el océano deja una estela que se va perdiendo en el mar. Esta estela nos
dice dónde estuvo el barco de la misma manera que el pasado y nuestra memoria
nos dicen lo que hicimos y lo que nos pasó. Si vamos hacia atrás en el tiempo
iremos viendo lo que ha ocurrido, y a medida que rebobinemos habrá menos cosas en
el pasado hasta el punto de que llegará un momento antes del cual no habría pasado nada. Recorriéndolo hacia atrás el pasado se va deshaciendo de la misma manera que va
desapareciendo la estela que deja el barco. Pero lo más importe y remarcable de
todo esto es que la estela no conduce al barco, de la misma manera que la cola
no menea al perro.
Explicar las cosas
remitiéndose al pasado es negarse a explicarlas, es echarle la culpa a los
padres, los padres a los abuelos, estos a los ancestos y así retrospectivamente
hasta que Adán se remitiera a Eva y esta a la serpiente. Y la serpiente, que ya
no tendría dónde echar la vista atrás, preguntada por Dios con una mirada, seguramente respondería con un guiño, porque ella sí sabía que todo empieza
ahora.
No estoy aquí por nada que haya pasado. Esto aquí por la misma razón por la que los pájaros cantan, que las estrellas brillan, que la luna gira o que los mares bailan. Soy un gerundio cuesta abajo, un siendo, un porqué sin causa, soy un qué que se acepta, que cree y que crea.
Nunca nada pasó en el pasado, pasó en el presente, y nunca nada pasará en el futuro, pasará en el presente. El presente es lo único que hay. ¿De verdad crees que es la cola la que menea al perro?
- La entrada es una recreación de ideas y metáforas de Alan Watts y de Eckhart Tolle-