El porvenir, el futuro, el día de mañana... diferentes nombres para referirse a algo que nunca existe cuando hablamos de ello porque, literalmente, está por venir. Para algunos aire para volar, para otros una vívora de cascabel cuyo ruido les impide disfrutar de la melodía del presente.
Hacerse viejo no tiene mérito; lo meritorio es hacerse sabio, y para eso hace falta tiempo, pero la sabiduría no llega como la blancura al pelo, sólo con esperar. Sólo dejando pasar el tiempo uno se hace rancio, no sabio.
Inteligencia es "leer dentro", y para leer dentro del texto de las cosas conviene ir aprehendiendo el abecedario de las circunstancias vividas. Este abecedario tiene en realidad infinitas letras, y aunque la exégesis completa de la vida es imposible, cuantas más letras se conozcan, más legible es la vida misma. El problema es que leer la vida no implica necesariamente que la lectura sea grata, de la misma manera que ponerse a leer no implica que todo lo que se lea vaya a ser bueno o grato. En cualquier caso, es una pena ser un iletrado o no enterarse de nada de lo que uno ha leído.
Inteligencia es "leer dentro", y para leer dentro del texto de las cosas conviene ir aprehendiendo el abecedario de las circunstancias vividas. Este abecedario tiene en realidad infinitas letras, y aunque la exégesis completa de la vida es imposible, cuantas más letras se conozcan, más legible es la vida misma. El problema es que leer la vida no implica necesariamente que la lectura sea grata, de la misma manera que ponerse a leer no implica que todo lo que se lea vaya a ser bueno o grato. En cualquier caso, es una pena ser un iletrado o no enterarse de nada de lo que uno ha leído.
En la generación que me precede -la de la gran carestía, la del padre que tenía que ser tal para comer huevos, la de los zapatos rotos, la de la miseria, el hambre y el frío en los huesos, la de la postguerra, la del más sangrante realismo- resulta que abundan los viejos idealistas que no conciben un proyecto como cabal si éste no contempla una idea material del porvenir, eso que nunca existe cuando se habla de ello. Tiene gracia: una idea material de algo que no existe. Viejos que llevan toda la vida atravesando las paredes del presente como si fueran ectoplasmas. Viejos con alma metálica.
-¿Qué porvenir tiene eso que haces? - me preguntan.
Detrás de su pregunta suele haber un pasado pobre, un corazón acurrucado y un intelecto inane, y por supuesto una censura latente a todo lo que no sea producir económicamente para el día de mañana, eso que no existe.
No tengo respuesta, ni la necesito, ni la quiero, porque mi proyecto no consiste en llegar a viejo, sino en llegar a sabio, y para eso me es más importante vivir que sobrevivir. ¡Qué pena que algunos mayores sólo nos inviten a pensar en dormir bien el día de mañana y no nos den ninguna lección sobre cómo soñar ahora! ¡Qué pena que algunos viejos me quieran despertar de mis sueños para adormentar mis ilusiones con el miedo al futuro, eso que no existe! ¡Qué pena que los que menos mañana tienen sean los que más se preocupan por él, olvidándose de que precisamente eso de lo que tanto se preocupan es lo que les matará! Víctimas de un realismo trágico sobreviven acojonados en un idealismo patológico y tristón.
¿Dónde están los mirlos blancos viejos? ¿Dónde están los viejos sabios que peinan canas e ideas? ¿Es que ninguno me va a hacer sentir que soy un niño con todo por aprender?
PS.: Dedicado a Arsenio, un mirlo blanco viejo sabio que vuela con sotana en una galaxia a años luz de la mía en la que sin embargo hay formas de vida ideológica similares.